Jaurès nació el 3 de septiembre de 1859 en Castres, región francesa de Languedoc, en el seno de una familia de clase media. Fue profesor en educación media y universitaria hasta 1885, año en que fue elegido diputado. Tenía solamente 26 años cuando comenzó a dedicarse de pleno a la lucha política y a la defensa de la Tercera República (1870-1940). Con sus encendidos discursos, se convirtió en una de las figuras más prominentes de la política francesa.
En ocasión de la defensa de un amigo, que había denunciado al máximo mandatario francés, el presidente del tribunal le dijo: «Señor Jaurès, va usted demasiado lejos… equipara la casa de Perier a un burdel». Jaurès respondió: «De ninguna manera, la considero inferior».
Dirigente socialista, fue además fundador y director del periódico L’Humanité. En el fondo, era un reformista y se destacó en las conferencias de la II Internacional, dominada por la tendencia socialdemócrata. Pero su moderación contenía reservas de un humanismo social activo. Por otra parte, su socialismo no tuvo jamás un neto carácter de clase y nunca rompió con los principios humanitarios.
Hacia el final de su vida, se destacó por su contundente rechazo a la guerra, mientras la ola chauvinista atrapaba a sus pares. Jaurès fue asesinado en julio de 1914, con apenas 55 años, en la terraza de un café, por un oscuro reaccionario llamado Villain. Sus posiciones antibelicistas le habían hecho ganar el odio reaccionario. Jaurès murió pobre. Al recordarlo, tres años después de su asesinato, Trotsky, quien lo llamó el “más grande de los hombres de la Tercera República”, concluyó: “Jaurès, atleta de la idea, cayó en la arena combatiendo el más terrible azote de la humanidad: la guerra. Y pasará a la historia como el precursor, el prototipo del hombre superior que nacerá de los sufrimientos y las caídas, de las esperanzas y la lucha”.
Fuente: Jean Jaurès, Grandes Discursos. Selección, estudio preliminar y notas por Mariano Gómez, Volumen XIX, Ediciones Jackson, Buenos Aires, 1948.
«En la abyección de la miseria, en la angustia de la incertidumbre de la vida, las altas alegrías se pierden como una pobre luz sobre el cieno de las calles. Hay que libertar, pues, a las multitudes pobres de la servidumbre y de la miseria.”
Jean Jaurés
Fuente: www.elhistoriador.com.ar