Autor: Felipe Pigna
Unas décadas después de la llegada de Colón, muchos europeos comenzaron a cruzar el Atlántico y a establecerse en América. Mientras españoles y portugueses se instalaron en México, América Central y Sudamérica, franceses, holandeses e ingleses lo hicieron en América del Norte.
A los exploradores y navegantes, como Colón, les siguieron los conquistadores. Uno de ellos, Hernán Cortés partió de La Habana en 1519 con casi 600 hombres hacia el Golfo de México. Luego de una breve resistencia acordó una paz con los nativos del lugar que se declararon súbditos españoles y le entregaron al conquistador tierras y obsequios, entre ellos una mujer, Marina, que será la esposa de Cortés y su intérprete. Allí se enteró de la existencia del Imperio azteca y de sus riquezas. A partir de entonces y desobedeciendo las órdenes de regresar a Cuba emprendió la marcha hacia Tenochtitlán, la capital azteca. En el camino consiguió la alianza de pueblos enemigos del Imperio. Al llegar a las cercanías de la capital, Cortés y sus hombres fueron recibidos como dioses por enviados del emperador Moctezuma.
De dioses a demonios
Cortés sabía que los aztecas eran muy inteligentes y que tarde o temprano iban a notar que él no era el dios Quetzalcoatl. Por eso tomó prisionero a Moctezuma. Esto provocó la reacción de los aztecas que se rebelaron y resistieron heroicamente el ataque de Cortés y sus aliados indígenas. Finalmente, el 13 de agosto de 1521, la resistencia fue vencida y Cortés pudo ocupar Tenochtitlán. El emperador Carlos V nombró a Cortés gobernador y Capitán del Reino de la Nueva España o México.
Cuando los españoles comenzaron la conquista, la población de América llegaba a unos 57 millones de personas. Para 1607 sólo quedaban 4 millones. Este descenso violento de la población se debió a las guerras de resistencia, a las enfermedades introducidas por los europeos y a las duras condiciones de trabajo a las que fueron sometidos los nativos
«Cuando los señores blancos llegaron han enseñado el miedo y han venido a mancillar las flores. Para que viviese su flor, han hundido y agotado la flor de los otros. ¡Asaltantes de la vida, ofensores de la noche, verdugos del mundo! No hay verdad en las palabras de los extranjeros.»
Del Chilam Balam, libro sagrado de los mayas.
Por tierras del Norte
En 1535 el francés Jacques Cartier remontó el río San Lorenzo y estableció un puerto en Montreal, Canadá. Desde allí se extendió la ocupación francesa por el centro de América del Norte, que los franceses llamaron Louisana, en honor a su rey Luis XIV. En 1607 los ingleses fundaron en Jamestown, Virginia, la primera de las trece colonias. Para mediados del siglo XVIII había 250.000 ingleses viviendo en la costa este de América del Norte.
Los colonos
Muchos de los primeros colonos que llegaron a Norteamérica era gente perseguida por motivos religiosos. Uno de estos grupos fueron los puritanos que partieron de Inglaterra en 1620 a bordo del barco Mayflower y fundaron una colonia en Massachusetts. En un principio el trato con los nativos fue cordial, pero pronto la cosa cambiaría cuando los indígenas se negaron a trabajar para los recién llegados. Comenzó una guerra que duraría hasta mediados del siglo XIX.
¿Conquistadores o invasores?
No hace mucho tiempo prevalecía el punto de vista de los europeos, según el cual, a partir de sus necesidades y su supuesta «superioridad», ellos tuvieron el derecho de apropiarse de América. Esta visión no tenía en cuenta que en América había decenas de millones de personas, antes de la llegada de los europeos, con culturas, propiedades y religiones, tan válidas como la de los europeos. Poco a poco, algunos historiadores comenzaron a tener en cuenta la visión de los habitantes originales de América.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar