El 1º de mayo es el día de los trabajadores. Se celebra cada año en todo el mundo, en defensa de los derechos laborales. Originalmente, se trató de la conmemoración en recuerdo de los “mártires de Chicago”, condenados a muerte luego de una revuelta que se había iniciado con una huelga por las ocho horas en el Haymarquet Square de la ciudad estadounidense el 1º de mayo de 1886. La II Internacional lo convirtió en jornada de lucha 1889. En la actualidad, algunos países, como Estados Unidos, festejan oficialmente el Día del Trabajo (no de los trabajadores), pero lo hacen en septiembre.
En la Argentina, en aquellos años de cambio de siglo, ya reorganizada la república y consolidado el régimen oligárquico, la “cuestión social” había saltado al centro de la agenda pública: era una realidad insoslayable. Las pésimas condiciones laborales, la superexplotación de los trabajadores, su exclusión de la vida política del país, daban aire a las poderosas federaciones obreras, empujadas por las corrientes anarquistas, sindicalistas y socialistas, que intentaban llegar hasta los más remotos rincones del país, para organizar al proletariado en lucha por sus derechos. Las citas por el 1º de mayo no tardaron en convocarse.
Pero entonces las federaciones obreras no eran las únicas que intentaban conocer a fondo de qué se trataba aquella “cuestión social”. El ala modernista de las clases dominantes, durante la presidencia de Julio A. Roca, intentó impulsar algunas reformas que le permitieran destapar aquella olla a presión.
Para ello, en 1904, el gobierno nacional encargó al médico, abogado e ingeniero agrónomo catalán, Juan Bialet Massé, un informe sobre el estado de la clase obrera en la Argentina. Con un destacable bagaje de conocimientos y una incisiva curiosidad, viajó a todas regiones del país para constatar de primera mano la realidad de los trabajadores. El extensísimo informe que elaboró permitió a Joaquín V. González redactar ese mismo año el discutido, y finalmente rechazado, proyecto de Ley del Trabajo.
En esta oportunidad, recordamos a los trabajadores de todo el mundo con un fragmento del informe de Bialet-Massé, que demostró que, en medio de una Argentina que se mostraba como “paraíso” en el mundo, la explotación de sus hombres era brutal.
Fuente: Juan Bialét-Massé, Informe sobre el estado de la clase obrera, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985.
«En las cumbres del Famatina he visto al peón cargado con 60 y más kilogramos deslizarse por las galerías de las minas, corriendo riesgos de todo género, en una atmósfera de la mitad de la presión normal; he visto en la ciudad de la Rioja al obrero, ganando sólo 80 centavos, metido en la zanja estrecha de una cañería de aguas corrientes, aguantando en sus espaldas un calor de 57º, a las dos de la tarde . ”El alambre-carril, como proyecto, es una gran concepción científica. Sale de la estación del ferrocarril, en Chilecito, con un recorrido de 34 kilómetros se apoya en torres armadas de hierro ángulo y plano, de altura que llega a 45,50 metros. Era de ver aquellos hombres agobiados por el peso, sintiendo ya los efectos de la falta de presión, jadeantes, paso a paso, víctimas forzosas del progreso, porque no hay otro medio mejor de hacer la operación; pero ya que no puede evitarse, deberían ser pagados al menos con doble salario del que perciben. Esos son las águilas del progreso, héroes anónimos, que labran el canal de la riqueza de que ellos no van a gozar; su trabajo se paga con un peso y cincuenta centavos y se cree haberlo recompensado con largueza.»
Juan Bialét-Massé
Fuente: www.elhistoriador.com.ar