Lo humorístico no es un “arte menor”


Fuente: Revista PanoramaLa revista de nuestro tiempo, Nº 39, Buenos Aries, agosto de 1966, págs. 20-21.

Existe una especie de propensión general a menospreciar el arte de los dibujantes humoristas. Se suele hablar de un “arte menor”, valoración falsa por completo. Cuando se conocen los dibujos satíricos, referidos a hechos diarios, de Picasso, o los trabajos de Steinberg, o Castelao o los de nuestro Oski, no se puede ya de ningún modo hablar de “arte menor”. Solamente hay artistas mayores y artistas menores.

Una recopilación del trabajo realizado entre nosotros por los dibujantes humoristas en lo que va del siglo, asombraría por su insospechado valor. Aunque no es este el caso de ponerse a hacer historia, es necesario determinar que en los años alrededor del 40 –época sumamente importante para establecer una madurez de Buenos Aires– se produce un cambio súbito y radical en el humor de nuestros dibujantes. Hasta allí, el humor era simple, directo, un poco familiar, sin acritud ni intelectualizaciones. Era el humor de Linage (¡Sonaste, Maneco!), de Héctor Rodríguez (El Nuevo Rico: ¡Federico, a casa!), de don Pancho Talero, historieta que cerraba cada número de la desparecida revista El Hogar. Dante Quinterno aportaba sus personajes: Patoruzú, aún vivito y coleando y Don Fermín y sus inquilinos El Ñato Crosta y Constantino. Todos ellos, escogidos un poco al azar del panorama general de la época, reflejaban de modo amable y nada agresivo, las contradicciones y conflictos de una conformación social que se iba solidificando. Maneco era el pituco a ultranza, vestido de impecable “dinner jaquet” y cuello duro pero sin un peso en el bolsillo. El Nuevo Rico, que manejaba como un muñeco a su imperturbable lacayo Federico, era el Burgués de reciente ascensión que encendía sus habanos con billetes de cien pesos. Don Pancho Talero era el criollo enriquecido, de hábitos camperos y ducho en politiquerías que chocaba con las aspiraciones de status de su mujer. Patoruzú, el indio dueño de media Patagonia, tan conocido que es ociosa su descripción, es uno de los personajes de historieta mejor arquitecturado que se conocen. Don Fermín, el actual don Fierro, era el eterno burócrata que para ayudarse alquilaba comodidades a Crosta y Constantino, dos desocupados, grupo social numeroso y arquetípico de aquellos años.

Los dibujantes políticos, sobre todo los agrupados en la por muchos motivos inolvidable Crítica, de Natalio Botana, jugaron un rol principalísimo comentando la última guerra mundial y la guerra civil de España. Todos ellos, no obstante la causticidad del lapidario Roberto, hacían uso de un humor directo y nada intelectual al estilo de: “La tormenta se Abisinia”, comentando la resistencia del pueblo de Haile Selassie a las tropas del Duce.

Poco después del 40 hace irrupción en el humor gráfico una nueva generación. Una generación que no solo se sentía comprometida, sino que lo manifestaba por medios de conceptos estéticos nuevos y de alto valor. Sin pecar de injustos, consideramos epígono de ese grupo a Oscar Conti (Oski), creador de formas y conceptos que aún hoy nutren la obra de casi todos los dibujantes humoristas del país. Carybé, hoy radicado en Brasil y casi desconocido aquí por las generaciones jóvenes, pertenece a la misma promoción y tiene mucho de común con Oski, sobre todo por su destino trashumante y su mufa. Ambos poseen conocimientos artísticos más que profundos, ambos son pintores de primera agua y también ejercieron varias disciplinas plásticas. Carybé, particularmente, es un notable ceramista.

Oski siguió luego su carrera en la inolvidable Rico Tipo del 45 (Cotta, Toño Gallo, Juan Mondiola) para continuarla luego aquí y en el extranjero, acuciado por su permanente “afán de irse”. Chile, Cuba, Italia, entre otros países, reciben el aporte de su singular talento de dibujante y su humor único. En Italia concibió hace pocos años un almanaque para el editor Mondadori que el Gebausgraphik de Alemania publicó como ejemplo de gran trabajo publicitario.

