El origen de la expresión “poner las manos en el fuego”

Autor: Mariano Fain

La expresión «poner las manos en el fuego» tiene su origen en la antigua práctica legal llamada «ordalía» o «juicio de Dios». En la Edad Media y en otras culturas antiguas, esta era una forma de juicio en la cual se sometía a una persona acusada de un delito a una prueba física o una prueba de fe para determinar su culpabilidad o inocencia.

En el caso de «poner las manos en el fuego», esta expresión proviene de una de las pruebas de ordalía más comunes. En esta prueba, la persona acusada debía extender sus manos y sujetar un objeto caliente o pasar sus manos a través de las llamas. Se creía que si la persona era inocente, Dios protegería sus manos del daño causado por el fuego, y si era culpable, las llamas le causarían quemaduras o dolor.

La idea detrás de esta práctica era que Dios intervendría para castigar al culpable y proteger al inocente. Con el tiempo, la expresión «poner las manos en el fuego» ha perdurado en el lenguaje coloquial para denotar la confianza absoluta en la inocencia o honestidad de alguien.