Manuel Belgrano contra la guerra civil


Antes de morir, Manuel Belgrano escribió su autobiografía -según confesó- no sólo para que fuera útil a sus paisanos, sino también para “ponerme a cubierto de la maledicencia”. Y es que no pocos enemigos se había ganado este criollo a lo largo de las luchas independentistas.

Nacido en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, con el nombre de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, estudió en el Colegio Real San Carlos (hoy Nacional de Buenos Aires), para luego trasladarse a Valladolid, junto a su hermano, donde se dedicó al estudio de Leyes. A su regreso a Buenos Aires, con apenas 23 años y recibido de abogado, fué designado secretario en el Consulado porteño.

Se interesó en que el Consulado ofreciera cursos educativos en varias materias. Las invasiones inglesas lo incorporaron de lleno en la cuestión militar y política. Desde entonces y por largos años participaría en batallas, debates, disputas y la gestión de una nueva realidad que nacía.

Recordado como creador de la bandera, ingeniero del “éxodo jujeño”, comandante del Ejército del Norte y por haber destinado los 40 mil pesos oro de premios a la construcción de escuelas en las provincias del norte (que nunca se hicieron), Belgrano murió en la pobreza total, el 20 de junio de 1820, atacado por una agobiante enfermedad. “Pienso en la eternidad, adonde voy, y en la tierra querida que dejo…”, comentó antes de morir.

En el aniversario de su fallecimiento, recordamos las palabras que en abril de 1819 Belgrano dirigiera a Ignacio Álvarez Thomas, entonces jefe de estado mayor del ejército de observaciones sobre Santa Fe, instándolo a entablar negociaciones con el gobernador Estanislao López.

Manuel Belgrano, quien se encontraba en Tucumán a cargo del ejército auxiliar del Perú, había sido llamado a tomar parte en la guerra civil contra los caudillos del Litoral. Sin embargo, en la carta que a continuación reproducimos, advertía los desastres que sobrevendrían de prolongarse la guerra civil entre las provincias hermanas.

Fuente: Antonio Zinny, Bosquejos biográficos del general don Ignacio Álvarez y Thomas, Buenos Aires, Imprenta y librería de Mayo, 1868, págs. 27-31.

Carta de Manuel Belgrano a Ignacio Álvarez Thomas
Rosario, 11 de abril de 1819.

Mi deseo es la conclusión de una guerra tan desastrosa para emplearme en acabar con los enemigos exteriores. Convengo en la proposición de que se retire este ejército a San Nicolás, y el auxiliar del Perú fuera de los límites de la jurisdicción de Santa Fe, con tal que las fuerzas de ésta y del entre Ríos se sitúen en la otra parte del Salado, mientras se concluye el tratado definitivo.

Debe prefijarse la época de reunión de los diputados para el 1º de mayo y no menos los días que deban emplearse en el tratado, convención, o como se le quiera llamar, para que pueda comunicarse a las provincias de la Unión, y se celebre entre las glorias de la América del Sud el 25 la de la concordia y fraternidad entre hermanos que para siempre abandonan sus riñas particulares para el bien de la gran familia.

Que debe celebrarse con el mayor anhelo la destrucción de una porción de reuniones que se han destinado al robo, saqueos y demás vicios, para que los caminos estén francos, y no menos las postas, a cuyos maestros debe atenderse y protegerse, pues de otro modo  ni me será posible tener los auxilios para destruir y vencer a los españoles que sujetan a nuestros hermanos del interior, ni las comunicaciones llegarán con la prontitud que es tan preciosa, ni el comercio además podrá gozar, y el Estado perderá.

Que si se ama de veras la Unión, y se mira por la causa, estamos decididos a morir antes que perder nuestra libertad e independencia, que hemos jurado, de la España, se me debe auxiliar para mis marchas, y no menos a perseguir los desertores que hubiere, con destino a que no se pierda la fuerza que ha de atacar al enemigo común.

Que para que esté seguro para ambas partes el armisticio, y no haya un motivo de guerra por el contacto de hombres de ánimos resentidos, soy de opinión que el destacamento de Santa Fe destinado al Arroyo del Medio permanezca en este pueblo como el de las Provincias Unidas en San Nicolás, y el auxiliar del Perú fuera de la jurisdicción de dicha ciudad de Santa Fe, habiendo franca comunicación entre los jefes, para que se conserve la amistad, se ayuden unos a otros, y corten todas diferencias que puedan traer un rompimiento.

Que cese todo acto hostil en el Entre Ríos, y que se impondrá al supremo gobierno de la necesidad de separar todo motivo de guerra civil, que sólo nos trae la destrucción del país, debilitándonos para oponernos a las insidias y guerras de los españoles y portugueses, o cualquiera otra nación que la intentase.

Que convido a los que quisieran ayudarme a ir a combatir  los enemigos exteriores que nos amenazan por el Perú, apoyados de esta cruel y sanguinaria guerra que lloraremos cuando se hayan abierto los ojos, y se vean los males de la desolación que ha causado.

Que si quieren los señores Vulny y Urtubey y algunos otros militares ir en mi campaña contra los tiranos españoles, los recibiré a brazos abiertos, sin dudar de que sus esfuerzos a que los han conducido las teorías, serán de todo provecho dirigidos a beneficio de la libertad de nuestro suelo.

En fin, séllese el principio de una unión duradera, y hagamos con ella la gloria de América del Sud, para que entre al rango de nación, y sea respetada por cuantos existen en el globo; que no nos acordemos más de nuestras diferencias anteriores sino para soldar más y más la amistad y fraternidad tan deseada y anhelada por los buenos.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar