El 10 de diciembre de 1983 el doctor Raúl Alfonsín asumió la presidencia del país, poniendo fin al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, una dictadura de más de siete años, que tuvo como consecuencia la persecución y desaparición de 30.000 personas. Para recordarlo hemos seleccionado tres artículos aparecidos en el diario Clarín, al día siguiente de este histórico día.
Fuente: Diario Clarín, domingo 11 diciembre de 1983.
Alfonsín es presidente constitucional de Argentina
Raúl Alfonsín asumió ayer, 10 de diciembre de 1983, como trigésimo tercer presidente constitucional, en medio de la algarabía popular que se extendió hasta horas de esta madrugada. Por la mañana pronunció su mensaje ante la Asamblea Legislativa, recibió en la Casa de Gobierno los atributos de mando, y habló brevemente a la multitud reunida en la Plaza de Mayo, desde los balcones del Cabildo. Por la tarde, saludó a las delegaciones extranjeras y a partir de las 19.30 inició sus entrevistas con los funcionarios visitantes, entre ellos George Bush, Pierre Mauroy y Hernán Siles Zuazo.
Con el 52 por ciento de los votos registrados en las elecciones del 30 de octubre y en el marco de una colorida fiesta popular –en la que además de radicales participaron militantes de otras extracciones políticas- Raúl Alfonsín asumió ayer como trigésimo tercer presidente constitucional de la Argentina.
Alfonsín leyó un extenso mensaje ante la Asamblea Legislativa, luego se trasladó en un Cadillac descubierto hasta la Casa Rosada, donde recibió de manos del general Reynaldo Bignone –el último de los cuatro mandatarios del gobierno de facto iniciado el 24 de marzo de 1976- los atributos de mando y posteriormente tomó juramento a sus ministros y secretarios de Estado.
Desde los balcones del Cabildo, ante una multitud que vivaba su nombre. Alfonsín auguró el inicio de un período de “100 años de libertad, paz y democracia”. Por la tarde recibió el saludo de las delegaciones extranjeras –se encuentran en Buenos Aires siete jefes de Estado latinoamericanos, los jefes de Gobierno de España, Estados Unidos y Panamá- y por la noche concedió audiencias entrevistando en primer término al presidente de Bolivia, Hernán Siles Zuazo.
Jornadas históricas (…)
Alfonsín prestó juramente ante la Asamblea Legislativa reunida en el Palacio Legislativo, rodeado por representantes de todas las fuerzas políticas, jefes de Estado y delegaciones de primer nivel de países extranjeros, los ex presidentes constitucionales Arturo Frondizi y María Estela Martínez de Perón, legisladores y autoridades nacionales electas.
Tres minutos después de las 8, Alfonsín entró en el recinto de la Cámara de Diputados en medio de los aplausos de quienes colmaban el lugar. En el mismo acto, prestó juramento como vicepresidente Víctor Martínez, tras lo cual el presidente dirigió su mensaje a ambas cámaras legislativas, difundido por la cadena nacional de radio y televisión.
El discurso fue varias veces interrumpido por los aplausos. El mensaje se extendió 60 minutos. A las 9.10 se entonaron las estrofas del Himno Nacional, tras lo cual el senador Edison Otero dio por concluida la sesión.
El flamante presidente constitucional fue a la Casa de Gobierno en un automóvil descubierto, en compañía de su esposa, y precedido por un batallón de Granaderos a Caballo con su tradicional fanfarria, siendo aclamado en todo el trayecto por una bulliciosa concurrencia que lo vitoreó sin cesar y cubrió la Avenida de Mayo y el vehículo con papeles celestes y blancos y flores.
De pie
En la mayor parte del trayecto, Alfonsín y su esposa permanecieron de pie. El presidente retribuyó permanentemente las muestras de adhesión, saludando con sus brazos y sólo en ocasiones con sus dos manos unidas, en el gesto que lo popularizó durante la campaña electoral.
La comitiva presidencial llegó pasadas las 10 a la Plaza de Mayo, donde la multitud se agolpaba tras cordones policiales que, en varias oportunidades, fueron desbordados por personas que se abalanzaban sobre el vehículo que viajaba Alfonsín.
A las 10.20 se detuvo el automóvil frente a la Casa de Gobierno, en la explanada que da a la calle Rivadavia. El matrimonio Alfonsín fue recibido por el jefe de la Casa Militar, contralmirante Ramón Arosa.
El ingreso se vio dificultado por la gran cantidad de personas que pugnaban por tocar a Alfonsín. También se produjo un altercado cuando llegó a la Casa Rosada el representante de Estados Unidos, George Bush, quien fue ruidosamente abucheado.
En contraste, el líder nicaragüense Daniel Ortega, fue llevado en andas, mientras los manifestantes coreaban “Nicaragua vencerá”.
Recibieron además muestras de simpatía los presidentes de España, Felipe González; del Perú, Fernando Belaúnde Ferry, y de Bolivia.
Alfonsín recibió la banda y el bastón presidenciales de manos del presidente saliente, en el curso de una austera ceremonia.(…)
Alfonsín despidió a Bignone pero, contrariamente a lo previsto en el programa oficial, no acompañó al mandatario saliente hacia la salida de Rivadavia, donde un considerable grupo de personas expresaba cánticos hostiles al régimen militar.
Juramento
A las 11.50, en el Salón Blanco, se llevó a cabo la toma de juramento de ley a los ministros y secretarios de Estado. Los más aplaudidos fueron el secretario de Energía, Conrado Storani, y el titular de Trabajo, Antonio Mucci.
Alfonsín se dirigió en automóvil hacia el Cabildo por Paseo Colón y Moreno, pasadas las 12.30. Desde uno de sus balcones pronunció su breve e improvisado discurso. La mayoría de los miles de manifestantes hacían flamear banderas radicales y lucían boinas blancas. También se hicieron presentes representaciones de entidades defensoras de los derechos humanos y delegaciones de países hermanos, entre ellas de Chile, Paraguay y Uruguay, que reclamaron por “el fin de la dictadura” en esas naciones.(…)
Otros partidos
En la plaza se apreció la presencia de grupos de simpatizantes de la Juventud Peronista de la República Argentina, la Juventud Peronista de Intransigencia y Movilización, el Partido Intransigente, el Partido Obrero y una bandera del Movimiento Justicialista.
Las Madres de Plaza de Mayo se ubicaron en Diagonal Sur con un cartel en el que pidieron por “la aparición con vida de nuestros hijos”. Las Abuelas reclamaron por la devolución de sus nietos desaparecidos.
Alfonsín demoró algunos minutos en iniciar sus palabras porque el público no dejaba de aclamarlo. “Se siente, se siente, Raúl es presidente”.
En un momento de su improvisado discurso, Alfonsín recogió una consigna que coreaba la multitud: “El pueblo unido, jamás será vencido”.
La desconcentración, después de que Alfonsín recitara el preámbulo de la Constitución nacional, se efectuó en orden.
“Iniciamos una etapa que será difícil”
El presidente Alfonsín expresó, en un breve discurso que pronunció desde los balcones del Cabildo, que no tiene dudas de que el país saldrá adelante, pero que no ignora que nos espera una etapa difícil. También señaló que la defensa de los derechos humanos no se agota en la preservación de la vida.
En un improvisado discurso que dirigió desde los balcones del Cabildo, el presidente Raúl Alfonsín aseguró que su gobierno trabajará por la dignidad del hombre, la justicia y la plena vigencia de los derechos humanos. También auguró que comenzó para el país “una etapa de cien años de libertad, de paz y democracia”.
La comitiva presidencial abandonó la explanada de la Casa de Gobierno a las 12.45 y, tomando por la parte trasera, se desplazó por las calles laterales, empleando seis minutos en cumplir el recorrido.
Cuando el gentío se dio cuenta de que el Presidente se hallaba en el Cabildo, estalló en vítores y aplausos.
A las 12.54, Alfonsín apareció en los balcones y comenzó un discurso de diez minutos de duración. Sus palabras fueron interrumpidas varias veces por los aplausos de la multitud que cubría el lugar.
El texto de su discurso es el siguiente: “Compatriotas: Iniciamos todos hoy una etapa nueva de la Argentina. Iniciamos una etapa que sin duda será difícil, porque tenemos todos la enorme responsabilidad de asegurar hoy y para los tiempos la democracia y el respeto por la dignidad del hombre en la tierra argentina.
”Sabemos que son momentos duros y difíciles, pero no tenemos una sola duda, vamos a arrancar los argentinos, vamos a salir adelante, vamos a hacer el país que nos merecemos. Y lo vamos a poder hacer, no por obra y gracia de gobernantes iluminados sino por esto que la plaza está cantando, porque el pueblo unido jamás será vencido.
”Una feliz circunstancia ha querido que este día en que los argentinos comenzamos esta etapa de 100 años de libertad, de paz y de democracia, sea el Día de los Derechos Humanos. Y queremos, en consecuencia, comprometernos una vez más: vamos a trabajar categórica y decisivamente por la dignidad del hombre, al que sabemos hay que darle libertad, pero también justicia, porque la defensa de los derechos humanos no se agota en la preservación de la vida, sino además también en el combate que estamos absolutamente decididos a librar contra la miseria y la pobreza en nuestra Nación.
”Este es un saludo nada más, y no hubiera sido completa la fiesta de la democracia argentina –por lo menos para mí- si no hubiera contado con la posibilidad de encontrarme nuevamente con ustedes para ratificar una vez más que soy el servidor de todos, el más humilde de los argentinos.
”Me comprometo nuevamente a trabajar junto con todos ustedes para concretar los objetivos que hemos pregonado por toda la extensión de la geografía argentina, y hacer ciertos esos objetivos que los hombres que nos dieron la nacionalidad nos presentan como un mandato que ahora sabemos está al alcance de nuestras manos.
”Entre todos vamos a constituir la unión nacional, consolidar la paz interior, afianzar la justicia, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que deseen habitar el suelo argentino”.
Interregno en un atardecer distinto
¡Feliz democracia para todos! Saludó desde el palco uno de los integrantes de La Banda de San Telmo, en la placita Dorrego, al iniciarse el atardecer de ayer, durante esa pausa que vivió Buenos Aires, entre la euforia de la asunción presidencial y la iniciación de los bailes populares.
Familias completas paseaban, caminando entre los árboles mientras un grupo muy numeroso consumía cervecitas y maníes en mesas blancas instaladas en plena calle. La fiesta estaba por empezar.
El mismo clima se vivió, durante esa pausa en todos los barrios de la ciudad grupos de jóvenes, con banderas y boinas blancas esperaban colectivos en las paradas de Almagro, Parque Patricios, Nueva Pompeya u Once.
La Plaza de Mayo quedó cubierta de papelitos y poblada de banderas argentinas. Los autos paseaban, rodeándola lentamente, como en las vueltas de perro de los pueblos. Porque esa era la actitud que se percibía en los paseantes: distensión, equilibrio y, al fin, una gran paz.
Pero eran muchos los presentes, en este primer sábado democrático. Las opciones de este día parecen haber sido solo dos: ver al Presidente por televisión o seguirlo en su vertiginosa agenda; por lo visto, nadie quiso estar ausente de su ciudad el primer día de la democracia.
Desde Palermo Viejo o Villa Urquiza hasta el frente de cada comité, las calles se fueron iluminando con luces de colores, y a medida que la noche se iba acercando, el espíritu de una alegría casi inédita se reflejó en cada calle de Buenos Aires.
Por Corrientes y Avenida de Mayo comenzaron a aparecer los primeros disfraces, las primeras murgas con sus bombos y cantos. A las 21, en la Plaza de la República, ya se habían reunido cerca de mil personas, cuando un grupo de niñas de la colectividad española, vestidas con sus trajes típicos, empezó a bailar con el ritmo de las gaitas y panderetas. Los globos de colores empezaron a volar por el cielo oscurecido, mezclados con algunas boinas que llevó la brisa, en esa noche de 23 grados de temperatura, cuando muchos puestos de choripán tentaron a felices ciudadanos.
“Parece un carnaval de hace cincuenta años”, comentó un hombre mayor, con un gesto de positiva nostalgia, mientras su señora agregaba algo de “la alegría de las fiestas de fin de año”, pero fue su hijo, un adolescente flaco, cubierto de banderas argentinas y radicales, quien pareció lograr la síntesis: “Pero, viejo, es la fiesta de la democracia”.