Trapiche Medalla, vino emblema de la argentina, por Fabricio Portelli


Es cierto que no fue el primer vino argentino premiado en un concurso internacional; mérito correspondiente a un Torrontés de la bodega riojana  Nacarí en 1987; pero sí fue uno de los primeros vinos consagrados fronteras afuera, y uno de los pocos que se sigue luciendo, y manteniendo su nivel de alta gama después de 35 años. Esto significa que hoy se puede hacer una degustación vertical (mismo vino de distintas añadas) del Trapiche Medalla, partiendo de la cosecha 1981 (la fundacional) hasta el último 2013 ($280), que está por salir al mercado.

Recorrer la historia a través de las copas es una experiencia inolvidable, porque degustar el tiempo y todos esos mensajes embotellados permite saber de donde venimos, comprender en qué estamos y  visualizar hacia donde vamos. Y lo mejor es que no hace falta ser un experto degustador para apreciar todo esto.

El vino evoluciona, y es la única bebida que sigue al hombre desde hace más de 8000 años. Y más allá de los matices de aromas y sabores desarrollados durante la estiba, ese acompañamiento silencioso que rápidamente se transforma en ruidosa celebración al descorchar una botella, es la capacidad que tiene el vino de hacer recordar instantáneamente el momento en el cual se concibió.

El primer Trapiche Medalla fue un vino tinto a base de Cabernet Sauvignon de la zona de Maipú, en Mendoza. La zona más tradicional para esa variedad, protagonista excluyente de los grandes vinos argentinos de esa época. Momentos en los cuales solo se miraba a Burdeos como cuna de grandes tintos y a Borgoña como origen de los mejores blancos.

“En  1981, la familia Pulenta y los gerentes comerciales de la época comenzaron a pensar en el desarrollo de un vino tinto  fino y de paso, un vino blanco fino, para celebrar en 1983  los primeros  100 años de la trayectoria de la Bodega Trapiche”, recuerda Ángel Mendoza, creador del emblemático vino, y agrega, “en aquella época se hablaba de vinos finos y menos de varietales, y en vinos finos el rey era el Cabernet Sauvignon”. Ángel, junto a su equipo técnico, tuvo el privilegio de diseñar estos vinos. Para el blanco se inspiró en desarrollar un rico Chardonnay al estilo de La Borgoña, y para el tinto  en un “Bordeaux blend” de Cabernet Sauvignon, con Merlot y Malbec. Un detalle inolvidable para el enólogo fue haber aplicado unas notas técnicas que había escrito Tiburcio Benegas, fundador de la bodega Trapiche, y que se encontraron en una biblioteca muy completa que la familia Pulenta había adquirido en el remate de activos y marcas de la familia Benegas en 1972.

En la primavera del 1982, el enólogo viajó a la cuna del Chardonnay en Francia para conocer a fondo la  manera de elaborar grandes vinos blancos, y además se trajo el diseño de una botella muy  delicada que se terminó usando para su primer Medalla blanco de la cosecha 1983.

Con el vino tinto no solo había más experiencia, sino que también había grandes vinos elaborados. Ángel recuerda que “los componentes del vino tinto estaban almacenados en viejos pero bien conservados toneles de roble de Nancy”. Para el Medalla fundacional eligió los mejores tintos de las añadas 1981 y 1982.

Ambos asomaron al mercado en 1983, para conmemorar el primer centenario de la bodega. Y si bien aún quedan algunas botellas de ese blanco mítico que se mantiene con vida, el Medalla tinto sigue demostrando toda su personalidad cada vez que se lo descorcha. Es cierto que es difícil encontrarse con uno de ellos, ya que son pocos los que tienen alguna de esas botellas antiguas. Y, aunque aún se consigue comprar en vinotecas especializadas en vinos guardados, no deja de ser una tarea difícil. Pero lo más importante, como en la historia, es saber que existió un vino así y que tiene su continuidad.

Ángel Mendoza destaca el trabajo del departamento comercial de Trapiche de aquel entonces que organizó un concurso de diseño de una medalla alusiva, que sería el símbolo del vino. Con el tiempo, estos vinos obtuvieron muchas medallas. “El marketing fijó una divertida idea premonitoria o visionaria, aunque a nosotros siempre nos pareció una pedantería propia de comerciales“, afirma el gran enólogo argentino.

Como se sabe, en el mundo el tinto domina la escena vínica en una proporción arrolladora de 80/20. Esto provocó la discontinuación del blanco por un tiempo. No obstante, El Trapiche Medalla tinto atravesó la crisis de los 80´, y fue uno de los pocos vinos inspiradores en los 90´, que posibilitaron la reconversión argentina a principios del nuevo milenio. Además, soportó con hidalguía el embate de las modas y los nuevos grandes vinos argentinos, con el Malbec a la cabeza. Y mientras estos flamantes vinos, concentrados, con mucha fruta y mucha madera, deslumbraban a los degustadores internacionales que les otorgaban puntajes excelentes, el Trapiche Medalla mantuvo su estirpe.
“A partir de 1988 iniciamos la importación de barricas de roble nuevas, y cambió el estilo, más moderno y expresivo, siguiendo la nueva etapa que aparecía en el mundo de los grandes vinos” sostiene Ángel Mendoza.

En 1992, junto con Carlos Pulenta (Ceo de la bodega en ese momento), participó en una convención mundial de Cabernet Sauvignon y Merlot, en Seattle (Estados Unidos), a la cual fue invitado por haber obtenido 90 puntos Parker (Robert Parker Jr.) con la añada 1990. Allí, además de conocer a otros notables bodegueros y enólogos del mundo en una degustación dirigida, sintió por primera vez la emoción de empezar a formar parte de la World Class con sus vinos de la casa Trapiche. En ese evento Carlos Pulenta conoció a Michell Rolland, el asesor internacional más reconocido del mundo, y lo invitó a ser su asesor. Ángel, con total humildad, admite que Michel lo ayudó mucho a partir de la cosecha 1995 y hasta la 2002, año en que dejó la bodega para seguir su propio camino.

Desde aquel entonces Daniel Pi es el padre de este vino que siguió haciendo historia.

Si bien el Medalla no era un vino de exportación, su prestigio vigente le permitió no sólo recuperar a su par blanco, sino darle la bienvenida a su compañero Malbec este año, más allá de los Gran Medalla, varietales con un estilo más moderno y pensados más para los mercados externos,  que ya existían.

El Medalla no solo tuvo que competir con los vinos de alta gama de otras bodegas argentinas, sino que también tuvo su competencia interna. Primero fue con el Iscay, un tinto nacido en 1997 como símbolo de la unión de dos culturas, la francesa y la argentina, unidas por el vino. Dos cepajes, Merlot y Malbec y dos enólogos, Michel Rolland y Ángel Mendoza.

Sin embargo, la vigencia del Medalla es tan sorprendente que pudo imponer su estirpe de varietal top por sobre la de los blends de lujo, representantes de muchos de los mejores vinos argentinos. Ya que en la combinación de las variedades está el arte de la enología, según sostienen muchos hacedores.

Pero al Medalla eso no le importó, hoy se renueva y se amplía con el mismo espíritu, sabiendo que los varietales siguen siendo los vinos más pedidos en restaurantes. Al Cabernet Sauvignon 2013 se le suman un Chardonnay 2015, un Malbec 2013 y próximamente también un Cabernet Franc.

Trapiche Medalla para celebrar su presente
(notas de cata de www.fabricioportelli.com)

Trapiche Medalla Chardonnay 2015 
Bodega Trapiche, Los Árboles, Valle de Uco
Fermentando de manera espontánea y gracias a las levaduras autóctonas, en barricas de roble de diversos usos, Daniel Pi logró un Chardonnay austero y fresco. De aromas directos y típicos, con buen músculo, y un ataque de fruta madura. Con cierto carácter, buen paso y vivacidad. Un blanco que tiene fuerza sin ser profundo, pero que no se aparta de la austeridad que dicta el varietal. Todavía con su juventud en primera plana, es ideal para decantar antes de servir o para guardar en la cava. Beber entre 2016 y 2021.
Puntos: 90

Trapiche Medalla Malbec 2013 
Bodega Trapiche, Los Árboles, Valle de Uco
Sus aromas son frescos y levemente ahumados. De sabores sutiles y buen músculo, con taninos vibrantes y dejos herbales que se marcan en el final de boca, y hablan del lugar. De muy buena textura y equilibrio con vivacidad. No gana por carácter de fruta pero sí por expresividad. Hay profundidad sin complejidad, es directo pero delicado. Un Malbec moderno y fluido, bien logrado y con cierto potencial. Beber entre 2016 y 2020.
Puntos: 90

Trapiche Medalla Cabernet Sauvignon 2013
Bodega Trapiche, Las Palmas, Maipú
De aromas compactos que necesitan tiempo en la copa para soltarse. Buen cuerpo y taninos firmes. Con un carácter bien definido, y el roble integrado, con la madurez de la fruta en sintonía con la frescura. Hay profundidad y contundencia en cada trago, de final largo y buen potencial. Se nota el clasicismo de este vino interpretado con mucha actualidad. Beber entre 2016 y 2022.
Puntos: 92

Trapiche Medalla 2012 (Magnum)
Bodega Trapiche, Las Palmas, Maipú
De aromas intensos y con su carácter frutal algo maduro pero equilibrado. Hay austeridad con tonos terrosos. De trago fresco y taninos finos, no hay profundidad pero tiene buen ataque, especiado y de final firme. Un tinto clásico, con fuerza y un potencial de guarda que le asegura mayor complejidad y elegancia. Beber entre 2018 y 2020.
Puntos: 90

Trapiche Medalla 1983
Bodega Trapiche, Las Palmas, Maipú
Claramente el tiempo influye, no solo en el vino, sino también en la experiencia. La botella, algo polvorienta, se luce mucho más. Servido con delicadeza, en la copa se muestra tenue con sus tonos teja, vivos y brillantes. Sus aromas expresan muchas cosas, y van cambiando con los minutos. Pero todas sus intensidades son agradables, frutas maderas, especias, ahumados, tierra mojada, etc. Sorprende por su entrada en boca fresca y delicada. De paladar franco con los taninos que mantienen agarre y le dan profundidad a cada trago. De largo y complejo final, demostrando que tiene más vida por delante.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar