Las piernas del arco iris


“Lo que es moda no incomoda” dice el conocido refrán, y efectivamente el articulista de esta nota no parece haberse inquietado con la aparición de una nueva moda cromática que irrumpió en nuestro país a mitad de la década de 1960 coloreando las extremidades inferiores femeninas: las medias de colores.

Irrumpen las medias de colores en el país

Fuente: Revista Primera Plana, Nº 182, 21 al 27 de junio de 1966, pág. 50.

Desde hace aproximadamente tres meses es imposible no mirar las piernas de las porteñas; y no tan sólo las torneadas con esbeltez, sino todas en general, en razón de las insólitas cáscaras que las recubren (existe también el atractivo de las minifaldas, pero ya se ha comprobado en Buenos Aires, con alguna melancolía, que no todas las piernas resisten la exposición sin tapujos de las rodillas). Hasta el año pasado, “la onda” era asemejarse a un Toulouse-Lautrec animado, y negras y felinas extremidades atravesaban calles y salones, envueltas en tramas donde se mezclaban el romanticismo y una gota de perversidad fin de siècle.

En 1966, el predominio del baby look cancela ese exhibicionismo decadente y se exalta en la búsqueda de medias de colores agridulces: amarillo limón, verde pistacho, rosado, blanco níveo y –lo más in del momento- tiza o marfil. Al comienzo, los ejemplares se traían de Europa o de Estados Unidos, pero ya los fabricantes argentinos están consagrados a la expansión local de esta moda cromática. Y con una ventaja adicional: que la comparación con los originales extranjeros hizo advertir hasta qué punto los talones de los productos nacionales resultaban demasiado altos (enemigos mortales de las piernas cortas), y sus costuras parecían anacrónicas. Ambos inconvenientes ya han sido superados, y hoy apenas se diferencia una media argentina de otra foránea.

Por supuesto que la frontera de la extrema juventud es, también, la de la discreción. La argentina de treinta años no se deja tentar por las tramas audaces o por los colores insólitos. Prefiere innovar con prudencia y adopta las mallas standard, levemente actualizada: rombos, arabescos, imitación de encaje. Los colores claros son predilectos, y las blancas han de ser transparentes, lo que da como resultado la presencia de un halo opalino.

Las jovencitas, en cambio, pueden lanzarse sin rubor a la selección del matiz que se les ocurra: ciruela, rosado, azul petróleo, en stretch, con un largo apropiado para que no asome, por la breve falda, ninguna liga indiscreta. Sin embargo, las piernas más chic se recubre con los frutos de la importación (a veces, del contrabando), a un costo tres veces mayor que las nacionales: 390 pesos las medias argentinas, término medio, y 1.500 pesos y más, las norteamericanas. Hay una ventaja en estas últimas: el tejido es más tenso, se adapta con más tenacidad a la pierna, y la trama en forma de red pone un inesperado toque de humor, por su reminiscencia de pretéritas coristas.

En los tejidos de red triunfan el beige y el marrón, y –apenas- un tímido rosa pálido. Además, el dichoso talón se elimina por completo, lo cual es un factor del éxito alcanzado por este tipo de trama. Pero el colmo de la funcionalidad es una creación francesa, que combina astutamente –para el uso desaprensivo de la minifalda- la media con la trusa, bajo el nombre inquietante de panty-hose: en realidad, se la podría denominar “segunda piel”, y con ella la indiscreción de las ligas queda abolida para siempre. Con la marca bas Mitoufle,  este artilugio, creado hace tres años, bate ya en París todos los records de superproducción.

La demanda porteña de medias femeninas está acercándose rápidamente a esa misma fiebre, opina el dueño de la casa Roda, en Montevideo al 900, quien concede que en los 15 o 20 años de existencia del negocio, jamás se agolpó en él tal baraúnda de ávidas clientes. Esto, en lo que respecta al producto nacional, porque las sofisticadas (y acaudaladas) que prefieren lo norteamericano se encaminan diariamente, en densas procesiones, hasta Margot, en la Galería Alvear. De una u otra manera, las argentinas participan de este delirio cosmopolita que, en lugar de hacer girar vertiginosamente las cabezas, pone alas de locura en las extremidades inferiores.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar