Se ha asegurado que las dos últimas décadas del siglo XIX argentino son tiempos de “revolución lectora”. Lo particular de estos años tiene menos que ver con la gran efusión literaria, que con difusión de novelas y cuentos a través de los periódicos. Uno de quienes más estimuló al lector porteño de entonces fue Eduardo Gutiérrez, autor de Juan Moreira, Hormiga Negra y Santos Vega, entre otras obras.
Gutiérrez, nacido en Buenos Aires el 15 de julio de 1851, se alistó de joven en la Inspección General de Milicias, luego de abandonar el Colegio Nacional. Estuvo designado en diferentes fortines. Tanto marcó su vida esta experiencia que gran parte de su obra se nutre de los escenarios y vivencias recolectadas en aquella experiencia militar.
Sus 35 novelas y cuentos gauchescos, policiales e históricos, remiten –al igual que Don Segundo Sombra de Güiraldes o al mismo Martín Fierro de José Hernández- a los romances y aventuras de parias, marginales y disidentes, vidas trágicas situadas por accidente e injusticias fuera de la ley. Asimismo, muchas de sus narraciones enseñan una trama inspirada en los tiempos de Juan Manuel de Rosas, como su novela La Mazorca.
En esta oportunidad, recordamos a este personaje con un fragmento de uno de sus libros dedicado a destacar la figura del líder federal Ángel “Chacho” Peñaloza.
Fuente: Eduardo Gutiérrez, El Chacho, Buenos Aires, Tomassi Editor, 1886.
«El ‘Chacho’ ha sido el único caudillo verdaderamente prestigioso que haya tenido la República Argentina. A aquel prodigio asombroso que lo hacía reunir diez mil hombres que lo rodeaban sin preguntarle jamás adónde los llevaba ni contra quién, había hecho del “Chacho” una personalidad temible, que mantenía en pie a todo el poder de la Nación, por años enteros, sin que lograra quebrar su influencia ni acobardar al valiente caudillo. A su llamado, las provincias del interior se ponían de pie como un solo hombre, y sin moverse de su puesto, tenía a los seis u ocho días dos, cuatro o seis mil hombres de pelea, dispuestos a obedecer su voluntad fuera cual fuese. Los paisanos de la Rioja, de Catamarca, de Santiago y de Mendoza mismo, lo rodeaban con verdadera adoración y los mismos hombres de cierta importancia e inteligencia lo acompañaban ayudándolo en todas sus empresas difíciles y escabrosas.
“El ‘Chacho’ no tenía elementos de dinero ni para mantener en pie de guerra una compañía. Y sin embargo, él levantaba ejércitos poderosos, mal armados y peor comidos, que sólo se preocupan de contentar a aquel hombre extraordinario. El ‘Chacho’ no tenía artillería, pero sus soldados la fabricaban con cañones de cuero y madera, que se servían con piedra en vez de metralla, pero piedra que hacía estragos bárbaros entre las tropas que lo perseguían. No tenía lanzas, pero aunque fuera con clavos atados en el extremo de un palo, sus soldados las improvisaban y se creían invencibles. El que no tenía sable lo suplía con un tronco de algarrobo, convertido en sus manos en terrible maza de armas y si faltaba el alimento comían algarrobo y era lo mismo. De esta manera, el ‘Chacho’ tenía en pié un ejército con el que hacía la guerra al gobierno nacional sin que hubiese ejemplo de que se le desertase un solo soldado, porque todos sus soldados eran voluntarios y partidarios de Peñaloza hasta el fanatismo. […] El ‘Chacho’ combatía por el pueblo, por sus libertades y por los derechos que creía conculcados. Para sí no quería nada ni pidió nada jamás, en tiempo en que, por hacer con él la paz, el Gobierno le hubiera dado cuanto hubiera pedido. De aquí dimanaba principalmente el gran prestigio de que gozaba el ‘Chacho’ y la cantidad de hombres que lo rodeaban.»
Eduardo Gutiérrez
Fuente: www.elhistoriador.com.ar