Un año antes, el general Juan Lavalle había mandado a fusilar a Manuel Dorrego. Ahora, en 1829, las fuerzas unitarias avanzaban sobre las provincias díscolas, entre ellas, la Córdoba de Juan Bautista Bustos.
Mientras Lavalle intentaba llegar a un acuerdo con Juan Manuel de Rosas para poner término a la guerra civil que asolaba al país luego de las guerras revolucionarias de la década de 1810, el general José María Paz irrumpió en la provincia mediterránea. Sin lucha, el 12 de abril se hizo de la ciudad cordobesa, habiendo el gobernador Bustos emprendido la retirada hacia el oeste con 1600 hombres.
Las negociaciones entre ambas fuerzas fueron infructuosas. Los idas y vueltas hicieron pensar a Paz que Bustos estaba intentando ganar algún tiempo, así que el 17 de abril decidió avanzar con su ejército en dirección hacia la hacienda de San Roque, deteniendo la marcha cinco kilómetros antes.
Dos nuevas entrevistas entre Bustos y Paz, previo canje de rehenes, finalizaron con la entrega del mando al nuevo dominador de las fuerzas unitarias. Paz emprendió el regreso a la ciudad de Córdoba, pero el 21 Bustos consiguió los refuerzos que estaba esperando desde San Luis al mando de José Rodríguez.
Paz comprendió la enredada y regresó a toda marcha hacia San Roque, llegando al amanecer del día 22. Las fuerzas de Bustos eran superiores en número y armamento. No obstante ello, Paz contaba con jefes experimentados, como los entones coroneles Román Deheza y Gregorio Aráoz de Lamadrid.
Aquel 22 de abril, en la batalla de San Roque, Paz obtuvo una rotunda victoria, provocando la desbandada del ejército de Bustos y la huida del gobernador depuesto hacia los llanos riojanos, donde buscaría la protección de Facundo Quiroga, quien sería también derrotado meses más tarde por el mismo Paz. Los unitarios ganaban una provincia de capital importancia. Paz gobernaría Córdoba por dos años.
Para recordar la fecha de la batalla de San Roque, traemos las palabras del general José María Paz, quien lamentaba las crueldades de la guerra civil. No le impedían sus lamentos, sin embargo, fusilar a varios de los oficiales vencidos.
Fuente: José María Paz, Memorias póstumas, Tomo I, Editorial Hyspamérica, Buenos Aires, 1988.
«La guerra civil repugna generalmente al buen soldado, y mucho más desde que tiene al frente un enemigo exterior cuya principal misión es combatirlo. Este es el caso en que se hallaba el ejército, pues que habíamos vuelto espaldas a los españoles para venirnos a ocupar de nuestras querellas domésticas. Y a la verdad, es sólo con el mayor dolor que un militar, que por motivos nobles y patrióticos ha abrazado esa carrera, se ve en la necesidad de empapar su espada en sangre de hermanos.»
José María Paz
Fuente: www.elhistoriador.com.ar