Francia y el bloqueo del puerto de Buenos Aires


¿Había querido la Francia convulsionada en sus tierras por las revoluciones populares de 1848 invadir y conquistar las Provincias Unidas? Antecedentes no le faltaban: allí estaban México y Argelia. ¿O se trató acaso de una circunstancia conflictiva de las relaciones internacionales?

Sea como fuere, lo cierto es que el conflicto diplomático con el país europeo en 1848, en tiempos de Juan Manuel de Rosas, había juntado durante largos años suficientes antecedentes, desde la sanción del servicio militar obligatorio para extranjeros de 1821, incluyendo la negativa porteña de 1834 a igualar a Francia al trato que se le daba a Gran Bretaña, hasta el bloqueo de Buenos Aires y demás puertos de la Confederación por parte de la flota francesa al mando del almirante Leblanc entre 1838 y 1840.

En 1845, aliados, Francia e Inglaterra bloquearon nuevamente el puerto de Buenos Aires y ocuparon la Isla Martín García. Exigían la libre navegación de los ríos interiores y el fin del sitio a Montevideo. En esta ocasión se produjo el cierre de los ríos con cadenas, ordenado por Rosas, que no impidieron el paso de la flota anglofrancesa, pero dejó sellado la fecha de la soberanía nacional.

El conflicto no se cerró allí, pero el fracaso comercial de la invasión europea provocó su tentativa de negociar el diferendo, que recién llegaría a acuerdo en 1849 con Gran Bretaña y un año más tarde con Francia. Entre tanto, en una tensa negociación, el bloqueo francés se levantó el 15 de junio de 1848. El tratado que finalmente se firmaría contemplaría que la navegación del Paraná era de estricta voluntad de los argentinos.

En la fecha del levantamiento del bloqueo francés, recordamos las palabras de un viejo San Martín, todavía con ánimos de condenar desde Francia el ataque a su país.

Fuente: Carta de San Martín a Guido del 20 de octubre de 1845; en Norberto Galasso, Seamos libres y lo demás no importa nada, Buenos Aires, Editorial Colihue, 2007.

«He recibido noticias bien desagradables de nuestra patria. Es inconcebible que las dos naciones más grandes del universo se hayan unido para cometer la mayor y más injusta agresión que puede cometerse contra un Estado independiente: no hay más que leer el manifiesto hecho por el enviado inglés y francés para convencer al más parcial, de la atroz injusticia con que han procedido: “La humanidad”. Y se atreven a invocarla los que han permitido  por espacio de cuatro años  derramar la sangre y cuando ya la guerra había cesado por falta de enemigos, se interponen no ya para evitar males, sino para prolongarlos por un tiempo indefinido: Usted sabe que yo no pertenezco a ningún partido; me equivoco, yo soy de Partido Americano, así que no puedo mirar sin el mayor sentimiento los insultos que se hacen a la América. Ahora más que nunca siento que el estado deplorable de mi salud no me permita ir a tomar parte activa en defensa de los derechos sagrados de nuestra Patria, derechos que los demás estados Americanos se arrepentirán de no haber defendido por lo menos protestando contra toda intervención de Estados Europeos.»

 

José de San Martín