Nicolás Avellaneda reflexiona sobre el papel de la lectura


Fuente: Juan Mamerto Garro, Nicolás Avellaneda: escritos y discursos, Buenos Aires, Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco, 1910.

La lectura fecunda el corazón, dando intensidad, calor y expansión a los sentimientos. Los egoístas no practican, en general, la lectura, porque pasan absortos en la árida contemplación de sus intereses personales. No sienten la necesidad de salir de sí mismos y estrecharse con los demás. Las personas indolentes no leen; pero ¿qué son el ocio y la indolencia, sino las formas plásticas del egoísmo? La naturaleza es pródiga en sorprendentes escenas, en maravillosos espectáculos que el hombre sedentario apenas conoce y que los viajeros contemplan con extática admiración. Los placeres sociales encantan al hombre; pero no siempre vienen a su encuentro ni dependen de su voluntad. Entretanto, los placeres que proporciona la lectura son de todo tiempo y de cualquier lugar, y son los únicos que puede renovar a su albedrío.

La lectura es poderosa para curar los dolores del alma, y Montesquieu ha escrito en sus pensamientos que jamás tuvo un pesar que no olvidara después de una hora de lectura.

El libro es enseñanza y ejemplo. Es luz y revelación. Fortalecen las esperanzas que ya se disipaban; sostiene y dirige las vocaciones nacientes que buscan su camino a través de las sombras del espíritu o de las dificultades de la vida. El joven oscuro puede ascender hasta el renombre imperecedero, conducido como Franklin por la lectura solitaria. El libro da a cada uno testimonio de su vida íntima. Es el confidente de las emociones inefables, de aquellas que el hombre ha acariciado en la soledad del pensamiento y más cerca de su corazón, así la lectura del libro que nos ayudó a pensar, a querer, a soñar en los días felices, es el conjuntos de sus bellas visiones desvanecidas por siempre en el pasado. Cuando puede sustraerme a lo que me rodea y releo mis antiguos libros, parece que se renueva mi ser. Vuelvo a ser joven. Lo que pasó, está presente; y creo por un momento que puedo envolverme de nuevo en la suave corriente de los sueños desvanecidos, cuando repitiendo con acento enternecido el verso de Lamartine o de Virgilio los llamo y los nombro con las voces de mi antiguo cariño. Enseñemos a leer y leamos. El alfabeto que deletrea el niño es el vínculo viviente en la tradición del espíritu humano; puesto que le da la clave del libro que lo asocia a la vida universal. Leamos para ser mejores, cultivando los nobles sentimientos, ilustrando la ignorancia y corrigiendo nuestros errores antes que vayan con perjuicio nuestro y de los otros a convertirse en nuevos actos.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

Felipe Pigna
Felipe Isidro Pigna (Mercedes, Buenos Aires; 29 de mayo de 1959) es un escritor, divulgador histórico, profesor argentino, especializado en la historia de su país. Realiza trabajos en diversos formatos, y es considerado por el programa Ver para leer como el divulgador con más difusión popular en la Argentina de la actualidad. Pigna es director del Centro de Difusión de la Historia Argentina de la Universidad Nacional de General San Martín, columnista de la radio Vorterix, director de la revista Caras y Caretas y consultor para América Latina del canal de televisión History.