Un militar valiente y honorable denuncia los negociados de la «Conquista del Desierto»


Autor: Felipe Pigna

El ex comandante de fronteras Álvaro Barros denunció en el parlamento nacional en 1876 la malversación de fondos del presupuesto de defensa, mayoritariamente destinado a la “campaña al desierto” en estos términos: “El Ejército Argentino, siendo uno de los más deficientes y atrasados, es el más caro del mundo. (…) El resultado económico de este desorden es notable. Mientras que el soldado alemán cuesta $ 199 fuertes por año y el francés 189, el argentino cuesta 521 y mucho más en tiempo de guerra, y sufre como ninguno y en todo tiempo, todo género de necesidades y miserias”. 1 Y cita una arenga del coronel Levalle a las tropas de fronteras estacionadas en Guaminí publicada el 30 de junio de 1876 por el diario Eco del Azul: “No tenemos yerba, no tenemos tabaco, no teneos azúcar, en fin estamos en la última miseria”. Y sigue Barros leyendo la crónica del periodista del diario sobre el estado de la tropa: “Imagínese usted a un soldado mal vestido, casi desnudo, al raso completamente, en medio de los rigores de un  invierno harto cruel, sin lumbre que calentara sus miembros ateridos, y más que todo sin el alimento necesario a la conservación de sus fuerzas; imagínese todo esto, digo, y tendrá una idea más o menos exacta de lo que acá se ha sufrido”. 2

Así lo admitía en su Mensaje a la Legislatura de 1872, el gobernador Emilio Castro: “La defensa de las fronteras es una carga general que debe pesar igualmente sobre todos los ciudadanos de la República, como pesa la defensa del territorio contra una agresión extraña y como se exige también para sofocar la rebelión. Es inicuo que pese sólo sobre un número de ciudadanos que no tiene otra causa para tal designación que su pobreza y encontrarse en la campaña”.

El coronel Barros llevó la cuestión al parlamento durante la sesión del día 7 de junio de 1876, mientras interpelaba al ministro de Guerra, Adolfo Alsina, cuestionando el mal reparto del presupuesto militar. Comenzó demostrando el exceso de oficiales con altos sueldos y la falta de soldados, que lógicamente cobraban sueldos miserables: “Con arreglo a aquellos principios de organización que con poca diferencia se observan en todos los ejércitos europeos, y han dado excelentes resultados en la guerra, el ejército argentino que consta de 8.000 soldados, estaría perfectamente servido con 270 oficiales (tiene 604) y 57 jefes de línea (tiene 302), resultando un exceso de oficiales del 89% y de jefes, del 709%”. 3

Una de las fuentes de la corrupción en la campaña, decía Barros, era la provisión de alimentos y mercaderías a los naturales. Barros demostró cómo un grupo de comerciantes lograron imponer la elección de un juez de paz amigo en Azul, lo que les permitió seguir negociando con los indios los ganados robados  en malones, como así también las raciones que el gobierno entregaba a los indios amigos para su manutención.

La forma de operar, según Barros, era la siguiente: “El Gobierno manda entregar raciones a los indios, con el objeto que vivan de ellas sin necesidad de robar. La imprevisión con que se procede a su entrega ha permitido que los encargados y los proveedores puedan abusar libremente. Vencido el plazo, la entrega no se hace; los indios esperan, reclaman, van y vienen y nada consiguen, hasta que cansados y apurados por la necesidad convienen con el proveedor en recibir el todo en dinero o una parte en dinero y otra en efectos. En dinero vienen a recibir apenas un 10% del valor de los artículos y éstos de tan mala calidad y tan escamoteados, que poco más o menos sufren la misma rebaja. Lo que no venden al proveedor lo entregan con igual desventaja a otros, en pago de tejidos u otros efectos que sobre esto les dan al fiado; y despojados así de este recurso, van luego a desquitarse en los intereses del hacendado”. 4

Barros denuncia con nombre y apellido a Sandalio Arredondo, hermano del general José Miguel Arredondo, jefe de la frontera Sur de Córdoba, al que acusa de “condescendencia, liberalidad y protección” que prestaba a los proveedores del ejército. “El general Arredondo –continuaba diciendo Barros- consentía en que la tropa se muriese de hambre o de enfermedades por él ocasionadas, sin imponer a los proveedores el cumplimiento de su contrato; consta en  los documentos que obran en el mismo proceso. Que el general Arredondo hacía préstamos en dinero y dispensaba todo género de protección a los proveedores, consta igualmente de aquellos documentos. Que don Sandalio Arredondo, hermano del general José Miguel, habilitaba con negocio de pulpería a los jefes subalternos del general. Que por medio de ellos cobraba esos poderes con que los vivanderos esquilman al soldado, que hacían otros negocios por el estilo, consta igualmente de documentos que obran en el proceso.” 5

Frente a los que piensan que la metodología de exterminio llevada adelante por Roca fue la única posible, vale la pena conocer la propuesta de Barros: “Repartir en propiedad esos campos a los indios, medidos, escriturados y amojonados; establecer entre ellos un sistema de orden que ellos mismos anhelan, porque muchos hay que han aprendido a conservar lo que adquieren y saben valorar lo que importa a la propiedad. Proporcionar pequeños recursos para que se dediquen a la labranza los que son capaces” 6.

Como un adelanto de los tiempos por venir, el juicio contra Arredondo terminó cuando el ministro Guerra solicitó la remisión del sumario y todo quedó en la nada. Álvaro Barros decidió que no quería seguir perteneciendo a aquel ejército y pidió su baja de la fuerza porque evidentemente “V.E. considera inútiles mis servicios y no debo continuar siendo gravoso al Estado”. La baja le fue concedida en tiempo récord.

Referencias:

1 Álvaro Barros, Indios, fronteras y seguridad interior, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1975.
2 Ídem.
3 Álvaro Barros, op.cit.
4 Ídem.
5 Ídem.
6 Álvaro Barros, op.cit.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar