Fuente: Felipe Pigna, Los mitos de la historia argentina 3, Buenos Aires, Planeta, 2006, págs. 299-301.
Las potencias occidentales más importantes de la época (EEUU, Inglaterra y Francia), no vieron con desagrado la llegada de Hitler al poder en 1933. Lo veían como un posible aliado en el control del movimiento obrero y un freno al expansionismo soviético. Años más tarde, en 1938, cuando ya se conocían las persecuciones de los nazis y los horrores de los primeros campos de concentración, el Primer Ministro Inglés, del Partido Conservador, Lord Chamberlain, viajó a Berlín, se reunió y le reconoció la anexión de Austria y la ocupación de Checoslovaquia.
Todo cambió cuando en 1939 Alemania firmó el pacto de no agresión y el reparto de Polonia con la Unión Soviética. El 1º de septiembre Alemania invadió Polonia, lo que provocó la reacción inmediata de Inglaterra y Francia, que ahora sí vieron amenazados sus intereses y se dispusieron a frenar el avance alemán, dando así comienzo a la Segunda Guerra Mundial.
Hasta 1941 la guerra tuvo carácter marcadamente europeo. Se enfrentaban Inglaterra y Francia contra Alemania e Italia. Pero en 1941 ocurrieron dos hechos que cambiaron la historia: por un lado los nazis invadieron la Unión Soviética, provocando la entrada de este país en el conflicto, y por otro, los japoneses atacaron la base norteamericana de Pearl Harbor en el Pacífico, provocando el ingreso de los EE.UU. a la guerra. De esta manera quedaron conformados dos bandos: los Aliados, en el que se encontraban Inglaterra, EEUU, y la URSS (Francia había sido ocupada por los nazis en 1940); y el Eje, formado por Alemania, Italia y Japón.
La guerra se desarrolló en diferentes frentes: Europa Occidental, el frente ruso, el Norte de África y el Extremo Oriente. A partir de 1943, la victoria pareció estar más cerca de los Aliados. Italia comenzó a ser ocupada y el ejército alemán sufrió una terrible derrota en el frente ruso y perdió cientos de miles de hombres y equipos. El 6 de junio de 1944, recordado como el «Día D», las tropas aliadas lanzaron la mayor invasión marítima de la historia sobre las costas de Normandía en Francia. Desde allí las tropas fueron reconquistando Francia con la ayuda de la población civil enrolada en los grupos guerrilleros de la Resistencia. Al avance aliado desde el occidente le correspondió el implacable avance soviético por el este. A esto se sumaron los permanentes bombardeos sobre las principales ciudades alemanas.
El dictador italiano no pudo frenar el avance de las tropas aliadas. Con apoyo alemán se refugió en el norte de Italia e intentó seguir gobernando pero fue capturado por un grupo de partisanos (guerrilleros italianos) y poco después fusilado. Su cadáver fue expuesto en una plaza pública.
Hitler decidió resistir los ataques y los bombardeos hasta el último momento, aumentando inútilmente el sacrificio de la población civil alemana. Se encerró junto a su mujer y sus colaboradores más cercanos en un refugio antiaéreo (bunker) y a fines de abril de 1945 se suicidó. Alemania firmó la capitulación el 2 de mayo.
A pesar de la rendición de sus aliados (Alemania e Italia), Japón seguía combatiendo en el Pacífico. El ejército japonés lanzaba a los pilotos suicidas (kamikazes) contra barcos e instalaciones norteamericanas. Los Estados Unidos evaluaron que la guerra podría prolongarse demasiado y decidieron probar en territorio japonés la bomba atómica. Así ocurrió: el 6 de agosto de 1945 la ciudad de Hiroshima fue destrozada, falleciendo o quedando gravemente herida la mayoría de la población. El infierno volvió a repetirse tres días después, cuando la aviación norteamericana lanzó otra bomba atómica, esta vez sobre la ciudad de Nagasaki. El 2 de septiembre Japón firmó la rendición incondicional. Terminaba la Segunda Guerra Mundial.
El saldo en vidas humanas fue terrible: cerca de 50 millones de muertos. El mapa político europeo volvió a cambiar. Alemania quedó dividida en dos estados: Alemania Occidental (bajo la influencia norteamericana) y Alemania Oriental (bajo la influencia soviética). La Unión Soviética compensó con creces sus pérdidas de 1917 y aumentó su territorio. En las conferencias de Paz de Yalta y Postdam, los dos grandes vencedores del conflicto, los Estados Unidos y la Unión Soviética, acordaron combatir el fascismo, evitar su rebrote y se repartieron las áreas de poder e influencia en todo el mundo.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar