Autor: Felipe Pigna
En la región que hoy es el noroeste argentino existían cinco culturas predominantes: lules, tonocotés, atacamas, diaguitas y omaguacas. Las dos últimas fueron las más resistentes a la conquista, protagonizando importantes levantamientos que pusieron en jaque el dominio de los españoles sobre una zona estratégicamente relevante para el imperio español porque era el nexo entre el Alto Perú y sus riquezas mineras y el Río de la Plata. 1
En 1563 esa zona formaba parte de la provincia de “Tucumán, Juríes y Diaguitas”. 2 Ya desde las primeras incursiones españolas, los indígenas les infligieron duros ataques, haciendo fracasar el intento de fundación de muchas ciudades. El más resonante de estos levantamientos fue el liderado por Juan Calchaquí, cuyo nombre guerrero terminará nombrando esa hermosa región de lo que hoy es la Argentina.
Juan Calchaquí era cacique de Tolombón, y su autoridad era reconocida por distintas comunidades y grupos étnicos. Cuando se pretendió imponer el salvaje sistema de la encomienda, Juan organizó a su pueblo y lanzó fulminantes ataques sobre las ciudades de Córdoba del Calchaquí, Londres y Cañete, que debieron ser despobladas por los españoles a lo largo de 1536, el mismo año en que la resistencia de los querandíes hacía fracasar estrepitosamente el intento de Pedro de Mendoza de fundar Buenos Aires. Sólo quedó medianamente en pie en aquella zona la ciudad de Santiago del Estero. Los españoles se propusieron reconquistar la región y crearon la Gobernación de Tucumán, al frente de la cual nombraron a Francisco de Aguirre. Pero la resistencia continuó imparable hasta 1588, cuando el gobernador Juan Ramírez de Velasco logró someter a un hijo de Juan Calchaquí. Aun así, la paz lograda fue momentánea e inestable.
Pronto renacieron otros movimientos como el liderado por Viltipoco, curaca de Purmamarca, que se lanza a la lucha con 10.000 guerreros luego de la tercera y definitiva fundación de la ciudad de San Salvador de Jujuy en abril de 1593. Las poblaciones indígenas se resistieron al cruel régimen de encomiendas que se pretendía imponer. Viltipoco logró reunir a los líderes de la zona y planeó un ataque combinado sobre Salta, Tucumán, Jujuy, La Rioja y Madrid de las Juntas; pero traicionado y capturado mientras dormía, fue retenido como rehén por los conquistadores hasta su muerte.
En 1630 se produjo un nuevo gran alzamiento en la región. El enfrentamiento comenzó cuando el encomendero Juan de Urbina descubrió una mina de oro. Los “indios”, temerosos de que se los obligara a trabajar en ella, mataron al encomendero y a su familia. Los españoles se enfurecieron y lanzaron una durísima represión sobre la región, que fue respondida como correspondía por el cacique diaguita Juan Chalemín (o Chalimín) y su gente. Atacaron las ciudades de Londres (la segunda de ese nombre en la región) y Nuestra Señora de Guadalupe, que quedaron en ruinas. Tras duros combates, en los que los hombres de Chalemín mandaron al infierno tan temido a varios españoles, el líder fue derrotado, ejecutado y su cabeza fue expuesta en una pica en la Plaza de La Rioja, para que se viera, en aquellos días de 1637, de qué lado estaba la “civilización”.
El amigo Víctor Heredia le dedica esta canción en su notable disco Taki Ongoy:
En el valle Calchaquí
Como un algarrobo más.
Hay un hombre que se aferra
A sus montes, a su tierra,
Una flor en el desierto
Que va en nombre de sus muertos a luchar.
Para mí no es solo un hombre,
Es un grito de millones
Que resuena por los Andes,
De coraje, de bravura y libertad,
Juan Chalimín, Juan Chalimín.
Son Malfines, Andalgaes,
Abaucanes, Calchaquíes.
Van unidos a la gloria
De morir si es necesario.
Dignifico aquí su sangre,
Dignifico aquí su nombre por amor.
Han escrito en nuestros valles
Lo mejor de nuestra historia
Y rescato en su memoria
Nuestra raza libertaria calchaquí,
Juan Chalimín, Juan Chalimín.
Como condena al resto de la comunidad, se impuso por primera vez el destierro de las poblaciones insurrectas, “repartidas” en tierras lejanas y sometidas al régimen de yanaconazgo. 3 Comienza así una política de “extrañamiento” o “desnaturalización”.
Referencias:
1 Carlos Martínez Sarasola, Nuestros paisanos los indios, Emecé, Buenos Aires, 1992, pág. 101.
2 Raúl Mandrini, La Argentina aborigen, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008, pág. 200.
3 Bajo el sistema colonial español, el yanaconazgo era una de las formas de explotación más crueles para los indígenas. Los yanaconas (como se llamaba a las personas sometidas a este régimen) perdían los vínculos con su comunidad de origen; esto significaba poco menos que la muerte en vida, ya que la solidaridad y la reciprocidad sólo posibles con el mantenimiento de lazos comunitarios) eran la base de toda su cultura, en el más amplio sentido de la palabra.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar