La Guerra del Chaco, petróleo, armas y geopolítica


En 1932, el gobierno boliviano de Daniel Salamanca decidió ir a la guerra contra el Paraguay, dejando atrás un período de cinco años de ataques crónicos en la frontera con su vecino del sureste. Creía que una pronta victoria le permitiría afrontar distintos frentes: el interno y el externo.

En el primero de ellos, aunó esfuerzos en una unidad patriótica y aprovechó para atacar opositores y cerrar sindicatos que denunciaban que el costo de la crisis del 29 lo estaba pagando el pueblo en su conjunto. En el frente externo, se proponía hacerse con el Chaco Paraguayo, y con ello de una salida fluvial, luego de haber perdido tres décadas atrás la salida al océano Pacífico con Chile.

Los paraguayos no buscaron la guerra, pero volverían a mostrar que, pese a los históricos embates de sus vecinos (hacía medio siglo había sido devastado por la Triple Alianza –Uruguay, Brasil y Argentina-), tendrían con qué responder. Luego de sufrir la toma de su primer fuerte el 18 de julio de 1932 y tras convocar a Washington para mediar de inmediato, el avance boliviano le llevó a decretar la movilización general.

La contraofensiva paraguaya, cuyo punto de inflexión se vivió en la Batalla del Boquerón (septiembre de 1932), le permitió recuperar los fuertes fronterizos y, pronto, ingresar a la región andina, donde se detuvo para el inicio de las arduas negociaciones que siguieron.

En ambos países, los procesos desatados por la guerra fueron altamente renovadores. A caballo de la tragedia sufrida, las tibias fuerzas liberales en ambos países chocaron con el protagonismo de los militares en la política interna, con una política de nacionalismo económico novedosa, la cual, en el caso boliviano, se evidenció con la nacionalización de los pozos petrolíferos tras la guerra.

Fue en efecto la cuestión petrolera la subyacía tras el conflicto. La versión más difundida fue que la Standard Oil of New Jersey y la Royal Dutch Shell alentaron a ambos países a disputarse los yacimientos de petróleo existentes en la región. La Guerra del Chaco fue, según esta versión, una guerra imperialista entre Estados Unidos –con mayor presencia en Bolivia- y Gran Bretaña –presionando sobre Paraguay-. Hipótesis al margen, nadie negó que varias potencias se beneficiaron e hicieron grandes negocios con la venta de armas, aviones, municiones y otros pertrechos de guerra. El resultado del conflicto tampoco estuvo ajeno a los intereses económicos, petroleros, y geopolíticos de Brasil y Argentina, de quienes se dijo demoraron los tratados de paz para conseguir un resultado conveniente a sus pretensiones.

El primer alto al fuego fue firmado el 12 de junio de 1935. Tres años más tarde, el 21 de julio de 1938, en Buenos Aires y con la intermediación del canciller argentino, Carlos Saavedra Lamas, se firmaría el acuerdo definitivo del más grande conflicto bélico que vivió la región en el siglo XX. El saldo de la guerra fue desastroso: murieron poco menos de 100 mil jóvenes bolivianos y más de 30 mil paraguayos. Bolivia, que había iniciado el conflicto, perdió una quinta parte de su territorio.

Por su intermediación en esta guerra, impulsada por las grandes compañías petroleras Shell y Esso, Saavedra Lamas había recibido el premio Nobel de la Paz en 1936. Sin embargo, el diplomático norteamericano Cordell Hull se adjudicaría la autoría de la mediación con estas palabras: «El verdadero éxito sólo puede llegar si se induce a nuestros adversarios a convertirse en nuestros aliados, convenciéndolos de que nuestras ideas son sus ideas. De manera ocasional, ello implica reconocer a estadistas de otros países como autores de las ideas que yo mismo profesaba. (…) Yo mismo podía haber presentado a la conferencia la resolución sobre la paz que había preparado, en lugar de ofrecérsela a Saavedra Lamas… Pero si lo hubiese hecho, sin duda la Argentina la hubiera combatido en base a argumentos técnicos, y la unanimidad requerida se habría desvanecido. Me pareció más prudente, dadas las circunstancias, que la presentara el jefe de la delegación argentina».

Recordamos la fecha en que se consiguió la paz en este trágico conflicto con las palabras del cuestionado canciller argentino.

Fuente: Audio de  Carlos Saavedra Lamas; en historia visual de la Argentina, 1900-2000, CD2 1931-1955, Buenos Aires, Primate Multimedia.

«No ignoro que la guerra no se eliminará del mundo con convenciones prácticas ni con tratados, por perfectos que sean. Siempre habrá un ambicioso, un loco, o un ignorante, que se decida desgarrar los papeles que se hayan escrito cada vez que suponga que la oportunidad le es propicia. Pero por lo mismo, conviene simplificar y no complicar la cuestión. Todo cuanto podemos alcanzar, en el estado actual de nuestra civilización, son acuerdos entre naciones que permitan eludir la guerra, postergarla, hacerla cada vez menos frecuente

 

Saavedra Lamas

Fuente: www.elhistoriador.com.ar