Hacia septiembre de 1940, los estadounidenses ingresaban en una nueva campaña electoral por la presidencia. Entonces, el debate sobre la política exterior absorbía la agenda de los candidatos. La Segunda Guerra Mundial estaba en curso. La Alemania nazi ya había ocupado París y planeaba desembarcar en Inglaterra. El presidente demócrata Franklin Delano Roosevelt –quien buscaba la re-reelección- se esforzaba por brindar suficiente ayuda a los países aliados sin provocar el ingreso de su país al conflicto bélico, hecho que recién sucedería un año más tarde.
El problema económico y social en el país no estaba resuelto. Una década atrás, el mundo de las finanzas había conocido la bancarrota, cuando en octubre de 1929 se desató la más grave crisis de la economía norteamericana. En aquellos años, tras asumir el demócrata Roosevelt en 1933, se había llevado adelante un ambicioso plan de reconstrucción de la economía nacional que se conoció con el nombre de New Deal. Con este proyecto, el gobierno norteamericano buscaba reorganizar el capitalismo, estabilizar el sistema y contener las numerosas rebeliones que surgían al calor de la crisis. Uno de los ejes del proyecto rooseveltiano fue la NIRA o Ley de Recuperación de la Industria Nacional, diseñada para intervenir en la organización de la economía.
El 5 de noviembre de 1940, Roosevelt ganó nuevamente las elecciones presidenciales; sin embargo, el New Deal no logró transformarse en un proyecto coherente. Recordamos esta fecha la propuesta del programa reformista conocida como New Deal, hecha a poco de asumir la presidencia por primera vez.
Fuente: Franklin Roosevelt, Discurso pronunciado por radiotelefonía el 24 de julio de 1933. Tomado de En Marcha, Santiago de Chile, Ed. Más Allá, s/f, págs. 109-117; en Franklin Roosevelte y Ferdinand Lundberg, El New Deal, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1969, pág. 34-41.
“[El] aumento de los salarios y reducción de las jornadas de labor no perjudicarán a ningún empleador. Por el contrario, una acción semejante beneficia más al empleador que la desocupación y los salarios reducidos, por cuanto crea un número mayor de consumidores para su producción. Esa es la sencilla idea que constituye el corazón de la Ley de Restablecimiento Industrial.
Si todos los empleadores de cada grupo competidor resuelven pagar a sus obreros los mismos salarios –jornales razonables- y exigen la misma cantidad de horas y de trabajo –jornadas razonables-, ese aumento de los salarios y reducción de las jornadas de labor no perjudicarán a ningún empleador. Por el contrario, una acción semejante beneficia más al empleador que la desocupación y los salarios reducidos, por cuanto crea un número mayor de consumidores para su producción. Esa es la sencilla idea que constituye el corazón de la Ley de Restablecimiento Industrial. (…)
No hemos de pasar otro invierno como el último. Pongo seriamente en duda que jamás otro pueblo soportó con tanto valor y resignación una estación sólo la mitad de rigurosa. No podemos pedir de Estados Unidos que siga haciendo frente a tan inútiles penurias. Ha llegado el momento de obrar valientemente y la Ley de Restablecimiento Nacional nos proporciona los medios de vencer la desocupación…
La propuesta es simplemente la siguiente: Si todos los empleadores obran conjuntamente con el fin de reducir la jornada de trabajo y aumentar los salarios, podremos emplear de nuevo a los desocupados. Ningún empleador se perjudicará con esta medida, debido a que el nivel relativo del costo aumentará en la misma proporción para todos. Pero si algún grupo considerable se abstuviese de hacerlo, esta gran oportunidad se perderá para nosotros y tendremos que soportar otro invierno desesperado. Esto no debe suceder. (…) Existen, naturalmente, hombres –aunque solamente sean pocos- que tratarán de obstaculizar esta gran finalidad común, buscando, ante todo, un beneficio egoísta para ellos. Hay en la Ley penalidades apropiadas para castigarlos…
A los hombres y a las mujeres, cuya vida ha sido oscurecida por el hecho o el temor de la desocupación, me complazco en hacer llegar en este momento una palabra de aliento, porque los códigos y convenios ya aprobados, o que están a punto de serlo, demuestran que el plan aumenta los salarios y que tendrá eficiencia en reducir la desocupación. Ustedes pueden considerar a todo empleador, que adopte este plan como un hombre, que cumple con su misión, y dichos empleadores que se muestran perezosos en cooperar en nuestro plan estarán en condiciones de lograr mayores beneficios temporarios; pero hay que tener en cuenta que el dinero que lograrán de ese modo, será a expensas del bienestar del país. (…)Ha llegado el momento en que es necesaria la paciencia, la comprensión y la cooperación. Los obreros de este país poseen por esta ley derechos que no podrán serles quitados. Nadie podrá tratar de privarles de esos derechos; pero tampoco será necesaria ninguna medida de agresión para lograrlo. Todo el país estará unido para conservarlos. (…).»
Franklin Roosevelt
Fuente: www.elhistoriador.com.ar