El aporte de Oski es de singular importancia, ya que siguiendo sus huellas se formaron las sucesivas generaciones de humoristas a quienes él abrió el camino. Dibujante de excepcional habilidad y amante de lo minucioso y de la multiplicación de pequeños detalles accesorios que hacen que su dibujo no pueda recorrerse de una sola ojeada, creó unos tipos dibujados con trazos de aparente torpeza, trazos que se persiguen a sí mismos con premeditada visión ingenua, destruyendo los cánones del dibujo caricaturesco al uso. En Oski  el dibujo ya no es deformación ridícula sino una nueva versión de las cosas. Los perros de Oski, los caballos de Oski, sus pájaros, sus millonarios, sus malevos, son totalmente insólitos. Poseen una profunda vida interior que los asemeja a sus arquetipos, pero son ellos mismos. La imagen de César Bruto que creara para ilustrar “Los grandes inbento de este mundo” sirvió de base para la caracterización del personaje que Tato Bores viene ofreciendo por TV, poniendo en cámara otra creación de Carlos Warnes (César Bruto), quien formó con Oski un dúo de talentoso intercambio de humor en una conjunción difícil de repetir. La obra de Oski es vastísima y muy difundida. Desde su personaje Amarroto (famoso en Chile, con revista que lleva su nombre) y su insólito sobrino Guy, hasta sus naipes y su “Fausto”. Pero tal vez su obra capital sea la “Vera Historia de Indias”, maravillosa ilustración de fragmentos de cronistas históricos, de caligrafía pocas veces igualada aquí y de humor que llega a altísimo grado.

El siguiente hito en la promoción de dibujantes humoristas de nueva visión lo constituye Tía Vicenta, pero entre ésta y Oski se produce un hecho bastante singular: la aparición de Calé. Este dibujante se distingue por tres hechos principales. Primero, es el único de estos últimos veinte años en quien no ejerce ninguna influencia la avasalladora personalidad de Steinberg, el genial artista radicado en EE.UU. y tal vez el más importante de esta generación. En segundo lugar, su carencia total de intelectualización y por último el haber dedicado casi toda su labor a escudriñar de manera agudísima esta ciudad de la pizza y la quiniela.

Calé, lamentablemente desparecido en plena juventud, fue un reo auténtico, hombre de Villa Real e hincha de River. Periodista de buena pluma, creó una serie “Buenos Aires en camiseta” que publicaba en Rico Tipo, con agudísimos comentarios sobre lo cotidiano de esta ciudad. Su dibujo no alcanzaba la calidad artística de Oski, pero la perfecta conjunción de los monos con el texto inmortalizó tipos inconfundibles. Tardíamente comprendido en los medios intelectuales, siempre proclives a menospreciar lo popular hasta que Buenos Aires empezó a ponerse de moda, se realizó un cortometraje con esa serie de sus dibujos, pero durante su realización el dibujante falleció.

Cuando Landrú creó Tía Vicenta, con mucha inspiración de La Codorniz de Madrid, llevaba algún tiempo trabajando en publicaciones diversas. Hombre dueño de humor efectivo, supo rodearse de un equipo formidable que marcó una época en el humor argentino. Si como dibujante es mediocre, como periodista es sagaz y agudo y el tono mordaz y cáustico de la revista, adoptó los dibujantes que convenían a su contenido. Del grupo que la constituían se destacaron inmediatamente Kalondi, Copi, pero, por sobre todos, Quino y Brascó, ejerciendo un humor bastante negro.

Estos dos constituyen –junto con Oski y Calé- el cuarteto en que se logra lo más importante del actual humor gráfico argentino. Quino (Joaquín Lavado) mendocino, tímido, flaco y con modales y atuendo de lord inglés, quiso pintar con Battle Planas. “Me di cuenta de que no podía dar lo que él me pedía”. Recorrió todas las redacciones sembrando dibujos hasta anidar en Tía Vicenta. Su carrera es muy conocida, para repetirla. La riqueza intelectual de sus realizaciones es tan poderosa y su compromiso con la realidad es tan total que su labor puede medirse en importancia con la de Oski, el maestro, aunque su dibujo aún en período de sufrir influencias, deje exigencias por cumplir.

Miguel Brascó, poeta exquisito y abogado con cara de abogado que parece dibujada por él mismo, dueño de la más insólita oreja de Buenos Aires, es excelente caricaturista y sumamente intelectual. Su línea es torturada y sinuosa. Son notorios sus personajes tocados con extrañísimos sombreros que hicieron escuela y le proveyeron del innegable signo de popularidad que son los imitadores.

Estos cuatro artistas demuestran que el dibujo de humor no es de ningún modo un arte menor.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar