San Martín acariciaba hacía tiempo el sueño de entrar en Lima y terminar con el centro del despotismo español en América. Hacía dos años había dirigido una carta a los peruanos en las que les decía que estaba dispuesto a ingresar, dirigido por las autoridades de Chile y las Provincias Unidas, para defender la causa de la libertad. Así, en agosto de 1820 partió desde Valparaíso hacia el norte, con una escuadra de 24 buques y 4800 soldados.
Luego de sucesivas victorias y alertando a todo el pueblo del Perú los motivos de su llegada, San Martín ingresó a Lima, donde miles de españoles mantenían todavía su influencia económica y política. Finalmente, el 28 de julio, el general nacido en Yapeyú proclamó la independencia del país del antiguo imperio inca.
De inmediato se formó un gobierno independiente que nombró a San Martín su Protector, con plena autoridad civil y militar. A pesar del disgusto que le acarreaba dicha responsabilidad, lo habían convencido de que el peligro realista todavía no había desaparecido. Una de las primeras acciones del nuevo gobierno fue decretar la reforma del sistema de esclavitud, tendiente a eliminar dicha institución centenaria.
Recordamos en esta oportunidad las palabras de San Martín cuando proclamó poco más tarde la abolición de la esclavitud, el 12 de agosto de 1821.
Fuente: Ricardo Levene, Historia de América, Tomo VI, Independencia y organización constitucional, Jackson Editores, Buenos Aires, 1940, pág. 119.
“Cuando la humanidad ha sido altamente ultrajada y por largo tiempo violados sus derechos, es un grande acto de justicia, si no resarcirlos enteramente, al menos dar los primeros pasos al cumplimiento del más santo de todos los deberes. Una porción numerosa de nuestra especie ha sido hasta hoy mirada como un efecto permutable, y sujeto a los cálculos de un tráfico criminal: los hombres han comprado a los hombres, y no se han avergonzado de degradar la familia a que pertenecen, vendiéndose unos a otros. Las instituciones de los siglos bárbaros apoyadas con el curso de ellos, han establecido el derecho de propiedad en contravención al más augusto que la naturaleza ha concedido. Yo no trato, sin embargo, de atacar de un golpe este antiguo abuso: es preciso que el tiempo mismo que lo ha sancionado lo destruya: pero yo sería responsable a mi conciencia pública y a mis sentimientos privados, si no preparase para lo sucesivo esta piadosa reforma, conciliando por ahora el interés de los propietarios con el voto de la razón y de la naturaleza. Por tanto declaro lo siguiente: 1) Todos los hijos de esclavos que hayan nacido y nacieren en el territorio del Perú desde el 28 de julio del presente año en que se declaró la Independencia, comprendiéndose los departamentos que se hallen ocupados por las fuerzas enemigas y pertenecen a este Estado, serán libres y gozarán de los mismos derechos que el resto de los ciudadanos peruanos, con las modificaciones, que se expresarán en un reglamento separado. 2) Las partidas de bautismo de los nacidos serán un documento auténtico de la restitución de este derecho. Imprímase, publíquese y circúlese.»
José de San Martín
Fuente: www.elhistoriador.com.ar