Bernardo de Monteagudo y el proceso revolucionario del Río de la Plata desde el 25 de Mayo de 1809


El 25 de mayo de 1810 -a poco de llegar a Buenos Aires la noticia de que Sevilla había caído en manos de las tropas de Napoleón- se constituyó en Buenos Aires el primer gobierno patrio. Reunido en la Plaza de la Victoria, hoy Plaza de Mayo, el pueblo de Buenos Aires impuso su voluntad al Cabildo y creó la Junta Provisoria Gubernativa del Río de la Plata, conocida como Primera Junta. Se iniciaba así el proceso revolucionario que desembocaría en la declaración de la Independencia el 9 de julio de 1816. Para recordarlo, hemos seleccionado un artículo en el cual Bernardo de Monteagudo se refiere tanto a la Revolución de Mayo, como a la rebelión de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809, considerada la chispa del movimiento que estallaría un año después en Buenos Aires.

Fuente: El Mártir o Libre, 25 de mayo de 1812, citado en Bernardo de Monteagudo, Escritos, Honorable Senado de la Nación. Dirección de publicaciones, Buenos Aires, 1989.

«¡Qué tranquilos vivían los tiranos y qué contentos los pueblos con su esclavitud antes de esta época memorable! Parecía que nada era capaz de turbar la arbitraria posesión de aquellos, ni menos despertar a éstos de su estúpido adormecimiento. ¿Quién se atrevía en aquel tiempo a mirar las cadenas con desdén, sin hacerse reo de un enorme atentado contra la autoridad de la ignorancia? La fanática y embrutecida multitud no sólo graduaba por una sacrílega quimera el más remoto designio de ser libre, sino que respetaba la esclavitud como un don del cielo, y postrada en los templos del Eterno, pedía con fervor la conservación de sus opresores, lloraba y se ponía pálida por la muerte de un tirano, celebraba con cánticos de alabanza el nacimiento de un déspota y, en fin, entonaba himnos de alegría siempre  que se prolongaban los eslabones de su triste servidumbre. Si alguno por desgracia rehusaba idolatrar al despotismo, y se quejaba de la opresión, en breve la mano del verdugo le presentaba un trofeo sobre el patíbulo y moría ignominiosamente por TRAIDOR AL REY. A esta sola voz se estremecían los pueblos, temblaban los hombres y se miraban unos a otros con horror, creyéndose todos cómplices en el figurado crimen del que acababa de expirar. En este deplorable estado parecía imposible que empasase (sic) en sangre el centro de los opresores. Pero la experiencia sorprendió la razón, el tiempo obedeció al destino, dio un grito la naturaleza y se despertaron los que hacían en las tinieblas el ensayo de la muerte.”

“El día 25 de mayo de 1809 se presentó en el teatro de las venganzas el intrépido pueblo de la Plata, y después de dar a todo el Perú la señal de alarma desenvainó la espada, se vistió de cólera y derribó al mandatario que lo sojuzgaba, abriendo así la primera brecha al muro colosal de los tiranos. Un corto número de hombres iniciados en los augustos misterios de la patria, y resueltos a ser las primeras víctimas de la preocupación, decretaron deponer al presidente Pizarro y frustrar por este medio los ensayos de tiranía que preparaba el execrable Goyeneche, entablando un complot insidioso con todos los jefes del Perú. El carácter impostor con que se presentó este vil americano, y los pliegos que introdujo de la princesa del Brasil con el objeto de disponer los pueblos a recibir un nuevo yugo, fueron el justo pretexto que tomaron los apóstoles de la revolución para variar el antiguo régimen, tocando los dos grandes resortes que inflaman a la multitud, es decir, el amor a la novedad y el odio a los que han causado su opresión.”

“Alarmadas ya por este ejemplo todas las comarcas vecinas, y estimuladas a seguirlo por combinaciones ocultas, no tardó el virtuoso y perseguido pueblo de la Paz en arrojar la máscara a los pies, formar una junta protectora de los derechos del pueblo, y empezar a limar el cetro de bronce que empuñaban los déspotas con altanería. No hay duda que los progresos hubieran sido rápidos, si las demás provincias hubieran igualado sus esfuerzos, atropellando cada una por su parte las dificultades de la empresa y batiendo en detalle al despotismo. Mas sea por desgracia, o porque quizá aún no llego la época, permanecieron neutrales Cochabamba y Potosí, burlando la esperanza de los que contaban con su unión. De aquí resultó, que aisladas las primeras provincias a sus débiles arbitrios, quedaron luchando con el torrente de la opinión y el complot de los antiguos mandatarios, sin más auxilio que el de sus deseos, y quizá sin proponerse otra ventaja que llamar la atención de la América y tocar al menos el umbral de la LIBERTAD. Este grave peligro realizado después por la experiencia, fomentó la conjuración de todos los mandatarios españoles; y en seguida el vil Goyeneche, de acuerdo con el nefando obispo de la Paz, dirigieron sus miras hostiles contra esa infeliz ciudad, triunfando al fin de su heroica resistencia por medio de la funesta división introducida por sus ocultos agentes. ¡Oh, cómo quisiera ocultar de mi memoria esta escena deplorable! Pero si el corazón se interesa en el silencio, también la gratitud reclama el homenaje de un religioso recuerdo.”

“Luego que la perfidia armada mudó el teatro de los sucesos, empezó el sanguinario caudillo a levantar cadalsos, fulminar proscripciones, remachar cadenas, inventar tormentos y apurar, en fin, la crueldad hasta obscurecer la fiereza del temerario Desalines. Las familias arruinadas, los padres sin hijos, las esposas sin maridos: las tumbas ensangrentadas, los calabozos  llenos de muerte, por decirlo así: sofocado el llanto, porque aún el gemir era un crimen, y disfrazado el luto, porque el sólo hecho de vestirlo mostraba cómplice al que lo traía. ¡Qué espectáculo! Permítaseme hablar aquí en el lenguaje del dolor y turbar el reposo de los que ya no existen, pero que aún viven en la región de la inmortalidad. ¡Oh, sombras ilustres de los ciudadanos Victorio y Gregorio Lanza! ¡Oh, intrépido joven Rodríguez! ¡Oh, Castro, guerrero y virtuoso! ¡Oh, vosotros todos los que descansáis en esos sepulcros solitarios! Levantad la cabeza en este día de nuestro glorioso aniversario, y si aún sois capaces de recibir las impresiones de un mortal, no vayáis a buscar vuestras familias y vuestros hijos, contentaos con saber que viven y que algún día vengarán vuestras afrentas. Por ahora yo os conjuro por la patria, a que deis un grito en medio de la América, y hagáis ver a todos los pueblos, cuál es la suerte de los que aspiran a la LIBERTAD, si por desgracia vuelven a caer en poder de los tiranos. Pero yo veo que el sentimiento ha precipitado mis ideas, y que involuntariamente he puesto un doloroso paréntesis al ensayo que he ofrecido. Debo, sin embargo, continuar, aunque me exponga segunda vez  a ser víctima de mi propia imaginación.”

“Sojuzgada la provincia de la Paz y difundido el terror por los demás, quedaba la de Charcas sobre el borde del precipicio, y sus habitantes no tenían otro consuelo que la dificultad de que hubiese otro hombre tan fiero y sanguinario como el represor Goyeneche. En verdad parecía imposible que la naturaleza aún tuviese fuerzas para producir un nuevo monstruo, y que no se hubiese ya cansado y arrepentido de influir en la existencia de aquel bárbaro americano. Pero bien presto disipó la realidad esta ilusión, y se presentó un español marino en sus costumbres, soldado en sus vicios; y militar tan consumado en la táctica del fraude, como en el arte de ser cruel. Con el título de pacificador del Alto Perú, y comisionado del último virrey de estas provincias entró al fin Nieto a la de Charcas auxiliado por el protervo Sanz, gobernador de Potosí, y digno socio de los conjurados liberticidas. Por un concurso feliz de circunstancias imprevistas, no se renovó en la Plata la sangrienta escena de la Paz; mas, sin embargo, gimió la humanidad y se estremeció el sentimiento al ver transformada en un desierto solitario la ciudad más floreciente del ángulo peruano. Decapitado civilmente su honrado vecindario, entregados al dolor y a las tinieblas sus mejores hijos, dispersas sus familias y reducidas a la mendicidad, mientras el opresor desafiaba a sus pasiones, y decretaba entre la crápula y el furor la ruina de los hombres libres, la vida era el mayor suplicio para los espectadores de este suceso, y si el tirano no hubiese sido tan cruel, más bien hubiera descargado el último golpe sobre la garganta de tantos infelices.”

