Vicente Solano Lima


Revista Cuestionario , mayo de 1974.

Es un raro ejemplar político. Conservador, fue un decidido adversario de Perón en otros tiempos. Pero, poco a poco, fue distanciándose de sus correligionarios y, sobre todo a la caída del peronismo, se mostró favorable a una política de unión nacional. Fundó el conservadorismo popular y, pasando por alto la aparente contradicción que significa ligar al pueblo con la conservación de un sistema que no lo favorece, Vicente Solano Lima se convirtió en figura prominente de un frente inorgánico que se designaba con expresiones tan difusas como «movimiento nacional». Candidato a presidente en 1963 por el Frente Nacional y Popular, que incluía al peronismo, Solano Lima  («El presidente que hace falta en la Argentina», según rezaba la propaganda), fue de hecho proscripto por el régimen de Guido, que opuso múltiples trabas a la fórmula que él integraba junto con Carlos Sylvestre Begnis. Su carrera política parecía terminada cuando Perón lo eligió para secundar a Cámpora. Vicepresidente hasta que le pidieron la renuncia, no sufrió, tras la caída, ninguno de los ataques que debió soportar el resto del gobierno camporista. Seguía contando con la confianza de Perón, quien lo designó Secretario General de su presidencia, y -a la vez- conservó la condición de ser una de las pocas figuras confiables para la juventud. Por eso, sin duda, terminaron confiándole la problemática Universidad de Buenos Aires. ¿Qué piensa hacer con ella? Es lo que procuró indagar Francisco Ferrara:

¿Qué tipo de Universidad es la que se proyecta? 
Una universidad democrática para el pueblo, con un alto nivel intelectual.

¿Está ese proyecto universitario integrado al otro, más amplio, que es el nacional? 
Desde luego. Todo constituye una concatenación, y este proyecto es el afianzamiento de los nexos entre la Universidad y el Estado, y una identificación perfecta entre la conciencia universitaria y el país.

¿Eso no lleva a propiciar una Universidad de masas, integrada a la producción, interrelacionada con las fábricas?
Claro, cuando nosotros hablamos de identificación con el país, queremos significar eso mismo, es decir, poner en comunicación a la Universidad y sus actividades con la producción nacional. Y que además desde la Universidad se preste auxilio y consejo, mediante estudios, a los gobiernos de la Nación y las provincias, a los efectos de una mejor realización de la obra que está a su cargo.

La Universidad del pueblo exige, aparte de esta gratuidad formal que hoy existe, el allanamiento de los accesos a la misma y la gratuidad efectiva. Por ahora, sólo son gratis las clases. En cambio, textos, instrumental, suponen fuertes inversiones. ¿Habrá subsidios? ¿Se podrá transformar a Eudeba en una Editorial para los universitarios? ¿Se podrían levantar, con el trabajo de los propios estudiantes, laboratorios y fábricas de materiales? ¿Habrá, en una palabra, una política tendiente a que las puertas de la Universidad estén realmente abiertas al pueblo? 
Ese es el propósito. Se trata de una empresa de gran aliento porque la Universidad ha estado reducida a ser una isla, completamente independiente de los latidos de la vida nacional. Se trata, ahora, de hacer un ensamble perfecto. Los estudiantes prestarán una valiosa colaboración en ese sentido y el espíritu de la Universidad tenderá hacia ese logro. Nosotros pensamos que EUDEBA -que se mantendrá como empresa de la Universidad- deberá ser reorganizada y secundada en su esfuerzo para cumplir su cometido. Lo mismo los estudiantes, puesto a su tarea sin eludir ninguna responsabilidad, formarán los grupos que edificarán laboratorios, prepararán salas de investigación, montarán aparatos de estudio. Es decir, el trabajo proficuo que debe mediar en la Universidad para que ésta produzca sus frutos. No se trata de expender al interior del país diplomados, se trata de crear hombres en condiciones de comprender sus responsabilidades en la vida nacional y de realizar un gran esfuerzo conjunto -comunitario, diríamos- a los efectos de transformar el país, de agrícola-ganadero en país industrial y con alta capacidad de investigación.

Asegurada esta política que quite a la Universidad la condición de privilegio económico, ¿no cree usted que deberá elevarse el grado de exigencia académica y de disciplina, no en el sentido liberal, apolítico, retardatorio, sino en un sentido revolucionario: disciplina y rigor científico para formar los técnicos que implementarán la liberación? 
Desde luego. Ahora, nosotros debemos rehuir el mero cientificismo y procurar que la ciencia que se desarrolle aquí sea posible como un anticipo de la praxis, mediante la cual se redundará en un esfuerzo productivo para el país. Nosotros creemos que los estudiantes deben ser más ayudados económicamente, por medio de pensiones, becas y aún ayuda económica a sus hogares. Me alarma el bajo índice de estudiantes hijos de familias obreras. La gran población de la Universidad se compone de gente venida de clase media -pequeña y mediana- que es la que ha producido la llamada irrupción en los claustros. Nosotros tenemos mucho interés en que los obreros se asocien a la causa de la Universidad y queremos propender a una política de aproximación de la C.G.T. con la Universidad. Nada nos separa y todo nos une con ellos. De manera tal que en mis próximas gestiones me voy a ocupar de buscar en los medios obreros puntos de apoyo para que la Universidad sea comprendida y se ponga al alcance de los hogares obreros, mediante una plataforma económica y despertando en los obreros el sentido de la ciencia y de la técnica.

