Sarmiento y el destino de Urquiza


Hacia fines de la década de 1860, en el país ya había asumido la presidencia Domingo F. Sarmiento y pronto acabaría la guerra fratricida contra el Paraguay. Con la caída del Mariscal López y el triunfo en el país de las ideas unitarias, los hombres que defendían las ideas del federalismo estaban cada vez más arrinconados.

Sarmiento buscaba para el país un gobierno fuerte, de autoridad, que impusiese orden y dirección en el mosaico provincial, y no le tembló el pulso a la hora de intervenir las provincias díscolas, como Corrientes, San Juan, Salta y Jujuy, siempre poniendo el ojo en Entre Ríos, donde los seguidores del desgastado urquicismo mantenían la alarma del gobierno nacional. Urquiza todavía era acusado de ser “el más poderoso de los montoneros”, aunque el viejo general manifestaba por entonces: “se me provoca de todas maneras y no se respeta mi honorable prescindencia.”

En febrero de 1870, Sarmiento visitó a Urquiza en San José, Entre Ríos. Se proponía celebrar junto al gobernador entrerriano el 18º aniversario de la batalla de Caseros. Para ello se trasladó junto a un importante séquito a bordo del buque de guerra Pavón y al desembarcar se estrecharon en un abrazo. Era una provocación, o al menos así lo vieron muchos entrerrianos, ya que Pavón era el nombre de la batalla en que en 1861 las tropas federales al mando de Urquiza fueron misteriosamente derrotadas.

Urquiza, sin embargo, lo agasajó con batallones de infantería y regimiento de caballería. Este acercamiento con Sarmiento, el principal responsable de la muerte del “Chacho” Peñaloza, fue considerado por los seguidores de Urquiza como el signo de la más alta traición a las ideas federales.

Pocas semanas más tarde, el 11 de abril, un grupo de personas armadas ingresó en el palacio de San José al grito de “Muera el tirano y traidor Urquiza” y “Viva López Jordan”. Llegaron a la habitación del gobernador y alcanzaron a herirlo de bala. Aún con vida, se defendió, hasta que fue apuñalado por su mayordomo. En paralelo, también eran asesinados dos de sus hijos. El comando había sido capitaneado por Simón Luengo, un viejo caudillo que había sabido recibir órdenes de Urquiza.

Dos días más tarde, la legislatura entrerriana nombró gobernador a José López Jordán. Pronto, Sarmiento enviaría a las tropas nacionales para terminar con la nueva situación. López Jordan lograría escapar y luego encabezaría dos rebeliones, que serían sofocadas y él muerto.

Antes del asesinato de Urquiza, Sarmiento se había mostrado amistoso -aunque con cautela- hacia el viejo líder e incluso al convocarlo para el “acuerdo argentino”, le reconocía su acción pacífica: “Lo que admira es que el enemigo Urquiza acierte y el liberal amigo Mitre yerre”. Sin embargo, no dejaba de resultarle incómoda su presencia. En el día del asesinato de Urquiza, recordamos las palabras que Sarmiento dirigiera a Mitre en 1861, respecto de qué creía que debía suceder con el viejo líder federal.

Fuente: Mario César Gras, Rosas y Urquiza, sus relaciones después de Caseros, Buenos Aires, [s.n.], 1948.

«No deje cicatrizar la herida de Pavón. Urquiza debe desaparecer de la escena, cueste lo que cueste. Southampton o la horca

 

Domingo F. Sarmiento

Fuente: www.elhistoriador.com.ar