Mijail Gorbachov


(1931-)

Autor: Alejandro Jasinski

A mediados de la década de 1980, la sociedad soviética se enfrentó a una crisis crónica producto de la obsolescencia de los principales mecanismos del sistema y de la falta de soluciones efectivas a los problemas suscitados.

El proceso transformador denominado Perestroika, impulsado durante los años de gobierno de Mijail Gorbachov (1985-1991), fue llevado adelante por la burocracia del régimen. Ninguno, en un principio, planteó abiertamente regresar al capitalismo. Los había quienes buscaban esto mismo, pero utilizaban eufemismos del estilo de “combinar mercado y socialismo”. Los había también quienes hablaban de esto último, creyendo sinceramente -como decía Lenin- dar un paso atrás para avanzar dos, rememorando los primeros años de la revolución rusa, cuando se aceptaron ciertos mecanismos de mercado tras la crisis  que dejó la guerra revolucionaria. También estaban los que no querían ningún tipo de reforma.

Gorbachov fue el emblema de este camino de transformación. Nacido en 1931, había conducido tractores en su pueblo de la región de Stávropol, en el Cáucaso norte, al sudeste de Rusia. Su salto a Moscú se produjo al obtener una beca para estudiar derecho en la Universidad Estatal. Una vez recibido, regresó a su ciudad de origen, y allí participó activamente en política, lo que derivó en su ascenso a la cima del PC local.

Corría el año 1970 cuando logró llamar la atención del director del KGB, quien lo convocó tiempo después al Secretariado del Comité Central. Hacia 1982, comenzó a participar de grupos confidenciales de revisión de la economía soviética. Entonces, dos sucesivos fallecimientos de secretarios generales del PC le permitieron que fuera designado al frente del Kremlin.

No demoró ni un segundo en impulsar un extenso ciclo de reformas. Nadie podía vaticinar hasta dónde llegaría el bisturí del Comité Central, ni quién dentro del mismo impondría su voluntad. Uno de sus integrantes, en sus anotaciones finales, se preguntó: “¿hubiera sido posible realizar una Perestroika que se correspondiera aunque fuera, en alguna medida, con su concepción inicial y evitar el derrumbe del país y del sistema?” Es que, en un comienzo, durante lo que Gorbachov definió como la glasnots, una política de apertura y transparencia de las funciones públicas, el líder comunista aseveraba que se debía rescatar lo genuino del ideario marxista-leninista, completamente distorsionado por los años.

A las reformas económicas le siguieron las políticas e ideológicas. Cuando luego de tres años de reformas los indicadores sociales y económicos seguían sin repuntar, Gorbachov fue por todo, se lo propusiera realmente o no. Pronto, los grupos más liberales, encabezados por Boris Yeltsin, habían logrado hacerse fuertes en el partido y luego rompieron con el mismo. No había vuelta atrás. Mientras se rompía el control del Partido Comunista, los países integrantes de la URSS se proponían salirse de la esfera rusa.

El 8 de diciembre de 1991, el Tratado de Belovesch dio por desintegrada a la Unión Soviética. El 25 de diciembre, renunció Gorbachov a su cargo, clausurando casi 70 años de vida del mundo comunista. Irónicamente, el sociólogo y concejal moscovita Boris Kagarlitsky explicaba: “Nos fue prometido capitalismo y lo tuvimos (…) el avión ha partido y una parte del público aún cree que aterrizará en París o en Estocolmo. Pero, de hecho, el vuelo ha sido programado para Brasil o aun Nigeria.”.