Julieta Lanteri y la fe en el sufragio femenino


Pionera del sufragio femenino, Julieta Lanteri ha sido una de las precursoras de la lucha por los derechos de las mujeres en el país. Integrante del grupo de médicas argentinas que a fuerza de capacidad y voluntad se hicieron lugar en el mundo de las ciencias a comienzos de siglo XX, junto a Cecilia Grierson o Elvira Rawson, Lanteri se graduó de médica en 1907, siendo la primera italiana en alcanzar un título universitario en el país.

Nacida en Italia en 1873, llegó con su familia a Buenos Aires con apenas 6 años. Afincados en la recién fundada La Plata, cursó en el Colegio Nacional de esta ciudad, consiguiendo ser la primera mujer en asistir a sus aulas. Años más tarde, ingresó a la Facultad de Medicina, convirtiéndose luego de fatigosos obstáculos en la quinta médica recibida en el país; y tiempo después, ante diversas trabas para su carrera profesional, ganó otra batalla, la ciudadanía, cuando todavía no había siquiera igualdad en derechos civiles para las mujeres.

El 16 de julio de 1911, en ocasión de las próximas elecciones municipales, fue a inscribirse al padrón electoral de la ciudad. Aquel día había un reempadronamiento, y Lanteri enseñó su carta de ciudadanía y una copia de la ley electoral de la ciudad que indicaba, entre otras cosas, las condiciones para inscribirse en el registro, entre otras, ser ciudadano mayor de edad, saber leer y escribir, presentarse personalmente, haber pagado impuestos o ejercer alguna profesión liberal dentro del municipio. Nadie le pudo negar la inscripción y el 23 de noviembre de ese mismo año, cuando todavía faltaban 36 años para la sanción del voto femenino, Lanteri votaría en la Iglesia de San Juan, convirtiéndose en la primera mujer en sufragar del país.

Lanteri era toda una luchadora por los derechos de las mujeres. En 1904, junto con la doctora Cecilia Grierson, fundó la “Asociación de Universitarias Argentinas” y, años más tarde, organizó el Primer Congreso Femenino Internacional, el “Primer Congreso del Niño” a nivel mundial, la “Liga Pro derechos de la Mujer” y la “Liga por los Derechos del Niño”, además de participar en la “Liga contra la trata de blancas”.

Hacia 1919, Lanteri descubrió que el padrón que le había permitido votar ya no estaba vigente. Ni siquiera la Ley Sáenz Peña de 1912 permitía el sufragio femenino, pues disponía la utilización de los registros militares y ya no había resquicios legales que utilizar. Ese mismo año fundó el Partido Feminista Nacional, logrando torcer el brazo del régimen institucional y organizando, junto a las socialistas porteñas argentinas, los importantes simulacros de votación de 1920. Lanteri se proclamó candidata a diputado y pidió ser llevada al Congreso en sucesivas elecciones, hasta que en 1932, con 59 años, falleció tras ser atropellada por un automóvil en el microcentro porteño. No dejaron de plantearse dudas por tan inusual accidente.

Reproducimos en esta oportunidad un fragmento aparecido en la Revista Nuestra Causa, de junio de 1919, donde Lanteri se expresaba sobre las ventajas que acarrearía la participación política de la mujer, especialmente la conquista del voto femenino.

Fuente: Revista Nuestra Causa, Nº 2, 10 de junio de 1919, págs. 28-30; enEdit Rosalía Gallo, Nuestra Causa, Revista mensual feminista 1919-1921, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas Cruz del Sur, 2004, pág. 75-76.

¿Cómo se comportará la mujer dueña de su voto y capacitada para usarlo de la manera que estime convenienteLo primero que atraerá su atención serán las propias necesidades y las de su prole, y dictará leyes que protejan la vida y la (vuelvan) soportable, cosa que ya resulta una verdadera desesperación. La protección de la maternidad será fundamental, pero no una protección caritativa sino reconociéndola como la función más excelsa de la vida y a la cual la sociedad debe sus primordiales atenciones. Ligado a ella naturalmente está el niño, su higiene física y mental y su preparación para la vida.

Como estas innovaciones están ligadas fundamentalmente a la parte económica de los pueblos, seguramente que la mujer trabajará por una más equitativa distribución de la riqueza y una mayor responsabilidad moral por parte de los dos sexos, y no como actualmente se pretende que sean leyes inhumanas las que mantengan las uniones imposibles y retengan en el hogar a una mujer vencida por los desdenes, por las pesadumbres, por las enfermedades y por la miseria. Equilibradas las fuerzas económicas, dentro de una estabilidad de vida relativamente tranquila, los problemas de la paz universal serán asunto de especial predilección para la mujer. (…) Una sola moral para los dos sexos será una de las luchas futuras y los nuevos rumbos que se impartan a la educación insensiblemente harán que otros sentimientos se desarrollen en el varón y si su sexualidad no será modificada por las fuerzas materiales lo será por una mayor reflexión sobre las consecuencias de sus actos generadores de afecciones que diezman la raza y acaban con las energías individuales. Seguramente que una nueva moral, no ya religiosa sino nacida de los sentimientos de solidaridad humana reinará entonces, fruto de las modificaciones imprimidas a la educación social individual, bajo las instituciones femeninas. El mayor aprecio que el hombre tenga de su propia vida y de la de sus hijos impedirá las guerras destructoras de individuos y si éstas se produjeran todavía, serán más bien luchas de ideas y pensamientos que obligarán al hombre a actividades de un orden más elevado, transformando el espíritu de codicia en el de emulación y mayor conquista espiritual.

Julieta Lanteri

Fuente: www.elhistoriador.com.ar