Autor: Felipe Pigna
Pocas horas después de la partida de Mariano Moreno hacia su viaje sin retorno, su amada esposa, Guadalupe recibió en una encomienda anónima un abanico de luto, un velo y un par de guantes negros, con una nota que decía: “Estimada señora, como sé que va a ser viuda, me tomo la confianza de remitir estos artículos que pronto corresponderán a su estado”.
Inundada de angustia, aquella tarde de enero de 1811 seguramente Mariquita -como gustaba llamarla Mariano- recordaba cómo se habían conocido allá por 1804 en Chuquisaca. Moreno visitaba una tienda y quedó profundamente impresionado por la belleza de una joven que aparecía retratada en un camafeo. Preguntó al dueño del negocio si esa muchacha “era de verdad”. El hombre le contestó que sí, que tenía 14 años y se llamaba María Guadalupe Cuenca. Moreno no paró hasta encontrarla. Se cruzaron las miradas y ella, destinada por su madre a ser monja, halló en el amor por Moreno el argumento más firme para negarse a la reclusión del convento. Mariano y Lupe se casaron el 20 de mayo de 1804 y un año después nació Marianito.
Ahora, desolada y preocupada comenzó a escribirle decenas de cartas, mezcla maravillosa de amor y pasión política. En ellas le decía a su amado Mariano:
Moreno, si no te perjudicas procura venirte lo más pronto que puedas o hacerme llevar porque sin vos no puedo vivir. No tengo gusto para nada de considerar que estés enfermo o triste sin tener tu mujer y tu hijo que te consuelen y participen de tus disgustos; ¿o quizás ya habrás encontrado alguna inglesa que ocupe mi lugar? No hagas eso Moreno, cuando te tiente alguna inglesa acuérdate que tienes una mujer fiel a quien ofendes después de Dios […] (14 de marzo de 1811).
Los han desterrado, a Mendoza, a Azcuénaga y Posadas; Larrea, a San Juan; Peña, a la punta de San Luis; Vieytes, a la misma; French, Beruti, Donado, el Dr. Vieytes y Cardoso, a Patagones; hoy te mando el manifiesto para que veas cómo mienten estos infames. Del pobre Castelli hablan incendios, que ha robado, que es borracho, que hace injusticias, no saben cómo acriminarlo, hasta han dicho que no los dejó confesarse a Nieto y los demás que pasaron por las armas en Potosí, ya está visto que los que se han sacrificado son los que salen peor que todos, el ejemplo lo tienes en vos mismo, y en estos pobres que están padeciendo después que han trabajado tanto, y así, mi querido Moreno, ésta y no más, porque Saavedra y los pícaros como él son los que se aprovechan y no la patria, pues a mi parecer lo que vos y los demás patriotas trabajaron está perdido porque éstos no tratan sino de su interés particular, lo que concluyas con la comisión arrastraremos con nuestros huesos donde no se metan con nosotros y gozaremos de la tranquilidad que antes gozábamos (20 de abril de 1811).
Ay mi Moreno de mi corazón, no tengo vida sin vos, se fue mi alma y este cuerpo sin alma no puede vivir y si quieres que viva venite pronto, o mandame llevar. No me consuela otra cosa más que cuando me acuerdo las promesas que me hiciste los últimos días antes de tu salida, de no olvidarte de mí, de tratar de volver pronto, de quererme siempre, de serme fiel, porque a la hora que empieces a querer a alguna inglesa, adiós Mariquita, ya no será ella la que ocupe ni un instante tu corazón, y yo estaré llorando como estoy, y sufriendo tu separación que me parece la muerte, expuesta a la cólera de nuestros enemigos, y vos divertido, y encantado, con tu inglesa; si tal caso sucede, como me parece que sucederá, tendré que irme aunque no quieras, para estorbarte; pero para no martirizarme más con estas cosas, haré de cuenta que he soñado, y no te me enojes de estas zonceras que te digo (9 de mayo de 1811).
No se cansan tus enemigos de sembrar odio contra vos ni la gata flaca de la Saturnina [esposa de Saavedra] de hablar contra vos en los estrados y echarte la culpa de todo (25 de mayo de 1811).
Nuestro Marianito está en libro de corrido, se acuerda mucho de vos y te extraña más todos los días, con que mi querido Moreno ven pronto, si no lo queréis hacer por mis ruegos hacedlo por nuestro hijo, y acuérdate de las promesas que me hiciste antes de embarcarte, no te dejes engañar de mujeres mira que sólo sois de Mariquita y ella y nadie más te ha de amar hasta la muerte (1 de julio de 1811).
Por vos mismo puedes sacar lo que cuesta esta nuestra separación, y si no te parece mal que te diga, que me es más sensible a mí que a vos, porque siempre he conocido que yo te amo más, que vos a mí, perdóname, mi querido Moreno, si te ofendo con esta palabra (29 de julio de 1811). 1
Ésta es la última carta que le escribió Guadalupe a Moreno. A principios de agosto recibió por fin una respuesta. Era una misiva de su cuñado Manuel, fechada en Londres el 1 de mayo de 1811, en la que la anoticiaba de la muerte de su amado Mariano ocurrida el 4 de marzo en alta mar. En el amplio sobre también venían sin abrir las catorce cartas que Guadalupe le había escrito al líder de la Revolución de Mayo.
Meses más tarde, sumida en la pobreza y armada de toda su inmensa dignidad, Guadalupe solicitó una ayuda económica al Primer Triunvirato. Decía en su carta que pensaba que ni la patria ni su “gobierno podrán mostrarse indiferentes a nuestra miseria ni ser insensibles espectadores de nuestro amargo llanto, y de las ruinas y estragos que nos ha ocasionado el más acendrado patriotismo”
Los servicios prestados por Moreno a la patria, por los que su viuda reclamaba la pensión, fueron valuados en treinta pesos fuertes mensuales. El sueldo de cada uno de los miembros del Triunvirato era de ochocientos pesos fuertes.