Francisco Solano López


(1827-1870)

Autor: Alejandro Jasinski

En 1863, dos años antes de la “Guerra de la Triple Infamia” que pusiera de rodillas al Paraguay, José Manuel Estrada escribía: “La Tiranía del Paraguay se resume en estas tres figuras: Francia creador, López, el padre, conservador, López, el hijo, destructor de la obra de despotismo, cuya esperanza saludaba en él el fundador de la dinastía. Don Francisco Solano López tiene todas las malas pasiones de su padre y ninguna de sus buenas virtudes”.

Pocos años más tarde, en 1867, el diario El Centinela publicaba un editorial, en plena guerra, que decía así: “Dirijamos aún la vista hacia el cuadro risueño que iluminaba la estrella de la paz, de que disfrutó el Paraguay en el corto tiempo que impulsó el nuevo presidente la administración pública. El comercio florecía, las artes y la industria se desarrollaban admirablemente. Las ciencias alboreaban (…) y por todas partes se paseaba majestuoso el carro de la civilización. Pero ese ensueño dorado, esa esperanza risueña fueron muy pronto convertidos en lagos y regueros de sangre…”.

De esta forma, Francisco Solano López, quien presidió el Paraguay entre 1862 y 1870, era denostado o admirado.

Nacido en 1827, hijo del primer presidente constitucional de la república guaraní, Carlos Antonio López, de joven estuvo vinculado a las actividades militares y diplomáticas. En su larga misión en Europa, buscó el reconocimiento de la independencia de su país por parte de las potencias del viejo continente, trayendo a su regreso un importante armamento.

En 1859, en su rol de vicepresidente del Paraguay, oficiaría de mediador entre la Confederación y Buenos Aires. Tres años más tarde, al morir su padre, el Congreso paraguayo lo nombraría a cargo de los destinos de la nación guaraní. Su gobierno, como ilustramos, trajo numerosas opiniones. Se lo ha criticado por conducir un gobierno de “terror”, con numerosas ejecuciones sumarias, pero se lo ha destacado por haber llevado al Paraguay por el camino de la industria y la prosperidad, como no lo había hecho ningún país del Cono Sur hasta entonces.

Murió ejecutado a manos de sus vencedores, que invadieron y destruyeron el Paraguay, matando a dos tercios de su población e imponiendo el proyecto liberal en la Cuenca del Plata.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar