Autor: Jorge Raventos en Revista Panorama, 27 de abril al 3 de mayo de 1972.
«Alicia Moreau de Justo: La madurez del socialismo argentino»
Sobre la mesa del comedor, transmutada en escritorio, los diarios del día y los viejos recortes ocultan casi el mantel amarillento. Las figuras de Alfredo Palacios, Juan Bautista Justo y Enrique del Valle Iberlucea emergen desde un antiguo aviso de La Vanguardia: “Vote al socialismo unido”.
En el pequeño departamento de Alicia Moreau de Justo la actualidad y los recuerdos se entreveraban, el viernes 21, cuando recibió a un periodista y un fotógrafo de Panorama. Faltaban algunas horas para que se iniciara el congreso del socialismo argentino, y La Doctora, como la llaman sus camaradas, aceitaba sus armas. La calma del lugar no surgía de la proximidad del río, ni del silencio de ese séptimo piso de una calle tranquila de Olivos: más bien de los rasgos pacientes de esa mujer que a los 86 años, conserva la juventud concentrada en sus ojos y guarda en su conducta una línea sin cortes.
Antes de iniciar la conversación, La Doctora se abrigó —el batón negro con vivos que usaba era muy liviano—, apagó el tocadiscos donde sonaba la Pastoral de Beethoven y conminó a Poupée, su perra boxer, a sentarse a sus pies.
Señora, su partido va a abandonar La Hora del Pueblo. ¿Usted había aprobado la participación socialista en esa coincidencia de sectores?
En su momento yo apoyé moderadamente la incorporación del partido en La Hora del Pueblo. Era preferible esa hora a la otra, la de las botas que vivíamos entonces. Pero la situación ha cambiado. La bota no es la misma, o al menos es distinto el pie que la calza. Además, el radicalismo y el peronismo presentan en su seno divergencias que en aquel momento no eran tan notorias.
Entonces, ¿el socialismo tiene un destino aislado?
El socialismo no surge de nuestra voluntad, está más allá de los partidos mismos, porque son las condiciones económicas de los países las que lo convocan. Fíjese que hoy, en las nuevas repúblicas que nacen de los procesos de independencia, aparece la búsqueda de un camino socialista. Y en la mayoría de esos países no hay partidos socialistas preexistentes.
¿Usted quiere decir que el partido no es necesario?
A mi edad las cosas se miran de otra manera: sin posiciones sectarias. Muchas veces me he preguntado qué clase de fanatismo —si así cabe llamarlo— nos conducía a los socialistas a pelearnos, a dividirnos muchas veces por minucias. Es que en nuestro partido las ideas son muy importantes, y a menudo la defensa ardiente de una posición conducía a una ruptura. Eso ha sido algo lamentable, y ha debilitado muchas veces al partido hasta el punto de que otros asumieran parcialmente, y realizaran, puntos de nuestro programa.
No sin enfrentamientos. Me refiero al peronismo: es un ejemplo de lo que usted mencionaba. El peronismo realizó viejos proyectos de legisladores de su partido, pero el socialismo se opuso.
Perón descompuso muchas cosas. Fíjese en el sindicalismo actual: uno ve a esos secretarios generales que andan en coches de lujo… En nuestra época los dirigentes gremiales viajaban en colectivo, y ellos mismos abrían el local del gremio. Cuando recibían una renta, nunca era mayor que el sueldo que les correspondía y los aportes eran cotizaciones voluntarias de sus compañeros, no los depósitos obligatorios en los que el patrón hace de cobrador. Pero no hicimos las cosas del mejor modo posible. Nos hemos autocriticado de nuestra participación en la Unión Democrática: un partido que es capaz de autocriticarse muestra que se mantiene despierto.
¿Habrá sido la tendencia a la división de la que habló usted la que debilitó al socialismo en potencial de figuras políticas? Todos sus grandes hombres pertenecen a la generación de los fundadores y en los últimos tiempos no han surgido políticos de su talla…
No olvide que hemos pasado casi seis años de silencio, y del silencio sólo nacen cosas pequeñas. En 1966 yo vi cómo clausuraban nuestro local de la calle Sarandi, y hacían un inventario de las cosas. Cuando lo devolvieron faltaban hasta los ventiladores. ¿De qué sirvió, pues, aquel inventario? No será por razones ideológicas que faltan los ventiladores. No; es muy difícil salir de una etapa sin actividad política. Es cierto que no nos impidieron publicar La Vanguardia. Pero eso era como sembrar al voleo y no saber en qué lugar había que hacer la cosecha. Nos cerraron los centros socialistas. ¿Usted sabe qué importantes fueron para nosotros esos centros? Especialmente en los principios.
Eran casas muy modestas, muy modestas. Con bancos en hilera. Y allí dábamos clases de higiene, explicábamos los peligros del tabaco, el alcohol, la prevención de la tuberculosis. Todo era muy distinto: los obreros eran inmigrantes, más ignorantes, más pobres. Pero, le diré era un ambiente moralmente superior. Yo era estudiante de medicina y me acerqué al partido para dar clase en aquellos locales. Recuerdo el proceso de Sacco y Vanzetti: la película me recordó esos años. ¡Qué indignación! También guardo el recuerdo adolescente del proceso a Dreyfus: en aquella época todavía la gente era capaz de inquietarse por la libertad de un hombre honesto. Ahora… Vi por televisión a la señora de Sallustro y me compadecí de su dolor. Pero me pregunté, entonces, por qué hay que condolerse solamente cuando muere un hombre de dinero. Por qué no se hizo el mismo barullo cuando desapareció ese muchacho Martins, por ejemplo.
(El fotógrafo Eduardo Núñez comienza a hacer su trabajo y La Doctora se inquieta primero, y se arregla el pelo después, con una sonrisa.)
A Justo no le gustaba que lo fotografiaran: le molestaba estar detenido frente a la cámara, paralizar la sonrisa y posar. No tengo ninguna foto de él tomada por un particular. Por supuesto, él no se negaba a que los periodistas cumplieran su trabajo.
Señora, usted que ha estado preocupada por los problemas de la mujer en la vida social, ¿qué opinión tiene de Evita?
Me cuesta un poco hablar de alguien que ha muerto hace tan poco…
Ya han pasado veinte años.
… y cuya figura se instrumentó tanto. Finalmente, ¿a usted le parece que ella encarnó una ideología política diferenciada? Yo creo que no. Hizo antes lo que ahora hace Manrique: repartir beneficios.
¿No cree, sin embargo, que ella reflejo la participación decisiva de la mujer en la acción política? La presencia de Eva en el poder coincide con la conquista del voto femenino.
En ese campo llegó tarde. En los centros socialistas las mujeres siempre tuvieron iguales derechos que los hombres. Palacios presentó dos veces un proyecto para dar voto a la mujer, pero lo rechazaron. Los conservadores creían que si las mujeres votaban no iba a haber nadie que les hiciera el puchero y los esperara al mediodía. El movimiento feminista es anterior a Eva Perón.
Usted sabe que hoy en día el feminismo se ha radicalizado. Las viejas consignas sufragistas van al lado, a veces, de la defensa del lesbianismo.
Nada de eso hubiera sido posible sin nuestras luchas.
Por último, doctora: ¿será posible la reunificación del viejo tronco, incluidos los socialistas democráticos?
Yo quiero que así sea. ¿Qué mejor unidad que la de los viejos camaradas? Pero el destino no está cerrado. Tenemos que acompañarlo al ritmo de los más jóvenes. Nada es imposible, joven. Nada es imposible.