Si hay algo que no se puede negar es que María Josefa Ezcurra no siguió los cánones de comportamiento que se esperaban de una mujer durante la primera mitad del siglo XIX. Nacida en Buenos Aires el 26 de noviembre de 1785, hija de Teodora de Arguibel y Juan Iganacio Ezcurra y hermana de Encarnación Ezcurra (futura esposa de Juan Manuel de Rosas), María Josefa fue una protagonista destacada del período de guerras civiles que enfrentaron a unitarios y federales.
De joven, se casó con un primo peninsular por arreglo familiar, pero entonces ya estaba enamorada de Manuel Belgrano. Abandonada por su esposo tras los sucesos de Mayo de 1810, con 27 años y sin hijos, se dice de María Josefa que era una casada con la libertad de una viuda. Entonces, con gran valentía y arrojo, acompañó a Belgrano en su campaña al Norte, y allí mismo quedó embarazada del general.
Pedro Pablo nació en Santa Fe y luego fue adoptado por su hermana Encarnación, recién casada con Rosas, quien le dio su apellido. Recién a los 18 años, el niño conocería su verdadera filiación. En tanto, durante aquellos años de guerra civil, María Josefa se puso al servicio del proyecto político de su cuñado.
Esto le granjeó grandes críticas de parte de sus rivales liberales y unitarios. Entre sus máximos detractores se encontró José Marmol, quien la caracterizó en su novela Amalia, como una febril activista y dirigente de sectores populares, sobre todo los mulatos, en una relación de tipo clientelar.
En su casa de la calle Alsina -según se ha dicho- se manejaban muchos de los resortes más importantes del poder rosista. Sin embargo, su relación con Rosas fue zigzagueante y se habría alejado de él hacia el final de su gobierno.
En esta oportunidad, para recordar su nacimiento, reproducimos un fragmento de Amalia, que debe interpretarse a la luz del odio que despertaba su figura entre los exiliados antirrosistas.
Fuente: José Mármol, Amalia, Buenos Aires, Ramon Espasa y Compañía Editores, pág. 158.
«Baste decir, por ahora, que en la hermana política de don Juan Manuel de Rosas, estaban refundidas muchas de las malas semillas que la mano del genio enemigo de la humanidad arroja sobre la especie, en medio de las tinieblas de la noche, según la fantasía de Offmann. Los años 33 y 35 no pueden ser explicados en nuestra historia sin el auxilio de la esposa de don Juan Manuel de Rosas, que sin ser malo su corazón, tenía, sin embargo, una grande actividad y valor de espíritu para la intriga política; y los 39, 40 y 42 no se entenderían bien si faltase en la escena histórica la acción de doña María Josefa Ezcurra. Esas dos hermanas son verdaderos personajes políticos de nuestra historia, de los que no es posible prescindir, porque ellas mismas no han querido que se prescinda; y porque, además, las acciones que hacen relación con los sucesos públicos no tienen sexo. La naturaleza no predispuso la organización de la hermana política de Rosas para las impresiones especiales de la mujer. La actividad y el fuego violento de pasiones políticas debían ser el alimento diario del alma de esa señora. Circunstancias especiales de su vida habían contribuido a desenvolver esos gérmenes de su naturaleza. Y la posición de su hermano político y las convulsiones sangrientas de la sociedad argentina le abrían un escenario vasto, tumultuoso y terrible, tal cual su organización lo requería. Sin vistas y sin talento, jamás un ser oscuro en la vida del espíritu ha prestado servicios más importantes a un tirano que los que a Rosas la mujer de que nos ocupamos; por cuanto la importancia de los servicios para con Rosas estaban en relación con el mal que podía inferir a sus semejantes; y su cuñada con un tesón, una perseverancia y una actividad inauditos le facilitaba las ocasiones en que saciar su sed abrasadora de hacer el mal. Esta señora, sin embargo, no obraba por cálculo, no; obraba por pasión sincera, por verdadero fanatismo por la Federación y por su hermano; y ciega, ardiente, tenaz en su odio a los unitarios, era la personificación más perfecta de esa época de subversiones individuales y sociales, que había creado la dictadura de aquél.»
José Marmol
Fuente: www.elhistoriador.com.ar