Liber Seregni


Fuente: Revista Primera Plana, Nº 456, 26 octubre de 1971.

El Fiat 600 cruza el barrio del Parque Rodó, bordea el boulevard Artigas, frena ante un sobrio edificio de departamentos. Van a dar las diez y media del último viernes, Montevideo amenaza con un día habitual, sin novedades. Hace calor. El ascensor se detiene en el segundo piso; una señora abre la puerta del living sin pretensiones, pero atiborrado de cuadros (algunos de buen gusto). No hay estilo. «Ahora viene el general», se despide. No habrá tiempo de sentarse: el hombre aparece con sus pasos cortos y veloces; por supuesto, tiene los zapatos lustrados, la barba no muestra sombras, el cabello se ha apretado hacia atrás, dócilmente, con fijador. Un pantalón gris, una blanca camisa, impecable, sin corbata; el bigote, convencional, dibuja una sonrisa fácil. «Quisiera que fueran preguntas ágiles, concretas», desafía; no hay que temer ni sospechar: el hombre mira de frente y responde a todo -casi semeja una postura política-, gana con simpatía, diluye la agresión, la mínima trampa de un reportaje.

Habrá de fumar cuatro rubios Nevada, no invitará con café; se levantó una sola vez para ponerse saco y corbata -debía tomarse fotografías en color-; fue el momento para pispear detalles. No sirve de mucho: los libros están en otra habitación, apenas se atisban un par de discos de música clásica y, la sorpresa, un cuadro con la firma de Liber. «Sí, claro que pinto; ahora no, por supuesto. Ese lo firmé hace unos 15 años». En cuanto a la música, «me gusta; sin embargo, lo único que sé tocar es la radio y la televisión».

Habrá otras novedades insólitas. La astronomía -«estudié varios años, me becaron en una universidad mexicana»- se mezcla sin prejuicios con el fútbol: «Soy de Nacional». Hace un mes, como no quería confesar su afición por los tricolores, sus adversarios dijeron que «no se quería definir». Parece más dispuesto para hablar de matemáticas o de física, dos disciplinas que estudió a fondo: «Soy muy frío -reconoce- para analizar los problemas, pero cuando los encaro me vuelvo apasionado». Esa regla de oro quiso que fuera atendida por sus oficiales, cuando les daba clases: «Siempre les decía que es necesario tener una heladera en la cabeza y un calentador en el pecho».

Después de dos horas de grabación, el general Liber Seregni, 54, dos hijas casadas, candidato a la Presidencia del Uruguay por el Frente Amplio -uno de los acontecimientos políticos más sorprendentes de la historia oriental- saludó al corresponsal de Primera Plana en Montevideo, Fernando Ainsa, y al secretario de Redacción Roberto García. En la calle, unas gotas presagiaban la tormenta y el aguacero; desde la residencia presidencial se invitaba a una conferencia de prensa; corría la primera información sobre el secuestro de un anciano periodista, José Pereyra González, redactor responsable del colorado diario El Día; en Canelones, se sostuvo -erraron, el sábado, todos los diarios argentinos-, había caído otra vez el fundador de los Tupamaros, Raúl Sendic. A un mes y horas de las elecciones generales, con uno de los panoramas más confusos y desasosegados de su historia, el Uruguay comenzaba a sacudirse para festejar otro hito democrático, casi un hallazgo en Iberoamérica.

Para empezar, convendría una definición del Frente Amplio. 
Se puede definir de varias maneras. Una, bien real por otra parte, es considerarlo una respuesta natural, auténtica y espontánea, dada por el pueblo oriental en el momento más crítico de su existencia. La continuidad de las tensiones económicas y sociales había desencadenado formas de violencia desconocidas. El incremento de esas tensiones conducía a situaciones de violencia generalizada.

¿Cómo se formó la coalición? 
Los fenómenos de tipo sociopolíticos no tienen un nacimiento preciso: tienen hitos que se marcan por hechos. Hacía tiempo que existían intentos de unificación, todos abortados; el Frente ve la luz luego que el Gobierno instaura un abrupto giro en su economía y florecen las luchas sindicales y estudiantiles. Esas rebeliones crean una unidad entre esos sectores; como la crisis la sufren todos, la unidad se crea en la calle y el Frente surge por esos reclamos, no por los efectos de una componenda política.

