Bodas originales hace más de cien años


El 14 de febrero se festeja el día de los enamorados, una celebración tradicional en los países anglosajones, cuyo origen se remonta a Roma en el siglo III, época en que el cristianismo era perseguido y el emperador Claudio II había prohibido el matrimonio a los soldados por considerar que los hombres casados rendían menos en el campo de batalla. Desafiando al emperador, un sacerdote cristiano llamado Valentín celebraba en secreto las bodas entre los jóvenes enamorados. Claudio ordenó su captura y lo ejecutó el 14 de febrero de 270 d.C. Hay otros dos mártires muertos durante el Imperio Romano a quienes algunos atribuyen el origen de la festividad: un obispo de la ciudad de Terni, Italia, y un obispo llamado Valentín de Recia, que vivió en el siglo V.

El origen de la celebración también se remonta a una fiesta pagana de la Antigua Roma, las Lupercales. Su nombre deriva de lupus (lobo). La festividad, celebrada a mediados de febrero, tiene sus raíces en el mito fundacional de Roma y en los ritos de purificación previos a la estación de fertilidad, de alta carga sexual.

A finales del siglo V el papa Gelasio I condenó esta festividad y la sustituyó por la conmemoración del martirio y muerte de San Valentín. Sin embargo, en 1969, Pablo VI eliminó esta celebración del calendario de festividades. Para entonces, ya hacía más de un siglo que la fiesta se había popularizado en el mundo anglosajón, desde donde se propagó a diversos países del mundo, como España, Francia, Bélgica, China, Japón, Argentina, México, Chile.

Recordamos aquí el día de los enamorados con un artículo en donde se rescatan curiosas y temerarias uniones amorosas de hace más de cien años: Una de ellas tuvo lugar adentro de una jaula de leones en el Jardín Zoológico de Boston.

Fuente: Revista Caras y Caretas, N  74, 3 de marzo de 1900, págs. 4 y 5.

La primera de las que vamos a describir, debe su originalidad a la edad de “los novios”, y especialmente del novio. El coronel Overton, residente en San José (California) acaba de cumplir cien años, y se casó hace pocos meses con una “niña” de 77. Como es fácil imaginarse hubo en la ceremonia del casamiento una muchedumbre de curiosos. El coronel Overton es hombre de cuerpo esbelto, anda erguido, y pisa fuertemente, apoyándose en un bastón. Tiene los cabellos blancos, pero no se le nota el menor signo de calvicie. Hasta hace poco tiempo no usaba anteojos. Nunca ha fumado, ni ha bebido una gota de licor o una dosis de medicina en su vida.

Cupido ama a los militares, -dice el refrán- y el coronel Overton, que es veterano de tres guerras, ha sido favorecido por el amor más de una vez. La primera vez que se casó tenía treinta y cinco años; la segunda, cincuenta, y ésta es la tercera. Es padre de diez hijos, siete de los cuales viven actualmente. También su nueva esposa tiene experiencia del matrimonio: se casó muy joven, y su marido murió hace muy pocos años.
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La “boda en bicicleta” fue celebrada en Londres hace tres meses, en la iglesia francesa de Leicester Square. Los novios eran dos conocidos miembros de la colonia italiana de la capital inglesa: el señor Achille Gasperi y la señorita Emilia Pappacena. Inmediatamente después de la ceremonia se formó un largo cortejo de ciclistas de ambos sexos para ir al banquete, que se celebró en el Comedy Restaurant.

Pero la más “sensacional” de estas bodas es, sin duda, la que se celebró en Boston el 4 de noviembre último: en la noche de ese día la señorita Charlotte Wiberg de Boston, y el señor Arthur St. Andrassy, de Perth Amboy (Nueva Jersey), se casaron dentro de una jaula de leones del Jardín Zoológico. Los casó el reverendo George Reader, de Ohio. El prudente sacerdote ató desde afuera de la jaula el nudo nupcial; pero el novio y la novia se encontraban adentro, encerrados con Cleopatra y César, los dos leones más grandes y más feroces de la sociedad zoológica de Boston. Los avisos distribuidos con profusión por el empresario que había ideado semejante boda, atrajeron al local un gentío inmenso: más de 5000 personas pagaron 25 centavos oro cada una para presenciar el excitante espectáculo.

A las nueve de la noche un gran órgano tocó una marcha nupcial; un coro de veinte niños, vestidos de sobrepellices, cantó un himno, y los novios se dirigieron a la jaula. La vista de tanta gente reunida allí había encolerizado a los leones, cólera evidente por la actitud de ambos animales. Cuatro hombres, armados con varas de hierro puntiagudas, se colocaron, cada uno en una esquina de la jaula. El cuidador de los leones entró en la jaula, seguido por la pareja de enamorados, cerró vivamente la puerta, obligó a los leones a retroceder hasta el fondo: entonces los novios avanzaron y se pararon en el centro de la jaula, mirando al sacerdote. Los leones se pusieron a rugir y a pasearse inquietos de un lado a otro de su rincón, ya mirando al público, ya a los novios. La ceremonia comenzó: novio y novia contestaron firmemente a las preguntas del reverendo Reader; cinco minutos después, el casamiento estaba hecho, y entonces el empresario pidió al público que se quedara quieto, para que saliera mejor la fotografía…

La salida de los novios de la jaula en que habían sido unidos con los dulces lazos del matrimonio se efectuó sin dificultad. Este no debe considerarse un matrimonio arriesgado. Hay otros, como se sabe de muy antiguo, que demuestran más valor: casarse, por ejemplo, teniendo $ 80 de sueldo y debiendo mantener a la suegra y a las cuñadas.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar