Perón: claves de su política


Fuente: Revista Primera Plana. N° 487, 30 de mayo de 1972.

En sus artículos y declaraciones de los últimos meses, Juan Perón ha venido precisando su punto de vista sobre el proceso argentino. El análisis situacional de las fuerzas en presencia, el verdadero sentido del GAN y la respuesta que cabe al Movimiento Popular, recogidos en tales textos, arrojan las claves imprescindibles para comprender la estrategia peronista. He aquí una antología de esas citas, tomadas de su versión original, según circula en los medios oficiales del Justicialismo.

Desde 1955 nuestra lucha ha sido contra las Fuerzas Armadas, colocadas frente al Pueblo argentino. Los diversos gobiernos que desde entonces estuvieron en la Casa Rosada no han sido sino instrumentos o simulaciones de un poder que, en realidad de verdad, manejaba a esos gobiernos. Ninguno de ellos recibió el poder al tomar el Gobierno, y de esa manera, consciente o inconscientemente, fue un instrumento de la camarilla de generales que mantenía el poder en sus manos, utilizando al Ejército como instrumento de su usurpación.

Pero aun detrás de esa camarilla existían otras fuerzas que la impulsaban, ya estuvieran en el país o fuera de él. Todo comenzó en 1956, con motivo de la Primera Reunión de Presidentes de América, en Panamá. Allí los yanquis sentaron la idea de que una guerra internacional en el continente ya no sería posible y que, en consecuencia, las fuerzas convencionales habían perdido su razón de ser anterior; pero como el comunismo era el peor enemigo en el interior de nuestros países, las fuerzas militares debían dedicarse a combatirlo. En esa forma, las Fuerzas Armadas pasaron a ser policías militares. Nuestros países latinoamericanos se vieron invadidos por las fuerzas de ocupación y todos los gobiernos pasaron a ser reemplazados por dictaduras militares. Es lógico suponer que tales dictaduras, con designios más o menos ocultos, estaban destinadas a servir a los objetivos fijados, y de paso, los intereses vernáculos de la reacción en cuyo nombre y a cuya sombra actuaban.

En nuestro país, a la primera dictadura militar, ejercida en nombre de la “Revolución Libertadora”, le sucedió un Gobierno seudoconstitucional que, estando proscripta la mayoría, no podía representar los intereses argentinos y menos aún los del Pueblo de la Nación. Los resultados pusieron en evidencia la verdad de esta aseveración. Los gobiernos que siguieron fueron más o menos lo mismo, hasta que llegaron los militares, lo cual ya era un avance descarado, pero insidioso, hacia el dominio de la verdadera fuerza que estuvo hasta entonces agazapada detrás de cada uno de los “gobiernos civiles” simulados.

La caída del último de estos desafortunados generales puso en evidencia la realidad disimulada durante más de quince años; el verdadero poder estaba en manos de la camarilla militar que ostentaba el poder detrás del trono. Así todos los gobiernos que simularon gobernar se habían unido a los designios de la camarilla o habían caído sin pena ni gloria, después de haber hecho el ridículo durante años. El Movimiento Justicialista, apoyado por el Pueblo argentino, ha realizado durante dieciséis años la guerra. En ese tiempo ha ganado muchas batallas, en la última de las cuales ha podido poner en claro cuál era el verdadero enemigo contra el que se venía luchando desde 1955. Ahora sabemos que el enemigo es la dictadura militar que azota al país en nombre de las Fuerzas Armadas. En otras palabras, hemos obligado a los enemigos a mostrarse en su triste realidad, enfrentando al Pueblo argentino y en defensa de intereses que no son por los que deben luchar los argentinos. Ello tiene para nosotros una importancia capital: ahora sabemos a qué atenernos porque conocemos con quién hay que luchar y cuáles son los verdaderos objetivos de esa lucha.

La última batalla librada por el Pueblo nos ha permitido derrotar a ese verdadero enemigo, que ha iniciado su retirada anunciando que normalizará institucionalmente al país, mediante elecciones libres, sin condiciones ni prescripciones y entregará el Gobierno al que gane. Sin embargo, como conocemos las insidiosas formas de acción de ese enemigo, no podemos confiarnos en sus declaraciones, que siempre han sido falsas o engañosas. Por eso se impone que a su retirada le contestemos nosotros con la persecución, manteniendo la lucha como si nada hubiera ocurrido, mientras podemos dialogar en la mesa de negociaciones que el enemigo vencido nos ofrece, porque no es suficiente con ganar la guerra, es preciso también ganar la paz. Por eso no hay que bajar la guardia y es preciso pegar en un lado para negociar con ventajas en otro. Esa es la verdadera situación en que nos encontramos y a ella es preciso responder.

La conducción estratégica, ofrecidas las elecciones libres, no puede tomar otra resolución que aceptarlas e imponer que se realicen durante el año 1972. En tales condiciones, hasta que transcurra por lo menos el primer semestre de ese año, no habrá nueva resolución, como no esté provocada por nuevos acontecimientos que así lo aconsejen.

21/12/71

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Para que exista un acuerdo, es indispensable que haya por lo menos dos partes que se interesen en ello. Desconocemos la “segunda parte” que ha de ponerse de acuerdo con la dictadura militar que lo propugna e invoca. Por lo menos, por ahora, el país se encuentra dividido en dos bandos: uno constituido por la dictadura militar ejercida en nombre y representación de las Fuerzas Armadas y otro formado por el Pueblo argentino que, constituyendo la masa de una Argentina justa, libre y soberana, se opone a los designios de la mencionada dictadura que parece luchar precisamente por todo lo contrario.

Es realmente inconcebible que puedan existir argentinos que, después de diecisiete años de amarga experiencia todavía piensen imponerles a la Nación y al Pueblo argentinos condiciones inaceptables y que vulneran su soberanía, su justicia social y su independencia económica, mediante una promesa aleatoria, con la simulación de un “Gran Acuerdo Nacional” que nadie conoce y menos comparte. Por eso la amenaza del caos, del terrorismo, de la dictadura de extrema derecha, con que nos amenaza la dictadura si no entramos por el aro, es un juego de niños al lado de la guerra civil que ya muchos entrevén como solución.

1/2/72

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Por todo ello y muchas otras circunstancias que todos conocemos, pienso que el Movimiento Nacional Justicialista no puede bajar la guardia. Será preciso seguir actuando como hasta ahora a través de todos los medios de liberación.

La dictadura militar, amenazada como lo está actualmente, podría ensayar un intento de hacer cesar la lucha con fines propios e inconfesables, para lo cual ofrecería el oro y el moro. En este caso, pobre de nosotros si encandilados por los cantos de sirena le ofreciéramos una paz que perentoriamente necesita. De ello ha de inferirse que nuestra conducta frente al Gobierno ha de estar regida por el proceder del mismo en cuanto fehacientemente comprobamos la honestidad de sus intenciones en los propios hechos.

Las grandes revoluciones de la historia, cruentas o incruentas, han tenido siempre como objetivo la liberación de los pueblos contra el poder foráneo de los imperialismos o de la oligarquía coligada con ellos. De ahí que el fenómeno actual de la América Latina no sea sino la repetición del mismo hecho histórico que a lo largo de la evolución de la humanidad nos ha venido mostrando una realidad insoslayable. En esas grandes revoluciones ha vencido siempre el pueblo.

Yo estoy decidido a regresar al país; pero si lo hago ha de ser para poner mi experiencia y buena voluntad al servicio de una verdadera solución y no para prestarme inocentemente a un emparchado que a la larga puede resultar un remedio peor que la enfermedad.

Demasiado grande es la responsabilidad que tenemos frente al Pueblo argentino como para que nos encandilemos con una paz que bien puede ser precursora y presagio de una futura guerra civil, o por una tranquilidad ocasional aleatoria o una efímera comodidad personal sacrificamos una realidad que no ha de perdonarnos.

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