La revista Siete Días y el Informe Rattenbach. Las editoriales


El 23 de noviembre de 1983 la revista Siete Días salía a la calle con una edición que detonaba el manto de silencio impuesto sobre la guerra de Malvinas. Mucho se había dicho y denunciado, pero ahora trascendía a la opinión pública un informe crítico producido por los mismos militares.

El Informe Final elaborado por la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades Políticas y Estratégico Militares en el Conflicto del Atlántico Sur, más conocido por el apellido de quien presidió la comisión, el teniente general Benjamín Rattenbach, había sido elaborado bajo secreto militar entre el 2 de diciembre de 1982 y el 16 de septiembre de 1983. El contenido iba mucho más allá de lo que la Junta se había imaginado. Las conclusiones sobre las responsabilidades de los altos mandos militares y civiles en la guerra fueron devastadoras y se recomendaban penas severísimas para los máximos responsables. Por ello mismo, había sido ordenado el ocultamiento de las 13 copias existentes.

Sin embargo, el informe trascendió, a pesar del intento de la Junta de impedir su publicación. A contrareloj, la redacción entera de la revista Siete Días se dedicó a chequear la información recibida, armar la edición, imprimirla y distribuirla. La difusión se hizo en dos ediciones.

En la primera, del 23 de noviembre, se publicaron las conclusiones de los apartados referidos a las negociaciones seguidas antes de iniciada la guerra y de cómo se tomó la decisión estratégica militar de iniciarla. Además, la evaluación y análisis crítico del accionar de los comandantes en Jefe, operacionales y de nivel táctico. También, la determinación de las responsabilidades en el nivel político nacional, en el estratégico militar y de otros niveles. Por último, el encuadramiento jurídico que sugerían para cada uno de los responsables.

En la segunda edición, la del 30 de noviembre, los objetivos fueron distintos. Si bien se siguió publicando parte del documento, llegando a publicar más de la mitad del mismo, se buscó conseguir apoyo a la revista, que sufriría el ataque de la Junta. Así, se entrevistaron a numerosos directores periodísticos y personalidades, preguntándoles si les parecía correcta la difusión de la documentación y si ellos mismos lo hubieran hecho. Por otro lado, se hicieron algunos reportajes de importancia, para conocer las opiniones sobre el informe. El primer entrevistado fue el mismísimo general Rattenbach. Luego, el canciller de la dictadura, Nicanor Costa Méndez. También se entrevistó al contralmirante Horacio Zaratiegui, quien había estado preso durante el último año por criticar a la Junta en el mismo sentido en que lo había hecho la comisión Rattenbach. También se obtuvo la opinión de ex combatientes y, finalmente, la de los futuros ministros de Defensa y de Interior para la nueva era democrática que estaba por abrirse.

En las páginas 20 y 21 de la edición del 30 de noviembre, se explicaba la forma en que había llegado dicho informe a la redacción de Siete Días. Un sobre anónimo con las 300 páginas del informe final había sido dejado sobre el depósito de agua del baño del “Bar Baro” de la calle Tres Sargentos. Cada una de las hojas del documento llevaba impreso el número “01”, que representaba a la Junta Militar.

Sin embargo, esta era una forma de salvaguardar los detalles del verdadero operativo mediante el cual trascendió la documentación. Recientemente, el periodista Héctor D’Amico, entonces subdirector de la revista, contó que durante un encuentro breve, de pocas palabras, un periodista recibió un papel con pequeñas anotaciones que tenían el aspecto de jeroglíficos. Eran listas con direcciones y horarios. Las direcciones correspondían a teléfonos públicos situados en las calles del centro, Retiro, Palermo y Recoleta. Cada teléfono, a su vez, tenía asignado el horario en el que alguien debía levantar el tubo para recibir instrucciones. Esa fue la hoja de ruta que guió a los periodistas hasta los lugares donde habían sido dejados sobres con fotocopias de los capítulos del Informe.

La difusión del documento tuvo un impacto monumental en la opinión pública, que comenzaba a enterarse de la verdad de lo ocurrido en Malvinas. La Junta inició un juicio contra los responsables periodísticos de Siente Días. Pero el proceso duró lo que restaba de Dictadura. La decisión oficial de hacer públicos los contenidos del informe –pese a su trascendencia a la prensa- se tomó el 7 de febrero de 2012, cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner firmó el decreto 200 que dispuso la desclasificación del Informe Rattenbach.

En esta oportunidad, ponemos al servicio de nuestros visitantes las editoriales de los dos números de la revista Siete Días en los que se publicó el informe. En la primera, explicaban el sentido del informe. En la segunda, con el gobierno de facto cayéndoles encima, defendían la labor periodística: “Y si estamos tranquilos y serenos –concluían-, es porque sabemos que no hay justicia alguna que condene a la verdad”.

Editorial de la Revista Siete Días – 23/11/83

Fuente: Revista Siete Días, Nº 858, 23 de noviembre de 1983, p. 3.

No hay justicia que condene a la verdad

La divulgación del informe final sobre la guerra de Malvinas por parte de Siete Días obliga –más allá de la magnitud del hecho periodístico y de sus ecos a nivel nacional e internacional- a extraer una cantidad de conclusiones.

Fundamentalmente, la magnitud de un hecho periodístico no se mide por el tratamiento que un medio –en este caso Siete Días– de al referido hecho, sino por la reacción que origina.

Si nuestra revista fue comentario de primera plana en todos los diarios, si nuestra revista ocupó espacios en radio y televisión, su nuestra revista agotó dos ediciones en tiempo record, si aún a pesar de esas dos ediciones muchos lectores quedaron sin su ejemplar, es por alguna razón valedera.

Y la razón es muy simple: una vez más, como en aquel histórico Mayo, el pueblo quiso saber de qué se trataba.

Hoy, 30 de noviembre de 1983, estamos presenciando los estertores de una estructura que agoniza exactamente igual que cuando nació: en silencio. Porque el Proceso nació a espaldas de los argentinos y muere a espaldas de los argentinos.

El Proceso se sirvió del silencio: durante su vigencia no hubo explicaciones para los ciudadanos, no hubo consulta alguna sobre los actos de gobierno, no hubo ley ni decreto que contara con el consenso de la población. No hubo explicaciones sobre los desparecidos, sobre la deuda externa, sobre los ilícitos, sobre la guerra. Sólo hubo silencio.

El mismo silencio sirve, ahora en la agonía, para que los responsables no den explicaciones de ninguna clase, escudándose en una equivocada interpretación del ‘espíritu de cuerpo’ y de la ‘limpieza de las instituciones’.

Si hubo algo que provocó esta tremenda ansiedad por conocer la verdad sobre una guerra que desgarró a todos los argentinos, no fue el mérito periodístico de Siete Días; fueron los siete años de obstinado silencio.

Al publicar el que se ha dado a llamar ‘Informe Rattenbach’, Siete Días lo ha hecho en la convicción de servir a una necesidad pública: conocer la verdad. El haber cumplido con nuestra obligación periodística nos llena de orgullo y al mismo tiempo –en este caso especial- nos somete a la decisión de la justicia, en razón de la denuncia efectuada por la Junta de Comandantes. Con la absoluta tranquilidad de conciencia que nos otorga la convicción de haber cumplido con un deber, nos someteremos a la justicia.

Y si estamos tranquilos y serenos, es porque sabemos que no hay justicia alguna que condene a la verdad.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar