Pellegrini: «El país no necesita grandes americanos, ni libertadores, ni restauradores»


Una de las caras de la crisis económica de 1890 fue la revolución política protagonizada por la Unión Cívica de Bartolomé Mitre y Leandro N. Alem, unidos como muchos otros referentes de la época por la exclusión del régimen del PAN, liderado por Julio A. Roca y que tenía en la presidencia desde 1896 al cordobés Miguel Juárez Celman.

La revolución del 26 de julio estalló, exigiendo la renuncia de Celman, en nombre de las autonomías provinciales, de la moral administrativa y de la libertad del sufragio. Al cabo de cuatro días de lucha abierta los rebeldes fueron derrotados, pero uno de los objetivos estaba cumplido: el presidente no podría continuar en su cargo.

Así, fue el porteño Carlos Pellegrini, hombre inteligente y reformista de la Argentina oligárquica, quien asumió la presidencia el 7 de agosto, con el entusiasta apoyo de banqueros y bolsistas. No faltó la manifestación popular, que veía a un porteño asumir la presidencia, luego de cuatro presidentes provincianos. Durante el acto de asunción, Pellegrini aseguró que su único deseo era que el edificio no se le viniera encima mientras lo estaba apuntalando, pues “si no, los entusiastas de hoy no encontrarán en él cascotes bastantes con qué lapidarme”.

A los hombres de negocio los reunió en su casa antes de asumir el cargo. Les comentó la crítica situación financiera que atravesaba el país y les exigió colaborar con los vencimientos de la deuda externa que había que afrontar en Londres en lo inmediato. Sólo con este apoyo se animó a afrontar el caos gubernativo.

El nuevo gabinete estuvo compuesto por hombres de alta exposición pública, entre ellos, Vicente Fidel López, José María Gutiérrez y Eduardo Costa. Pero pronto todos sucumbieron ante la fuerza del ministro más importante, el mismísimo Julio Argentino Roca.

Reproducimos en esta oportunidad un fragmento de un discurso presidencial pronunciado en 1892 sobre la necesidad de contar “con ciudadanos constantes en el ejercicio pacífico de sus derechos políticos”.

Fuente: Ezequiel Gallo, Carlos Pellegrini. Orden y reforma, vol. 3, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1997, pág. 91.

«La obra de nuestra regeneración es obra de largo aliento y paciente labor, y es necesario que hombres y partidos políticos se convenzan de que lo que nuestro país, puedo decir nuestra América necesita, no son grandes americanos, ni libertadores, ni restauradores más o menos ilustres, que invocando leyes, libertades y principios, empiezan por incitar a la anarquía y la violencia y acaban, cuando triunfan, por suprimir todo gobierno regular y reemplazarlo por su imperio personal y despótico; sino ciudadanos constantes en el ejercicio pacífico de los derechos políticos, que proclamen como principio fundamental, acreditado por la experiencia de 80 años, que la violencia es estéril y ruinosa, y que la reforma de nuestros malos hábitos sólo se ha de conseguir por la prédica y el ejemplo, dentro y fuera del poder

 

Carlos Pellegrini

Fuente: www.elhistoriador.com.ar