Autor: Felipe Pigna
Probablemente haya sido durante la gobernación de Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias) cuando se establecieron las primeras escuelas en el actual territorio argentino. En 1609 concurrían a estos establecimientos unos 150 alumnos. Durante el siglo y medio siguiente las órdenes religiosas, principalmente franciscanos, dominicos y jesuitas, condujeron la educación primaria en las distintas regiones. Hubo algunos intentos por parte del Estado de ampliar la educación pública como por ejemplo la obligación por parte de los Cabildos de proveer con fondos públicos, de casas apropiadas a las escuelas y la admisión de un cierto número de alumnos, con certificado de pobreza expedido por el propio cabildo, a los que debía darse igual educación que a los demás. Se cobraban aranceles de un peso por mes para leer y dos pesos para leer, escribir y contar. Después de la Revolución de Mayo aumentó el interés por difundir la educación, pero fue sobre todo durante la presidencia de Sarmiento cuando se dio un verdadero impulso a la escuela estatal. Sarmiento fomentó las llamadas escuelas normales de formación de maestras, de las cuales la de Paraná fue una de las más importantes y trajo al país maestras norteamericanas para aplicar el sistema educativo vigente en los EE.UU.
Así llegaron Mary Gorman, las hermanas Dudley, Serena Frances Wood, Julia Hope, Frances Nyman, entre otras. Sarmiento las había buscado jóvenes, atractivas, de muy buen estado físico «para dar ejemplo a nuestras criollas, tan acostumbradas a estar inmóviles, asistidas por sus servidumbres».
En 1870 Serena Frances Wood, que había creado en Virginia (EE.UU.) la primera escuela para los esclavos que acababan de ser liberados tras la guerra civil, fundó en Buenos Aires la Escuela Número 1 cerca de Retiro. Murió apenas un año después, víctima de la epidemia de fiebre amarilla. Serena y sus compañeras debieron enfrentar graves dificultades para poder ejercer su vocación, no obstante, aportaron lo mejor de sí para difundir la enseñanza en la Argentina.
Señorita maestra
En nuestro país más del 90% de los maestros primarios son mujeres. Ya en 1870 Nicolás Avellaneda decía: «La experiencia ha demostrado efectivamente que la mujer es el mejor de los maestros, porque es más perseverante en la dedicación a la enseñanza, desde que no se le presentan como al hombre otras carreras para tentar su actividad o ambición y porque se halla, en fin, dotada de todas esas cualidades delicadas y comunicativas que la hacen apoderarse fácilmente de la inteligencia y de la atención de los niños». Estas apreciaciones de Avellaneda parecen confirmarse en las estadísticas. Entre 1874 y 1921 se graduaron 2.626 maestras y sólo 504 maestros.
Rosario Vera Peñaloza
Rosarito Vera nació en La Rioja en 1873. Estudió en la escuela normal de su provincia bajo la dirección de Mary Graham, una de las maestras norteamericanas convocadas por Sarmiento, y se graduó como maestra en la Escuela Normal de Paraná. A partir de allí su vida estuvo dedicada a la enseñanza y a la formación de docentes, escribiendo varios libros sobre temas educativos. Se hizo famosa a través de una canción de Félix Luna y Ariel Ramírez, cantada por Mercedes Sosa que dice, entre otras cosas: «Yo sé los sueños que sueña, Rosarito Vera, tu vocación, pide una ronda de blancos delantales frente al misterio del pizarrón».
La primera Huelga
Durante la presidencia de Roca, en 1881, se produce la primera huelga docente en la Argentina. Las maestras de la Escuela Graduada y Superior de San Luis, encabezadas por su directora, Enriqueta Lucero de Lallemant, llevaron adelante la medida de fuerza en reclamo por el atraso en el pago de sus sueldos y en contra de los recortes en los sueldos de todos los empleados públicos que se venían aplicando desde 1874 durante la presidencia de Avellaneda, que decidió enfrentar la crisis económica rebajando los sueldos y despidiendo personal estatal. A partir de entonces y hasta nuestros días, los maestros no dejarán nunca de luchar por condiciones dignas de trabajo para ellos y sus alumnos y por un salario justo que les permita vivir dignamente de su profesión.
Un artículo que no se cumplía
El artículo 5 de la Constitución Nacional estableció que «cada provincia dictará para sí una constitución… que asegure su educación primaria». Sin embargo, lo que ocurrió realmente fue que la falta de recursos provinciales llevó a que la Nación otorgara subvenciones para la construcción y mantenimiento de las escuelas. La corrupción administrativa de muchos gobiernos provinciales derivaba estos fondos, instituidos por Sarmiento en 1871, para otros fines. Denunciaba el propio Sarmiento en El Monitor de la Educación en 1881: «La señora N. Jacques, Directora del Colegio de Niñas de Santiago del Estero, se negó a firmar un recibo de 130 pesos fuertes cuando sólo le estaban dando 65, y así lo declaró en el informe del Inspector General, a causa de lo cual fue depuesta y separada de la enseñanza».
El día del maestro
El 11 de septiembre de 1943, durante la Primera Conferencia de Ministros y Directores de Educación de las Repúblicas Americanas, se resolvió homenajear la figura de Sarmiento como educador declarando al 11 de septiembre, fecha de la muerte del sanjuanino, Día del Maestro en todos los países americanos. La resolución decía: «Considerando: que es actividad fundamental de la escuela la educación de los sentimientos, por cuyo motivo no debe olvidarse que entre ellos figura en primer plano la gratitud y devoción debidas al maestro de la escuela primaria, que su abnegación y sacrificio guían los primeros pasos de nuestras generaciones y orientan el porvenir espiritual y cultural de nuestros pueblos; que ninguna fecha ha de ser más oportuna para celebrar el día del maestro que el 11 de septiembre, día que pasó a la inmortalidad, el año 1888, el glorioso argentino Domingo Faustino Sarmiento».
Fuente: www.elhistoriador.com.ar