Autor: Mariano Fain
En las elecciones presidenciales argentinas de 1868, un candidato alcanzó la Presidencia de la Nación sin siquiera encontrarse en el país durante la campaña: Domingo Faustino Sarmiento.
Sarmiento, reconocido por su destacada labor en favor de la educación pública, se encontraba entonces desempeñándose como Ministro Plenipotenciario ante el Gobierno de Estados Unidos. Sin embargo, su figura fue propuesta como candidato por el Partido Autonomista, liderado por Adolfo Alsina, quien buscaba capitalizar el prestigio de Sarmiento para ampliar su apoyo en el interior del país.
La candidatura de Sarmiento-Alsina fue respaldada también por el Ejército y por influyentes periódicos de la época, como La Tribuna, de los hermanos Varela. De esta manera, Sarmiento se convirtió en candidato sin siquiera tener un partido político que lo postulara.
Las elecciones se llevaron a cabo en abril de 1868, mientras Sarmiento regresaba a Argentina a bordo de un barco. Fue en ese viaje que se enteró de su triunfo, convirtiéndose en el primer presidente que recibió la tradicional banda y bastón de mando en el acto de asunción el 12 de octubre de ese año.
Este hecho insólito en nuestra historia demuestra el peso y el arraigo que tenía la figura de Sarmiento, cuya sola mención bastaba para movilizar el apoyo de diversos sectores políticos y sociales. Su llegada a la presidencia, sin haber hecho campaña electoral, refleja una época en la que la personalidad y el prestigio de los candidatos eran factores clave para el triunfo, más allá de los mecanismos modernos de la competencia electoral.