Pero debe haber un día. 
Claro, el 7 de octubre de 1970, cuando se produce el Llamado de los Ciudadanos Independientes. A partir de ese momento, es una explosión; los políticos se limitan a institucionalizar ese fenómeno. El 5 de febrero de este año, se establece la partida de nacimiento; antes ya se habían producido las coincidencias, varios grupos políticos habían abandonado sus lemas: esto explica la formidable demostración popular del 26 de marzo, sin antecedentes en la historia uruguaya. Pero, no hay que engañarse: en materia político-social, los hechos no brotan en una mañana.

¿Acaso la Revolución Francesa comenzó con la toma de la Bastilla? ¿El Frente es una especie de lema? 
No. El Frente es una fuerza política. Los lemas carecen de definición, no tienen un programa adecuado a las circunstancias actuales, no están organizados en su conjunto ni poseen una dirección estable.

Verdad, pero quisiera que conteste este planteo para ver si es cierto que el Frente no se maneja como un lema tradicional. Por ejemplo, si uno es partidario del candidato A, quien pertenece al lema colorado, quizá su voto sirva para entronizar a B, un enemigo de A. Entonces, el lema es una trampa, se burla de la decisión del votante. Esto es cierto y, con el caso del Frente, ocurre algo parecido. Si uno es militante comunista y vota a su Partido en la alianza, en caso de ganar le sale de Presidente un general que alguna vez compartiera la política de Jorge Pacheco Areco. 
Un momentito. No le sale, el votante elige la opción. En el Frente hay un solo candidato y un solo programa; los comunistas, utilizando su esquema, para integrarse, antes aceptaron al candidato y al programa. En esto no hay engaños. Por otra parte, quiero aclararle que, como militar, acompañé a Pacheco Areco hasta noviembre del ’68, cuando se agudiza el proceso. Renuncié como ciudadano -no compartía esa política- y, como general, no quería que el Ejército tuviese que enfrentar al pueblo.

De cualquier modo, ese contubernio de cristianos, colorados y blancos disidentes, marxistas y socialistas, más que un Frente parece varios frentes. 
La heterogeneidad de ideas no es un problema actual; sencillamente, existe una identidad de la actualidad y del camino a recorrer. Hasta cuándo el camino será conjunto, mi querido amigo, eso está en el futuro.

Es decir, que luego de los comicios habrá quienes se bajen del ómnibus y habrá quienes se suban. 
Yo no tengo la bola de cristal. Lo que sé es que ahora el Frente es la fuerza real de un movimiento real que ya no tiene retroceso.

Se acepta que el Frente sea una agrupación nueva, innovadora. Pero, ¿acaso no hay una contradicción en esos términos cuando se recuerda la lista de políticos preexistentes, intermediarios, con escasa trascendencia electoral que anidan en el movimiento? Esos hombres -quienes, gracias al Frente, volverán al Congreso- poco tienen que ver con las generaciones formadas en comités de base. 
Hay dos cosas en esto. Primero, la realidad de una fuerza política organizada fundamentalmente sobre una base de sustentación popular, que se dio en forma espontánea. Segundo: por supuesto, hay una estructura organizativa y una representación parlamentaria; pero, esos delegados no son necesariamente intermediarios entre la dirigencia del Frente y las organizaciones de base. Es toda la organización la que forma el conjunto. En cuanto a las figuras que provienen del sistema anterior, no podía ser de otra manera: es decir, el Uruguay no cambió la población de un año para el otro, los que estamos ahora somos los mismos que estábamos antes.

Quizá la pregunta deba seguir varios pasos. ¿Usted es candidato exclusivo a la presidencia? 
Exclusivamente, he hecho cuestión sobre el punto.

Bien. En el caso de no ganar, ¿seguiría en el Frente y en la escena política? 
Por supuesto.

Entonces, sin importar el triunfo y gracias a su prestigio, la esperanza que se deposita en el Frente servirá para devolver al Parlamento a los mismos políticos que, con escaso electorado, dudaban de la posible reelección. También, y lo que las agencias internacionales sospechan como lo más grave, el Partido Comunista -el único realmente organizado de la coalición- se asegura una redituable participación en el Parlamento. O sea, que usted va a perpetuar en el teje y maneje político a lo que se supone usted pretende desterrar del Uruguay. 
No es así. Las figuras y grupos que se han incorporado al Frente -inclusive, que lo fundaron- tenían largamente asegurado su continuidad parlamentaria dentro del lema tradicional. Entonces, al revés de lo que usted señala, lo válido es la valentía cívica que tuvieron esos políticos para abandonar la sombrilla protectora y largarse, el año pasado, a esta aventura.