“Todos veían pendiente sobre su cabeza el puñal exterminador de la arbitrariedad: el indio había vuelto a vestir su antiguo luto, la LIBERTAD sollozaba inútilmente en las tinieblas, el Perú quería esconderse en las entrañas de la tierra y no podía: en fin, todo había muerto para la esperanza, y nada existía sino para el dolor, cuando el pueblo de Buenos Aires…  basta, no es preciso decir más para elogiarlo; declara la guerra al despotismo, y enarbola el 25 de mayo de 1810, el terrible pabellón de la venganza. El virrey Cisneros presencia con dolor los funerales de su autoridad, el gobierno se regenera, el pueblo reasume su poder, se unen las bayonetas para libertar los oprimidos, marchan las legiones al Perú, llegan, triunfan, se esconden los déspotas, huyen sus aliados, tropiezan con los cadalsos y caen en el sepulcro. Yo los he visto expiar sus crímenes, y me he acercado con placer a los patíbulos de Sanz, Nieto y Córdoba para observar los efectos de la ira de la patria, y bendecirla por su triunfo. Ellos murieron para siempre, y el último instante de su agonía fue el primero en que volvieron a la vida todos los pueblos oprimidos. Por encima de sus cadáveres pasaron nuestras legiones, y con la palma en una mano y el fusil en otra corrieron a buscar la victoria en las orillas de Titicaca; y reunidos el 25 de mayo de 1811 sobre las magníficas y suntuosas ruinas de Thiahuanacu, ensayaron su coraje en este día, jurando a presencia de los pabellones de la patria empaparlos en la sangre del pérfido Goyeneche y levantar sobre sus cenizas un augusto monumento a los mártires de la independencia.”

“Era tal la confianza que inspiraban los primeros sucesos de nuestras armas, que nadie dudaba ya del triunfo, y parecía que la constancia de la suerte iba a someter su imperio al orden sucesivo de nuestros deseos. Mas por uno de esos contrastes que necesitan los pueblos para hacerse guerreros, venció el ejército agresor, y del primer escalón de la LIBERTAD se precipitaron nuevamente en el abismo de la esclavitud todas las comarcas del Perú. Los enemigos se embriagaban de orgullo y de placer a vista de nuestras desgracias, el corazón de la patria se entregaba entonces a los conflictos del dolor: Goyeneche describe con saña la ruta que debía seguir nuestro destino, Vigodet cree tan segura nuestra ruina, que ya le parece inútil procurarla: pero el tiempo burla la esperanza de ambos, y por el resultado de sus medidas hemos visto la nulidad de sus arbitrios. A pesar de su rabia la patria vive, y las decantadas fuerzas del monstruo de Arequipa apenas han avanzado en el espacio de once meses 150 leguas, sin haber podido subyugar en el auge de su triunfo los robustos brazos de Oropesa, ni aún acabar de conquistar esos mismos pueblos que cedieron al impulso precario de la fuerza.”

“Tal es en compendio la historia de nuestra regeneración política desde el 25 de mayo de 1809 hasta la época presente. Hoy hace dos años que expiró el poder de los tiranos, y arrancó este pueblo de las fauces de la muerte su propia existencia y la de todo el continente austral. En vano pronosticaron entonces los déspotas que nuestro gobierno vería confundidas nuestras exequias con las mismas aclamaciones que recibía de los pueblos. Él ha subsistido ya dos años en medio de las más crueles borrascas, ¿y por qué no llegará el tercer aniversario con la gloria de haber declarado solemnemente la majestad del pueblo? Sería un crimen el robar a nuestro corazón este placer tan deseado, pero también será un escándalo el ahorrar la sangre de nuestras venas, cuando se trata de consolidar la independencia del Sud, y restituir a la América su ultrajada y santa LIBERTAD.”

Apéndice a todas las observaciones de este periódico.
“Si alguna cosa puede acabar de confundir el orgullo humano, es la triste necesidad de repetir con frecuencia aquellas mismas verdades que aprende el hombre desde el seno de su madre, y cuyo menor olvido le impide el ser feliz haciéndole muchas veces desgraciado. No hay animal tan estúpido que ignore los medios de asegurar su existencia y satisfacer el impulso de sus necesidades. Sólo el hombre carece en esta parte de los precisos conocimientos, y por último colmo de su desgracia abusa de los que tiene y obra como si no los tuviera. ¿Qué razón hay, por ejemplo, para que un pueblo que desee ser libre no despliegue toda su energía sabiendo que es el único medio de salvarse? Seguramente es imposible encontrar otro, aún cuando se consulten todos los oráculos de la razón y se apuren los recursos de la orgullosa filosofía. Para dejar de ser esclavo basta muchas veces un momento de fortuna y un golpe de intrepidez: mas para ser libre, se necesita obrar con energía y fomentar la virtud: este es el último resultado que se descubre después de las más profundas y repetidas observaciones. Energía y virtud: en estas dos palabras se ve el compendio de todas las máximas que forman el carácter republicano.”

“Mas yo no veo que ningún pueblo haya desplegado jamás este carácter, sin recibir grandes y frecuentes ejemplos del gobierno que lo dirige. Un pueblo enérgico bajo un gobierno débil sería tan monstruoso como si un corazón muerto pudiera animar un cuerpo vivo. Nada importará que el guerrero pelee como ciudadano, y el ciudadano obre como un héroe, si los funcionarios públicos sancionan los crímenes con su tolerancia y proscriben la virtud con el olvido. ¿Qué diferencia hay entre el asesino de la patria y el mártir de la LIBERTAD, si ambos respiran el mismo aire y habitan el mismo domicilio? ¿Y quién será capaz de reprimir el exceso de la malicia, si siempre se deja impune la malicia del exceso? ¡Ojalá no diese motivo a desenvolver esta teoría la inicua conducta de nuestros enemigos! ¡Pero qué difícil es la alianza del egoísmo con el espíritu de LIBERTAD! Compárense los sentimientos indulgentes y liberales que hasta hoy hemos acreditado con la negra envidia y los celos que fomentan en sus sinagogas los corifeos del despotismo. ¿Pierden acaso la menor posibilidad de conspirar en las tinieblas contra la existencia de la patria? Si cayeran a nuestras manos todas sus correspondencias secretas, ¿qué de crímenes no se descubrirían? Si pudiéramos escuchar sus clandestinas confabulaciones ¿cuántos de los que nos miran con semblante risueño desearían rasgar nuestras entrañas? Véase la conducta del obispo de Salta, y la de otros infinitos que en todos los pueblos visten la máscara de indiferentes. Pero entre estos ¿quiénes son los más culpables? Los europeos no, porque al fin es natural que sientan perder lo que creyeron poseer eternamente: ¡pero los americanos!. . .  Yo no creo que ellos tengan bastante sangre para expiar sus crímenes, y la indulgencia con éstos es el supremo crimen que puede cometer el gobierno.”

“Pero ya que en este día celebramos la gloriosa memoria del 25 de Mayo de 1810, debemos reflexionar antes de asistir a los espectáculos y fiestas públicas que todas las fatigas, angustias, sobresaltos y privaciones que hasta hoy hemos sufrido, son otros tantos motivos que nos empeñan a continuar la obra de nuestra salud con firmeza y con coraje: reflexionemos que la sangre derramada por nuestros campeones en las llanuras de Huaqui, en los campos de Aroma, en las inmediaciones de Amiraya, en las márgenes del río Suipacha, en las quebradas del Nazareno en la gloriosa acción de las Piedras, grita por la venganza y el castigo de nuestros gloriosos opresores. Y si nos creemos dignos del nombre americano, vamos, vamos cuanto antes a exterminar a los mandatarios de Montevideo, a confundir a protervo Goyeneche, y salvar a nuestros hermanos del imperio de la tiranía: funcionarios públicos, guerreros de la patria, legiones cívicas, ciudadanos de todas clases, pueblo americano, jurad por la memoria de este día, por la sangre de nuestros mártires y por las tumbas de nuestros antepasados, no tener jamás sobre los labios otra expresión que la independencia o el sepulcro, la LIBERTAD o la muerte.”

Fuente: www.elhistoriador.com.ar