Mohandas Karamchand Gandhi nació el 2 octubre 1869, en la ciudad hindú de Porbandar, poco antes de que la reina Victoria de Inglaterra se proclamara emperatriz de la India. Con más de 300 millones de habitantes y enormes riquezas, este inmenso territorio asiático se había convertido en la joya de la corona británica. Nacido en el seno de una familia de casta superior, cuando tenía 19 años, Gandhi prometió a su madre no tocar la carne, el vino, ni las mujeres, como condición para estudiar derecho en Inglaterra. Devoto del vegetarianismo y crítico de la lujuria, Mahatma -así llamado por considerársele «grande de espíritu»- dio un giro a su vida durante un viaje en tren en Sudáfrica, cuando fue expulsado de la formación acusado de «negro». Entonces, se convenció de luchar contra cualquier forma de racismo y colonialismo, pero no de cualquier forma, sino a través de la no violencia y la resistencia pasiva. Desde fines del siglo XIX, Gandhi se dedicó a defender las luchas sociales, aunque ello le conllevara prolongados tiempos de encarcelamiento y huelgas de hambre. Llegó a afirmar que «ir a prisión es un honor cuando el gobierno del país es injusto». Hacia 1920, se volcó hacia la actividad política, encabezando las luchas independentistas. Después de tres siglos de colonización inglesa, en 1947, la India logró su independencia. Pero la guerra fratricida entre musulmanes e hindúes, que derivaron en la conformación de Pakistán, fue el nuevo contexto en que encontró su muerte, a manos de un fanático hindú, luego de abandonar un ayuno que perseguía la paz entre las dos comunidades.
Fuente: Mahatma Gandhi, Reflexiones sobre la no violencia, Buenos Aires, Editorial Longseller, 2004.
Debiéramos avergonzarnos de descansar o de disponer de una comida completa mientras haya un hombre o una mujer físicamente aptos sin trabajo o sin alimento. Le es permitido al mundo reírse de mí porque me desprendo de toda propiedad. Para mí ese desprendimiento ha sido una ganancia positiva. Por lo tanto acaso sería válido afirmar que aunque predico la pobreza soy un hombre rico. Nadie ha sugerido nunca que el opresor pauperismo pueda conducir a algo que no sea la degradación moral. Aun en un mundo más perfecto fracasaríamos en el intento de evitar las desigualdades, pero podemos y debemos evitar la rivalidad y la amargura. La idea de la guerra de clases no me atrae. Quienes hablan de la guerra de clases como de algo inevitable no han comprendido las implicaciones de la no violencia o las han comprendido sólo a flor de piel. No puede terminarse con la explotación del pobre por medio de la destrucción de unos cuantos millonarios, sino eliminando la ignorancia del pobre y enseñándole a no cooperar con sus explotadores. Esto también convertirá a los mismos explotadores. El capital en sí mismo no es un mal; lo que está mal es su uso injusto. El capital, de una u otra manera, siempre será necesario. El absoluto renunciamiento a todas las posesiones personales es algo que muy pocos, inclusive entre la gente común, son capaces de poner en práctica. Todo cuanto legítimamente puede esperarse de la clase acaudalada se reduce a que conserve su riqueza y su talento… y los use para servir a la sociedad.
Mahatma Gandhi
Fuente: www.elhistoriador.com.ar