Para conmemorar el centenario de la Revolución de Mayo, el gobierno de José Figueroa Alcorta organizaba grandes desfiles y una exposición universal. La clase dirigente quería exhibir los avances del granero del mundo. El movimiento obrero advirtió la importancia de los festejos y aprovechó para dar a conocer la difícil situación por la que atravesaban los habitantes del país.
El año del Centenario comenzaba bajo el imperio del Estado de Sitio, decretado por el Poder Ejecutivo tras el asesinato del jefe de policía, el coronel Ramón Falcón, quien había sido ultimado por la violenta represión obrera de 1909. En los últimos meses de 1909 el gobierno detuvo a más de 500 activistas -muchos serían deportados- pero el 13 de enero de 1910 decidió levantar el estado de sitio. Se sucedieron huelgas y manifestaciones, y se exigió que se derogara la Ley de Residencia y que se liberara a los presos políticos. A continuación transcribimos un fragmento sobre estos sucesos del libro de Julio Godio, El movimiento obrero argentino (1870-1910), Socialismo, anarquismo y sindicalismo.
Fuente: Godio, Julio, El movimiento obrero argentino (1870-1910), Socialismo, anarquismo y sindicalismo, Editorial Legasa, Buenos Aires, 1987.
En mayo de 1910 la F.O.R.A. realiza un acto nunca visto: 70.000 presentes en la Plaza Colón. Se lanza para el día 18 de mayo la consigna de huelga general por tiempo indeterminado, coincidiendo con un llamado similar de la C.O.R.A. El gobierno decide no esperar más y reacciona. El 13 de mayo, aún antes de que el Congreso aprobara el decreto de Estado de Sitio, el Ejecutivo se lanza a detener a los principales militantes obreros y a clausurar nuevamente locales y diarios. Al día siguiente el número de detenidos ya alcanzaba los 300. Se vuelve a repetir el mismo escenario que seis meses antes, pero de manera amplificada. El 14, manifestaciones patrióticas recorren las calles de la ciudad, concentrándose luego en la Sociedad Sportiva Argentina, bajo la presidencia del Barón Demarchi. Por la noche, estas mismas hordas reaccionarias se dirigen hacia los locales de La Prensa, La Batalla y La Vanguardia, quemando sus instalaciones. Entre los asaltantes se distinguieron los diputados Pedro Luro, Juan Balestra y Carlos Carlés, varios militares, oficiales de policía, estudiantes. Durante las noches siguientes se repitieron los asaltos contra los locales de la C.O.R.A. y de La Acción Socialista, como así contra los barrios judíos. Siempre bajo la protección policial, que en caso de enfrentamiento tomaba la cabecera. Con los días, los detenidos superan los 2.000.
A pesar de todo, la huelga general comienza a concentrarse desde el día 16, haciéndose extensiva a algunos barrios populares (Boca y Barracas) y por los gremios más combativos (conductores de carros, obreros de la construcción y de la industria). También se resiente los trabajos de la exposición internacional, atrasándose muchos de ellos. En el centro de la ciudad su eco fue menor. El paro decae y el 21 de mayo, la huelga se levanta.
De todas maneras el acto inaugural de las festividades ya estaba comprometido. La iluminación fue saboteada; el arco de triunfo preparado, incendiado; las principales exposiciones se abrieron con semanas de retraso. La fiesta de la libertad debió realizarse bajo el imperio de la ley marcial”.
El golpe al movimiento sindical fue violento: había presentado una batalla frontal solo y sin aliados, pues tanto el Partido Socialista como la Unión Cívica Radical no le prestaron apoyo. El Estado de Sitio fue levantado en octubre, pero las organizaciones sindicales estaban desmanteladas. Especialmente la F.O.R.A., que recién se recuperará para mediados de la segunda década, pero ahora, bajo la hegemonía sindicalista. Como reconoce Diego Abad de Santillán: “Aquí culmina un capítulo inolvidable de la historia del anarquismo en Argentina”.