María Lluïsa Fabra


El Pais de Madrid, 2 de abril de 2001. 

«Es importante que los jóvenes aprendan a razonar y a discutir» 
Autores: María Lluïsa Fabra / Manolo S. Urbano.

Lo más común en una clase es que el profesor hable sin parar mientras los alumnos escuchan. Así ha sido tradicionalmente. Dos profesores de la Universidad Autónoma de Barcelona, Miquel Domènech y Maria Lluïsa Fabra, han escrito el libro Hablar y escuchar, fruto de una investigación con alumnos y profesores, que puede servir de guía para aquellos docentes que estén dispuestos a romper esa inercia, a escuchar a sus alumnos y a compartir el éxito escolar. Entre los motivos para cambiar tan monótona práctica, el libro menciona éste: el profesor informador es sustituible por un ordenador, pero no la atención individualizada. Maria Lluïsa Fabra, experta en dinámica de grupos y desarrollo educacional, desgrana los pormenores de la enseñanza participativa.

¿Esto no cambia?
Sí, observo un intento por cambiar, pero está muy extendido todavía.

¿Los docentes no quieren o no pueden cambiar esta situación?
Da miedo cambiar de procedimiento cuando uno se encuentra solo y ve que sus compañeros siguen con sus clases de siempre.

¿Por qué ahora se enseña y no se educa?
Porque muchos profesores creen que da más caché demostrar sólo que saben sobre su materia. En niveles inferiores es fundamental educar, pero también en la Universidad.

Proponen que el profesor ceda poder para favorecer la participación del alumno, justo cuando la mayoría de los docentes se queja de haber perdido el timón de la clase.
A los profesores les asusta el trabajo en grupo, porque creen que los alumnos organizarán una revolución y que los docentes pereceremos en ella. Lo que hay que hacer es construir un entorno interesante, donde los chicos se motiven, porque así se entusiasman y se responsabilizan.

¿Debatir en clase es un fin en sí mismo o una forma de llegar al alumno?
Ambas. Pero es muy importante que los jóvenes aprendan a razonar y a discutir. Cuando un chico opina, el otro dice: “Yo respeto su opinión”, y evita discutir. Con esa excusa dejan de argumentar sus propias posiciones.

Las tutorías parecen adecuadas para paliar la falta de diálogo en clase. ¿Funcionan?
No del todo; hay profesores que tienen miedo, sobre todo los hombres, porque temen que en esas reuniones alguien plantee un tema personal que no sepan afrontar; por ejemplo, si un alumno se echa a llorar porque sus padres se han separado. Temen establecer esa relación con el alumno y dicen que su formación no es la adecuada para atenderlos.

En el libro dicen que las alumnas están más motivadas y que obtienen mejores resultados, pero que participan menos en clase.
Predominan todavía los estereotipos de género y no se hace nada porque se cree que eso ya no es así. Se empeñan en que hemos alcanzado la igualdad, y no es cierto. Todavía se educa a la mujer para que tenga un papel discreto. Sus respuestas suelen ser más brillantes que las de los chicos, pero no se atreven a decirlas. Formo grupos en clase y les pido que nombren a una persona portavoz: si en el grupo hay un solo chico será elegido portavoz, aunque sea tartamudo. Pasa año tras año. Y no es culpa de ellos.

¿Hay un intercambio suficiente de experiencias docentes entre los profesores?
Se hacen muchos congresos en torno a temas, pero no a métodos, a técnicas. La Administración debería fomentar éstos, porque estamos atrasadísimos respecto a los niveles de eficiencia deseables.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar