Mohandas Karamchand Gandhi nació el 2 octubre de 1869, en la ciudad hindú de Porbandar, poco antes de que la reina Victoria de Inglaterra se proclamara emperatriz de la India. Con más de 300 millones de habitantes y enormes riquezas, este inmenso territorio asiático se había convertido en la joya de la corona británica.
Nacido en el seno de una familia de casta superior, cuando tenía 19 años, Gandhi prometió a su madre no tocar la carne, el vino, ni las mujeres, como condición para estudiar Derecho en Inglaterra. Devoto del vegetarianismo y crítico de la lujuria, Mahatma -así llamado por considerársele «grande de espíritu»- dio un giro a su vida durante un viaje en tren en Sudáfrica, cuando fue expulsado de la formación acusado de «negro». Aquella fue una huella ineludible en su larga lucha contra cualquier forma de racismo y colonialismo.
Pero su lucha no se llevaría adelante de cualquier forma, sino a través de la no violencia y la resistencia pasiva. Desde fines del siglo XIX, Gandhi se dedicó a defender las luchas sociales, aunque ello le conllevara prolongados tiempos de encarcelamiento y huelgas de hambre. Llegó a afirmar que «ir a prisión es un honor cuando el gobierno del país es injusto».
Hacia 1920, se volcó hacia la actividad política, encabezando las luchas independentistas, sin abandonar nunca la lucha no-violenta. Así lo comentaba en una carta escrita en Bombay, en marzo de 1924, a su amigo en Hungría, Erwin Baktay, cuando le escribió: “…comparto contigo la creencia de que el significado que están tomando los métodos de la no-violencia es de universal aplicación en cualquier circunstancia, y si alcanzamos nuestra libertad verdadera por los medios no violentos, el resto del mundo no tendrá dificultades en confiar en la invencibilidad de la no-violencia en cualquier circunstancia social.”
Esta profunda creencia le valió incluso cuando fue arrestado por las autoridades británicas en la India en 1942, y aun cuando falleció su esposa, tras 18 meses de encarcelamiento. Tras padecer serias enfermedades, fue liberado en 1944. Pronto finalizaría la Segunda Guerra Mundial y se desmoronarían gran parte de los imponentes imperios coloniales, como el de Francia en Indochina y, antes aún, el de Inglaterra en la India.
Después de tres siglos de colonización inglesa, en 1947, la India logró su independencia. Pero la guerra fratricida entre musulmanes e hindúes, que derivaron en la conformación de Pakistán, fue el nuevo contexto en que Gandhi encontró su muerte. El 30 de enero de 1948, fue asesinado por un fanático hindú, luego de abandonar un ayuno que perseguía la paz entre las dos comunidades.
Fuente: Clarín, 28 de julio de 1983.
Para mí la no violencia, como la verdad, es mi eterno credo para cualquier actividad. Que con frecuencia fracaso en actuar de acuerdo con ella en muchas actividades, en mis ocupaciones con la familia subhumana, prueba mi debilidad; no puede ni debe afectar la verdad de mi credo o mi fe en él. No soy sino un débil aspirante, siempre fracasando, siempre intentando. Mis fracasos me vuelven más atento que antes e intensifican mi fe. Puedo ver con el ojo de la fe que la observancia de la doble doctrina de la verdad y la no violencia tiene posibilidades de las cuales tenemos un concepto muy inadecuado.
Al respecto nos escribe un lector: “Puedo entender el ahimsa individual. El ahimsa grupal entre amigos también es inteligible. Pero usted habla del ahimsa frente a los enemigos. Esto es un espejismo. Sería muy gentil de su parte si abandona ésta su obstinación. Si no lo hace, perderá la estima de que goza. Lo que es peor, usted, que es considerado un Mahatma 1, descarría a muchas personas crédulas a su propia desgracia y a la de la sociedad”.
La no violencia que sólo un individuo puede utilizar no es de mucho uso en términos de una sociedad. El hombre es un ser social. Sus logros, para ser de utilidad, deben ser tales que cualquier persona con diligencia suficiente pueda obtenerlos. Aquella que sólo puede ser ejercitada entre amigos es de valor sólo como un vislumbre de la no violencia. “La enemistad se desvanece ante el ahimsa”, es un gran aforismo. Significa que la más grande enemistad requiere una igual medida de ahimsa para ser abatida. El cultivo de esta virtud puede requerir una práctica repetida, extendida aun a varios nacimientos. No por ello se vuelve inútil. Transitando la ruta del peregrino encontrará día a día una experiencia más rica, de manera que podrá tener un vislumbre de la belleza que verá en la cumbre. Esto se agregará a su deleite. Nadie tiene derecho a inferir de esto que el camino sea una continua alfombra de rosas sin espinas. Un poeta ha cantado que el camino para alcanzar a Dios sólo empieza a ser un derecho para los más bravos, nunca para los tímidos.
Hoy día la atmósfera está tan saturada de veneno que uno rehúsa recoger la sabiduría de los antiguos y comprender la diversa experiencia del ahimsa en acción. “Un comportamiento maligno es neutralizado por uno benigno”, es un sabio aforismo de la experiencia diaria en la práctica. ¿Por qué no podemos ver que si la suma total de las actividades del mundo fuera destructiva, éste habría terminado tiempo ha? El amor, o de otra manera el ahimsa, sostiene nuestro planeta.
Debemos admitir esta abundancia. La gracia de la vida ha sido esforzadamente cultivada de manera natural, pues es una fuerza ascendente. El descenso es fácil, no así el ascenso. Al ser indisciplinados una gran mayoría de nosotros, nuestra experiencia diaria es la de pelear o renegar entre sí con el más mínimo pretexto. Ésta, la pródiga gracia del ahimsa, descenderá fácilmente sobre el poseedor de una ardua disciplina.
Considero así al ahimsa una de las más grandes dádivas de Dios. Y las dádivas de Dios son la herencia común de su creación y no un monopolio de monjes o monjas de claustro. Ellos pueden especializarse en no violencia, pueden enseñarnos sus maravillosos efectos, pero si sus descubrimientos y sus pretensiones son sólidos, deben ser adaptables a las masas. Si la verdad no es un monopolio de los pocos, ¿por qué lo sería la no violencia que es su contraparte? Mi humilde estudio de las Escrituras del mundo me ha llevado a la creencia de que todas registran un enfático e inequívoco testimonio en favor de la no violencia y su práctica por todos y no simplemente en forma individual sino también colectiva. Con toda humildad, a menudo he sentido que no teniendo armas con que acosar, y teniendo por naturaleza una mente desapegada, ofrezco una interpretación verdadera de las escrituras indias, cristianas, islámicas u otras. Por este humilde título, preveo la indulgencia de los sanatanis 2, cristianos y musulmanes.
(Extraido de las publicaciones «Harijan» y «Young India», citados en el libro «In search of the suprem», volumen II, de M. K. Gandhi, Navajivan Publishing House, India, 1961. Selección y traducción del inglés de Gustavo E. Canzobre.)
Referencias:
1 Literalmente «gran alma». Nombre dado a los grandes maestros del hinduismo. (N.T.)
2 Seguidores de la «Sanatana-Dharma» o religión eterna del hinduismo. (N. T.)
Fuente: www.elhistoriador.com.ar