El padre le dio música a la embrionaria nación del Río de la Plata y el hijo le dio historias. Así se encuentran los López entre los más destacados constructores de los símbolos nacionales. Vicente López y Planes es el autor del Himno Nacional. Su hijo, Vicente Fidel López, de él estamos hablando, uno de los padres de la historiografía argentina.
Nacido el 24 de abril de 1815, estudió en el Colegio de Ciencias Morales y en la Universidad de Buenos Aires, y se doctoró en Leyes ya hacia 1837. Por entonces, su padre ya había sido presidente interino de las Provincias Unidas, en reemplazo de Bernardino Rivadavia, en 1827.
Junto a Juan Bautista Alberdi y a Esteban Echeverría, participó de la fundación de la Asociación de Mayo, donde se nucleó la Generación del ’37. Como la gran mayoría de ellos, se exilió hacia 1840. Su destino estuvo en Chile, donde colaboró con Domingo Faustino Sarmiento en la fundación de establecimientos educativos.
Tras la caída de Rosas, con su padre en la gobernación de Buenos Aires, tuvo un lugar en el gabinete de ministros y pronto accedió a la Constituyente de San Nicolás, que dio forma a la nación en construcción. Se destacó por su defensa de los acuerdos confederales en la legislatura bonaerense.
Nuevamente afuera del país, esta vez en Montevideo, se dedicó a las labores académicas, que continuaría a su regreso a Buenos Aires, ya en los años ’60. Abogado, escritor, editor de revistas varias, accedió a dirigir la Universidad de Buenos Aires entre 1873 y 1876. Como diputado nacional en los siguientes años, declinó la oferta de presentarse como candidato presidencial. Entretanto, comenzó a edificar, con una orientación liberal, las obras de historia que marcarían, junto a las de Bartolomé Mitre los primeros intentos de construir una historia argentina bajo parámetros de cientificidad. De allí saldría el Manual de Historia de la Argentina y los diez gruesos volúmenes de la Historia de la República.
Hacia los convulsionados años ’90, se haría cargo del incendiado Ministerio de Hacienda, tras la crisis financiera, la sublevación cívica y la renuncia del presidente Miguel Juárez Celman. Dejó el cargo tras el recambio presidencial de 1892 y se dedicó a la vida académica, en sus últimos años, hasta que falleció el 30 de agosto de 1903.
Recordamos aquí las palabras que le dedicara Carlos Ibarguren durante un homenaje realizado en la Universidad de Buenos Aires en abril de 1915.
Fuente: Carlos Ibarguren, Prefacio; en Vicente Fidel López, Manual de la Historia Argentina, Administración General Vaccaro, Buenos Aires, 1920, pág.7
”Hasta hace poco tiempo sólo concebíamos héroes guerreros. La idea pura, la belleza, la acción social educadora y altruista no suscitaban la admiración que ardía para el coraje generoso en la pelea o en la política. Fue la época recia de nuestra gesta. Hoy, el concepto público comprende otros ideales: aprecia el trabajo austero del estudioso que inquiere, ávido de verdad, el enigma de la vida; las imágenes sutiles del poeta que rima el drama incesante del dolor y de la pasión; las armonías que vibran para expresar lo indefinible y las visiones del artista que provoca, con la luz o la piedra, la emoción del color y de la línea. Estos obreros son abnegados servidores de la República, y su recóndita faena, fatigosa e inquieta, nos dará lentamente el fruto intelectual y la flor de ensueño que llevarán la futura grandeza argentina al espíritu y al corazón de los hombres.”
Carlos Ibarguren
Fuente: www.elhistoriador.com.ar