Para que ese propósito sea factible. ¿No cree usted que será necesario superar algunos antagonismos que, no por falsos han sido menos efectivos, entre estudiantes y obreros? Ha habido, en nuestra historia reciente, estribillos antiestudiantiles entre los trabajadores, así como una explícita desconfianza estudiantil hacia las direcciones sindicales. ¿Cómo piensa usted resolver estas cuestiones?
Yo creo que esa antinomia ya ha desaparecido, porque el general Perón ha demostrado que el acceso de las clases obreras a todos los ambientes de la cultura, de la ciencia, del arte, o de la investigación, ha aniquilado la idea de clase. Mientras el movimiento obrero se valió de una premisa clasista, se divorció de los otros sectores del país. Pero destruida la idea de clase y buscando la creación de la verdadera comunidad organizada, es evidente que se podrá obtener un acercamiento y una comprensión entre universitarios y obreros. Pienso, con respecto a esto, que cada vez que los universitarios tienen una reivindicación de orden popular, siempre piensan que serán acompañados por los obreros. No hay ningún motivo para que haya una división, y menos con un pensamiento clasista.

Usted ha dicho que se propone incorporar a la Universidad los contenidos de unidad y concordia nacionales que en el plano político general orientan la acción del gobierno. ¿De qué modo se traducirán en el desempeño de sus funciones, en lo específico universitario, esos contenidos? 
La Universidad no debe estar en manos de ninguna tendencia filosófica o doctrina en forma exclusiva. Lo que el presidente de la República desea es que se repita, en la constelación universitaria, lo que ocurre en el ámbito político nacional: la aproximación de todos los grupos, la coincidencia de todos los partidos y de todas las tendencias, así como de todas las doctrinas y definiciones filosóficas. Desea, además, que la Universidad sea un reflejo del pensamiento nacional, para que el mundo político, intelectual y social sea reflejado totalmente en la Universidad como si ésta fuera un espejo.

¿Qué forma posible de expresión tendrá esa orientación en la distribución de los decanatos y demás cargos de dirección en las distintas facultades? 
Mientras los decanatos pudieron ser designados por mí mismo, yo he tratado de dar representación a otras fuerzas, sobre todo a las que lo solicitaron. En cierta manera, ello se ha logrado. En cuanto a la política a seguir dentro de la Universidad, no será una política de partido, sino totalmente operativa, y en consecuencia los futuros concursos para designar profesionales serán garantidos y podrán ingresar como tales los hombres de todas las tendencias políticas conocidas. Además, no habrá en ese sentido ningún prejuicio de ningún orden. En consecuencia, lo que la Universidad necesita -que es establecer esa pluralidad de opiniones de que hablo- lo pondrá en práctica con concursos que sean realmente garantía de evaluación de la capacidad de los postulantes. Si nosotros logramos no proyectar ninguna sombra política sobre los concursos, la Universidad tendrá una representación de lo que es el país entero desde el punto de vista intelectual.

Precisamente, las alternativas en torno a la designación de decanos, en ciencias exactas (Dussel versus Sadosky) y arquitectura (notorias dificultades para asumir su cargo por parte del arquitecto Ibarlucía) hacen presuponer la existencia de agudas luchas de tendencias, apuntadas a la obtención del control de puntos clave. ¿Pondrá esto en peligro la enunciada política de unidad y concordia? 
Creo que no, de ninguna manera. El caso del doctor Sadosky por ejemplo, una autoridad de gran prestigio científico, se debió al exceso de sensibilidad de él mismo, quien quiso contar con el consenso de la casi unanimidad de los estudiantes. Pero me consta que los estudiantes que propiciaban al decano Dussel respetaban y respetan al doctor Sadosky como uno de los grandes profesores de la Universidad, y están dispuestos a recibirlo como maestro, como ya lo hicieran durante tantos años. En cuanto al arquitecto Ibarlucía, fue una cuestión de comprensión recíproca y de cambio de ideas, que culminó en un acuerdo. Yo he pensado siempre que, en el caso de los decanos que aseguraban el orden en sus facultades, que tenían el consenso general de los estudiantes y que no eran impugnados por sus colegas profesores, era mejor continuar con ellos y no alterar las situaciones creando nuevos problemas.