Nadie puede afirmar que tuvieran la reelección garantizada. En el Uruguay, como usted mismo lo dijo, se vive un proceso inédito, encrespado por la violencia. Tanto los Tupamaros como Jorge Pacheco Areco radicalizaron el espectro político, dejaron en el camino a quienes jugaban en la mitad. El Frente, una vez amalgamado, se convirtió en una opción; sus integrando, si hubiesen corrido el albur en forma solitaria, el 29 de noviembre habrían cambiado de profesión. 
Es cierto que, a partir del ’68, por culpa de un Gobierno represivo que se acercó o sobrepasó los bordes de la Constitución, se obligó a polarizar el panorama. Antes del Frente y, gracias a esa situación dictatorial, sólo quedaba la alternativa de la violencia; los partidos tradicionales -simples lemas o cooperativas- eran incapaces de salir de este callejón sin salida. La exigencia histórica era el nacimiento de este grupo político, y aquellos que se integraron, en tanto que el Frente crece, crecen ellos mismos. El Frente Amplio no es la suma aritmética de las facciones que lo compusieron; es más que eso, es una alianza que se ha enriquecido en sí misma, por suponer una opción distinta y valedera. El Frente ha ocupado un vacío que nadie podía llenar; no se puede interpretar peyorativamente a quienes se han allanado a un programa en un momento decisivo e histórico.

¿Cuál es la plataforma del Frente? 
Quien sepa en materia política y lea nuestras bases programáticas y las 30 primeras medidas de Gobierno que tenemos planeadas, en caso de triunfar, si tipifica la plataforma dirá que es democrática avanzada. No es ni siquiera un programa socialista. El plan que se propone es nacionalista, liberador -lo que supone el corte de las dependencias con el extranjero-, pero sus estructuras y fines pueden calificarse de democráticos avanzados. Y no más de ahí.

¿Cómo ve la viabilidad de la aplicación de esas medidas? 
Las 30 primeras medidas corresponden al Poder Ejecutivo, están enmarcadas en el actual régimen constitucional, son legales.

Usted habla de cortar la dependencia extranjera, una medida nacionalista bastante de moda. Lo que está de moda, también, es la represalia internacional. Eso, legalmente, no está previsto. ¿Cómo se arregla para responder dentro del marco legal? 
Como usted sabe, la opinión pública está dividida por tercios, mayores o menores pero tercios al fin. Sucede que, por demagogia, necesidades de la hora o sentimientos, las agrupaciones políticas adversarias anuncian sus planes y repiten nuestras consignas (por ejemplo, la reforma agraria, la nacionalización de la banca). De manera que, cuando presentemos los proyectos de ley, podrá discutirse el matiz, pero no el principio. Con nuestra actitud, hemos obligado a dar definiciones; tampoco hay que pensar que somos los únicos portadores de la verdad.

Al parecer, el Frente Amplio ha conseguido buena repercusión en Montevideo. Y el interior, el que decide los resultados, ¿cómo responde? 
Guardando las distancias, se obtuvo la misma respuesta que en la capital. Es que los sectores agropecuarios han sufrido los embates de la crisis. Tanto que, por razones de concientización, se produce un caso interesante: hay muchos estancieros que son frentistas, mientras algunos de sus peones aún permanecen en los lemas tradicionales. Es un problema de cultura, ya llegaremos a cubrir eso; aquí, como en otras partes del mundo, la masa no está bien informada y marcha en dècalage con relación al tiempo.

¿Cómo ve la situación geopolítica del Uruguay en caso de que gane el Frente? 
Somos claros en nuestros programas. Nos interesan el apoyo y la solidaridad de regímenes similares; toda América latina -salvo Brasil- está viviendo la misma situación.

Parecería que la dependencia uruguaya fuera aún mayor que la de otros vecinos. 
La dependencia existe en toda América Latina.

Nadie discute eso, pero en Uruguay de pronto falta querosén -como este año- y lo deben aportar los países cercanos. 
Ese fue un error de planificación.

Cuando habla de cortar con la dependencia, no explica cómo hará el Uruguay para que tenga sentido como país con sus escasos bienes de producción.
Nada se obtiene sin lucha, sin sacrificios, sin esfuerzos. Eso lo sabemos como una petición de principios. El inmovilismo conduce a la muerte, sólo la lucha conduce a la victoria. Hay un juego de opiniones en esa decisión de cortar la dependencia; no hay que olvidar que, aparte de los dos grandes bloques y dentro del sistema capitalista, hay una serie de países que tienen interés de participar en negocios con América Latina.

¿Leyó las críticas del escritor Augusto Céspedes al Gobierno de Torres? Dice que, muchas veces se piensa con ilusión que, luego de romper un lazo y lograr otros, se vivirá la liberación; de pronto, según él cuenta, se descubre que las condiciones son peores que las que tenían. 
Valen las experiencias ajenas. No tenemos que caer en los errores de otro. Pero, cuando se trata la materia económica en un solo campo específico, se yerra; la economía no puede estar aislada de la política, las dos están correlacionadas. El problema del Frente será igual al de cualquier Gobierno que se haga cargo: no podrá satisfacer sus obligaciones exteriores. Nuestra deuda, el año pasado, era de 500 millones, y estimo que ahora trepa a los 530 o más; eso significa dos años y medio del total de las exportaciones que el país hace. Nunca, el Uruguay tuvo una carga tan pesada. La única posibilidad, entonces, es buscar la refinanciación.

¿No la moratoria? 
La moratoria es una medida extrema, mi querido amigo; cuando ya no quedan soluciones, entre morirse de anemia y morirse peleando, la gente prefiere lo último. En suma, nuestro objetivo es la refinanciación y aquí, sin duda, juegan los factores políticos. ¿Cómo van a reaccionar nuestros acreedores?

Con ese plan nacionalista y el respaldo político del comunismo tal vez no reaccionen de buen talante. 
El Partido Comunista es uno de los integrantes del Frente, el Frente no es el PC. No sabemos cómo va a reaccionar nuestro principal acreedor, USA; hasta ahora, ha renegociado con Chile, también con Perú. La política exterior ya no está solidificada: recuerdo que con motivo del viaje de Nixon a China, un funcionario norteamericano se burló de las quejas de un periodista, aún conmovido por las barbaridades que antes solían cruzarse las dos potencias. «Son cosas del pasado -aclaró-, y en la política exterior sólo cuenta el presente y el futuro». Piense, además, que todo acreedor prefiere cobrar aunque sea diferido a no ver un peso.

¿Cuál es el resultado de la autocrítica del Frente? 
Uno se marca metas y tareas a cumplir y, a veces, tiene urgencias sobre el cumplimiento; hay una cosa que ya se tiene en cuenta: no se puede ir más allá ni más rápido de lo que el contexto social está creando.

Ahora, el Frente se convirtió en una alternativa de poder; cuando lo alumbraron, ¿habían imaginado esta posibilidad?
No, sólo pensábamos cumplir una función histórica y trascendente. Conviene aclarar que el próximo 28 de noviembre no se termina el Uruguay, ni mucho menos el Frente.

Se afirma que algunos allegados al Frente lo ven como una caja de resonancia de gente más avanzada ideológicamente. Hasta se habla de utilizarlo como un foco…
Un momentito. En la célebre discusión de los procesos revolucionarios hay dos posiciones: la teoría del foquismo y la de las masas. Una toma la labor de carozo, está altamente concientizada; yo, por mi parte, creo que sólo los pueblos pueden resolver los problemas. Es probable que haya grupos que propugnen lo que usted dice, ya que ninguno de los que integran en el Frente ha perdido individualidad. En todo proceso de cambio siempre hay sectores que quieren ir más rápido y otros que quieren ir más lentamente. Digo que el gran arte es encontrar el tempo de la sinfonía y ese tempo está dado por un saber: tomar la velocidad que permiten los hechos. Siempre digo que quien haya corrido 100, 200 y 400 metros sabe que hay un equilibrio, que si intenta aumentar la velocidad poniendo la cabeza y el tronco demasiado adelantado no puede seguir con la velocidad necesaria para conservar el centro de gravedad, se caen.

¿Se van de boca? 
Se van de boca. Hay que encontrar, entonces, la velocidad que permita el equilibrio logrando el máximo de avance.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar