
Autor: Mariano Fain
El 6 de febrero de 1971 pasó a la historia como el día en que el golf hizo su arribo triunfal a la Luna de la mano del intrépido astronauta Alan Shepard. Fue un momento tan inesperado como extraordinario que dejó boquiabierto al mundo y aún permanece en la memoria colectiva.
Shepard, de 47 años e integrante de la mítica tripulación del Apolo 14, llevaba años acariciando el sueño secreto de blandir un palo de golf en el satélite terrestre. Veterano piloto naval convertido en toda una celebridad tras ser el primer estadounidense en el espacio en 1961, su amor por el golf casi igualaba su pasión por volar.
Así, de contrabando y sin que lo supiera la NASA, llevó unas pelotas de golf escondidas. Su plan era jugar unos swings al final de la misión si le sobraba tiempo.
Tras 9 agotadoras horas de experimentos en la superficie lunar, Shepard vio llegada su oportunidad. Improvisando un palo con una herramienta del módulo, advirtió risueño a los controladores: “Puede que reconozcan esto como un auténtico hierro 6”. Acto seguido, blandió el palo con su mano libre intentando emular un swing en la ingrávida gravedad selenita.
Los dos primeros golpes fallaron entre bromas de sus compañeros. Pero al tercero acertó, y la bola salió disparada levantando una estela de polvo. “¡Millas y millas!”, exclamó un eufórico Shepard mientras la esférica se perdía para siempre entre las sombras lunares. En realidad, el análisis posterior reveló que sólo recorrió unos 36 metros, pero dadas las tremendas dificultades, fue toda una hazaña.
Ese divertido y muy humano episodio terminó por conquistar el corazón del público, que siguió con devoción las heroicas andanzas del Apolo 14. Y cinco décadas después, el swing de Shepard aún despierta sonrisas e inspira a nuevas generaciones, convirtiéndose en parte fundamental del legado del programa Apolo. En definitiva, aquel inesperado y loco momento de golf espacial fue también un gran paso para la humanidad.