San Martín llega a Buenos Aires 9 de marzo de 1812


Fuente: Felipe Pigna, La voz del Gran Jefe. Vida y pensamiento de José de San Martín, Buenos Aires, Planeta, 2014, págs. 119-126.

Soplaba un cruel viento frío aquella mañana de invierno inglés del domingo 19 de enero de 1812, cuando zarpó la fragata de la Armada de Su Majestad, George Canning. Era una nave mercante de tres palos comandada por Sebastian Julloch que traía manufacturas inglesas para llevarse cueros y otras materias primas, cuestiones de la división internacional del trabajo. Venían a bordo unos veinte pasajeros; entre ellos nos interesan particularmente José de San Martín, Carlos de Alvear, Matías Zapiola, Francisco Chilavert, el capitán de infantería Francisco Vera1 y un oficial, nacido en el Imperio Austríaco, pero al servicio de la corona española, Eduardo Kaunitz, que se haría más conocido por su título de barón de Holmberg, cuya vida ya comenzaba a tornarse novelesca.2 Alvear generaba cierta envidia en el pasaje masculino porque hacía la travesía acompañado por su bella esposa, María del Carmen Sáenz de Quintanilla, una joven andaluza de 18 años nacida Jerez de la Frontera, con quien se había casado en Cádiz el 26 de julio de 1809, en plena guerra contra los franceses.

También venían en la nave dos jóvenes inglesas, Frances, de 23 años y Mathilda, de 20, hermanas de Peter Kendall, un comerciante establecido en el Río de la Plata que regresaba a Buenos Aires en ese viaje. Pero el pasajero mejor atendido del pasaje fue sin dudas Thomas Eastman 3, nada menos que el dueño de la George Canning. Los hermanos John y William Parish Robertson, que conocieron a Eastman en el Río de la Plata, lo llamaban “nuestro amigo Mr. E” y brindaban esta descripción: “Mr. E. era entonces, y lo ha seguido siendo durante su ininterrumpida residencia de treinta años en Buenos Aires, el predilecto de sus compatriotas en aquella ciudad. Al tiempo de que hablo se trataba de un caballero de apariencia fornida, estatura mediana, ágil, y que frisaba los cuarenta años. Ya entonces, quizá por la seriedad de sus maneras y su paternal interés para con sus amigos jóvenes, se le conocía familiarmente por ‘El viejo E.’ […] Mr. E. vino a Buenos Aires en 1811, a bordo de un hermoso barco, el George Canning, trayendo como compañeros de viaje al general San Martín, al señor Kendall y a las bellas hermanas de este último, las señoritas Kendall. Antes de llegar a Buenos Aires, ya Mr. E. se hallaba encariñado con San Martín, con Mr. Kendall y en especial con las señoritas Kendall como si todos hubieran sido sus propios hijos. Este amigo, antes de venir a Buenos Aires, era conocido y respetado en Londres como miembro del Lloyd’s”. 4

(…)

En los cincuenta días que duró el viaje, San Martín estableció una buena y duradera relación con el joven José Vicente Chilavert5 y, según una tradición familiar, tuvo largas conversaciones con Peter Kendall. 6 Es muy probable que también terminase de acordar con Alvear y Zapiola los pasos inmediatos: fundar la Logia de Buenos Aires y asegurar que sus planes se llevasen a cabo. A pocas millas de distancia del puerto de Buenos Aires, la George Canning se topó con parte de la escuadra española sitiadora poniendo en serio riesgo a la nave y sus ocupantes. Fue entonces cuando el alférez Zapiola, que había salido de España hacia Londres con un pasaporte falso a nombre de Antonio Prieto, asumió el comando de la nave y consiguió filtrarse en las balizas interiores y trasponer las líneas enemigas. (…)

