A finales de 1928, el presidente electo de los Estados Unidos, el republicano Herbert Hoover, antes de tener que enfrentar la gran crisis de 1929, visitó la Argentina. Entonces, ambos países no mantenían relaciones demasiado amistosas, a causa, en parte, de la tradicional política exterior neutralista del radicalismo, que había llevado al primer gobierno popular de la historia del país a oponerse a ciertas intervenciones norteamericanas en países latinoamericanos. Por tal motivo, Hoover había sido recibido en el puerto porteño al grito de “!Nicaragua! !Nicaragua!”.
Asimismo, con gestos de indiferencia o de oposición, Yrigoyen había dejado pasar varias oportunidades para renovar la cordialidad. Por ejemplo, cuando tras asumir su segundo mandato presidencial, el líder radical retuvo en Buenos Aires al embajador argentino en Washington, Manuel Malbrán. Asimismo, cuando decidió no enviar a los delegados designados por su antecesor Marcelo T. de Alvear, a la Conferencia de Washington sobre Conciliación y Arbitraje, convocada por Estados Unidos.
Durante el encuentro que mantuvieron ambos presidentes, el líder radical transmitió a su par norteamericano su preocupación por el desconocimiento de la soberanía de los países de la región. Hoover respondió que las intervenciones no se habían decidido en función de intereses económicos, sino para proteger los derechos de sus ciudadanos, pero aseguró que esa política era impopular en su país y que no se repetiría, dejando la sensanción de que las relaciones bilaterales mejorarían. En recuerdo de aquel histórico encuentro, ocurrido el 14 de diciembre de 1928, reproducimos las palabras del viejo líder en ocasión del banquete oficial ofrecido.
Fuente: Mensaje de bienvenida de Yrigoyen a Hoover en Santillán, Diego Abad, Historia Argentina, TEA, Buenos Aires, 1971, Tomo IV, pág. 182.
«La Argentina -¿por qué no decir la América y el mundo?- espera que Estados Unidos, ya en el cénit de su engrandecimiento, en la cumbre misma de su pujanza y de su expansión, irradie altos valores espirituales y pacifistas, como el que lo llevara vuestro insigne presidente desaparecido (Woodrow Wilson), a convocar en Ginebra -después de la trágica hecatombe de la civilización contemporánea- a todos los pueblos, para que, como bajo el santuario de una solemne basílica, reafirmaran para las naciones el precepto eterno y luminoso que el divino Maestro promulgó: ‘Amaos los unos a los otros’”
Hipólito Yrigoyen
Fuente: www.elhistoriador.com.ar