El sable corvo
San Martín había embarcado con lo más voluminoso y necesario de su equipaje, los varios cajones que contenían su nutrida biblioteca. También, entre sus pocas pertenencias, traía una adquisición reciente: un sable mameluco, de hoja curvada. Derivado de la shamshir o cimitarra persa, este sable liviano, muy efectivo en una carga al galope, era el habitual de los jinetes mamelucos 7 que Napoleón había tenido que enfrentar durante su campaña en Egipto. A partir de entonces se convirtió en el arma preferida de los oficiales de caballería en Europa, tanto napoleónicos como de sus adversarios de las sucesivas coaliciones. Todo sugiere que San Martín compró su célebre sable corvo, que lo acompañaría de ahí en más, en una armería de Londres. 8

Un gobierno centralista y antipopular

En su edición del viernes 13 de marzo de 1812, la Gaceta de Buenos Aires, que tenía como a uno de sus principales redactores a Bernardo de Monteagudo, informaba: “El 9 del corriente ha llegado a este puerto la fragata inglesa George Canning procedente de Londres en 50 días de navegación: comunica la disolución del ejército de Galicia, y el estado terrible de anarquía en que se halla Cádiz dividido en mil partidos, y en la imposibilidad de conservarse por su misma situación política. La última prueba de su triste estado son las emigraciones frecuentes a Inglaterra, y aún más a la América Septentrional. A este puerto han llegado entre otros particulares que conducía la fragata inglesa, el teniente coronel de caballería D. José San-Martín, primer ayudante de campo del general en jefe del ejército de la Isla [de León] marqués de Compigny [sic, por Coupigny]; el capitán de infantería D. Francisco Vera; el alférez de navío D. José Zapiola; el capitán de milicias D. Francisco Chilaver [sic, por Chilavert]; el alférez de carabineros reales D. Carlos Alvear y Balbastro; el subteniente de infantería D. Antonio Arellano y el primer teniente de guardias valonas Barón de Olembert [sic, por Holmberg]. Estos individuos han venido a ofrecer sus servicios al gobierno, y han sido recibidos con la consideración que merecen por los sentimientos que protesta en obsequio de los intereses de la patria”.9

La exageración con que la Gaceta pintaba el panorama en España, 10 más allá de los problemas de comunicación con Europa, mostraba la necesidad de noticias alentadoras que tenía el gobierno de las Provincias Unidas, en ese momento ejercido por el Triunvirato.

Adictos al sistema de la Independencia
Por su parte las autoridades españolas de Montevideo alertaban a sus superiores del Consejo de Regencia de la grave noticia del arribo de los revolucionarios: “No puedo menos que manifestar –decía el capitán General de las Provincias del Río de la Plata- al Consejo de Regencia por el conducto de V.E. la grande sorpresa y sentimiento que me ha causado, como a todos los buenos españoles, este inesperado acontecimiento y representarle el gravísimo perjuicio que resulta al estado de la concesión de semejantes permisos a unos individuos como estos reputados por infidentes, y adictos al sistema de la independencia. Con estos sucesos logra sin duda el Tirano de la Europa aumentar sus triunfos, pues ellos menguan el concepto de nuestro gobierno a proporción que crece el número de rebeldes que toman particular empeño e interés en persuadir a todos que la España agoniza sin esperanza que reviva jamás”.11)

Referencias:

1 Francisco José de Vera (1770-?) era porteño y había ingresado en el ejército a los 12 años. Luchó contra las invasiones inglesas en la Banda Oriental y, sospechoso de adherir a la Revolución de Mayo, fue enviado preso a Cádiz en 1811. Logró fugarse y llegar a Inglaterra, donde conoció a Alvear. Integró después las fuerzas enviadas a la Banda Oriental, donde estuvo hasta la toma de Montevideo en 1814.
2 Eduard Ladislaus Kaunitz von Holmberg (1778-1853) había nacido en el Tirol, descendiente de una familia de Moravia (ambas regiones bajo la corona de Austria entonces). Su apellido aparece con variadas grafías: Kaunitz, Kainnitz, Kannitz, etc., pero en definitiva él y sus descendientes usarán el de Holmberg. Había estudiado en Prusia y formado parte de las tropas del ducado alemán de Berg, entonces al servicio de Napoleón, pero después se sumó a las Guardias Valonas, un cuerpo al servicio de España, formado por hombres reclutados principalmente en la actual Bélgica. En Cádiz conoció a Alvear, que lo convenció de sumarse al grupo que, tras la estadía en Londres, viajó al Río de la Plata. Holmberg se sumó al Ejército del Norte, bajo el mando de Belgrano, y organizó su artillería y maestranza. En 1813, de regreso en Buenos Aires, se casó con una prima de Carlos de Alvear, María Antonia de Balbastro.
3 Thomas Eastman (1770-1844), londinense, al menos desde 1810 tenía una empresa que realizaba viajes a América del Sur y al Lejano Oriente, compañía armadora que era propietaria de varias embarcaciones, entre ellas la George Canning. Sus negocios en Brasil y el Río de la Plata venían en aumento, y en definitiva Eastman se radicaría en Buenos Aires. En 1821, fue uno de los primeros suscriptores para crear el “cementerio de los disidentes” (el actual Cementerio Británico), donde sería enterrado al fallecer en Buenos Aires. Su hijo John Eastman (1805-1874) se establecería en Buenos Aires en 1828, donde se casaría con una sobrina de José Matías Zapiola, fundaría una de las primeras droguerías porteñas en 1834 y sería padrino de bautismo de Carlos Pellegrini. Véase el artículo del Dr. Eduardo C. Gerding, “1770 Thomas Eastman 02/01/1844”, en
http://cementeriobritanico.org/Prueba/thomaseastman.html.
4 J. P. y W. P. Robertson, Cartas de Sudamérica, Emecé, Buenos Aires, 2000, pág. 194-195. El Lloyd’s Register, llamado así por haberse fundado en el café de Edward Lloyd en Londres en el siglo XVIII, es la sociedad de clasificación y análisis de riesgos más antigua del mundo, de donde derivó también el más antiguo mercado de seguros. Como armador y corredor de seguros, Eastman era uno de sus miembros, por lo menos en 1810.
5 San Martín mantendría una amistosa correspondencia con él por largo tiempo. En una carta, fechada en Bruselas, el 1º de enero de 1825, lo llamaba “Primer Profesor de Economía Política”, lo que parece una broma afectuosa, surgida de sus conversaciones, ya que José Vicente Chilavert nunca fue profesor.
6 Gerding, op. cit.
7 Del árabe mamluk, literalmente, “propiedad” del sultán. Se trataba de la casta militar, originariamente formada por esclavos de los emperadores otomanos.
8 Como señala Miguel Ángel De Marco (op. cit., pág. 56), la rodela, pequeña pieza curva, en el extremo inferior de la vaina “indicaba que había sido fabricado en Gran Bretaña”, ya que los oficiales “ingleses arrastraban el sable”, lo que hacía necesario ese refuerzo.
9 Gazeta de Buenos Ayres, 13 de marzo de 1812; Junta de Historia y Numismática Americana, Gaceta de Buenos Aires (1810-1821). Reimpresión facsimilar, Buenos Aires, 1910, tomo III. Se ha modernizado la grafía.
10 Cádiz no sólo no estaba a punto de caer, sino que días después, el 19 de marzo, las Cortes se considerarían con la suficiente seguridad como para sancionar la Constitución liberal española de 1812. Por otra parte, si bien el 6º Ejército español (de Galicia y Asturias) no las tenía todas a favor, desde abril de 1811 se estaba reorganizando e iniciando una contraofensiva, bajo el mando de los generales Castaños y José María de Santocildes. Galicia estaba libre de ocupantes franceses, que también debieron retroceder de Asturias en enero de 1812.
11 Citado por Alfredo Villegas, San Martín y su tiempo, Depalma, Buenos Aires, 1976,pág. 241-242 (cursiva, punto al final)

Fuente: www.elhistoriador.com.ar