La composición del Consejo Asesor del Rectorado presenta algunas particularidades, como, por ejemplo, la presencia del ingeniero Martínez, desplazado de la dirección de la Facultad de Ingeniería, y la inclusión de ex rectores como el doctor Olivera y el ingeniero Fernández Long. ¿Qué papel jugará ese consejo en la reorganización universitaria? 
Es un consejo de asesoramiento, del cual yo pienso valerme para las cuestiones fundamentales de la reforma universitaria de que se trata. Yo aprovecharé su experiencia y su dominio del problema universitario para ser aconsejado.

¿Cuál será la representación estudiantil y no docente en ese consejo? 
Todavía no está determinada, ya que el Consejo está en plena formación. Pero dada la calidad de la tarea que tendrán estos consejeros, estimo que no es indispensable la representación de los estudiantes, que por otra parte pueden llegar al rectorado cuando lo deseen y exponer aquí sus puntos de vista con toda amplitud.

¿Cómo piensa encarar usted la contradicción producida por un estudiantado notoriamente politizado y la prohibición que el capítulo quinto de la ley universitaria establece para las actividades políticas en las casas de estudio? 
Yo creo que ese artículo se refiere a las actividades de tipo proselitista a favor de tal o cual partido -que es lo que se prohíbe- pero no alcanza el proselitismo de las corrientes de ideas, que en la Universidad poseen una libre expresión. Yo tengo una tendencia a interpretar ese artículo con una intención muy amplia, de manera de llegar a la conclusión de que está permitido, dentro de la Universidad, discutir los grandes problemas nacionales. Si hay estudiantes conservadores, radicales, peronistas o socialistas, ellos podrán sostener los puntos de vista de sus partidos con respecto a problemas fundamentales del país, ya sean económicos o sociales. Un problema de soberanía, por ejemplo, puede ser discutido dentro de la Universidad y es también una cuestión política.

Al parecer, las tendencias estudiantiles se aprestan a dar batalla sobre dos cuestiones particularmente explosivas del ámbito universitario: la democracia interna y la escasez presupuestaria, incrementada esta última por el reciente ingreso de 70.000 nuevos alumnos. ¿Qué respuestas tendrá usted ante estos reclamos? 
Con respecto a la cuestión presupuestaria, yo acompaño, en grado máximo, la aspiración de los universitarios – profesores y alumnos – en el sentido de asegurar una estabilidad económica para la Universidad que no impida su desarrollo ni el cumplimiento de sus grandes fines nacionales. La irrupción masiva de contingencias estudiantiles en todas las facultades, debe ser correspondida por el Estado adecuando los locales, el número de profesores, el equipamiento, a las nuevas necesidades de la Universidad. Ese problema debe ser resuelto por el Estado con urgencia. En cuanto a la participación estudiantil dentro de la vida universitaria, creo que no puede motivar ninguna inquietud porque la ley asegura el sistema democrático. Se ha impuesto, por ella el sufragio obligatorio y universal de los estudiantes. Además, se va a dictar una reglamentación para el encuadre de todos los grupos organizados dentro de la Universidad, no sólo de profesores sino también de alumnos. De manera que la representatividad estudiantil quedará así asegurada, y el libre juego de las ideas, la posibilidad de debatir asuntos, no solamente científicos, sino de interés nacional, determina que haya un amplio espíritu de democracia universitaria.

Consultados algunos nucleamientos estudiantiles acerca de esta medida que usted menciona, expresaron preocupación por los alcances de tal reglamentación de las organizaciones, los que podrían implicar un tipo de control o fiscalización interna. ¿Usted justifica estas inquietudes? 
De ninguna manera. La organización que se autorizará es simplemente para que la Universidad tenga la garantía de la representatividad de los grupos, pero en otros aspectos no habrá ninguna intervención por parte de la Universidad, la cual será respetuosa de la voluntad de cada uno de los grupos.

Resumiendo: ¿Cree usted que la actual Ley Universitaria facilita o traba el desempeño de sus funciones como rector de la casa de estudios más grande y conflictuada del país? 
Bueno, yo no me rijo precisamente por la ley, sino por el nombramiento condicionado a que yo ejerza las funciones del Consejo Superior y los decanos ejerzan las funciones de los Consejos Académicos. Es un régimen de transición, que no es propiamente el régimen legal, aunque yo tiendo a hacer prevalecer el espíritu de la ley en las organizaciones provisorias que vamos creando. Creo que cuando estén funcionando todos los cuerpos universitarios, de acuerdo con la ley, es decir, la Asamblea Universitaria, el Consejo Superior, el Rectorado, los Decanatos y los Consejos Académicos, un juego armónico de facultad y atribuciones dará gran sentido a las reformas logradas por la ley.

¿Cuál es su pronóstico personal sobre la suerte inmediata de esta Universidad de Buenos Aires?
Yo pienso que si los estudiantes no tienen problemas de orden extra universitario que los movilicen, y si se contraen al cumplimiento de la ley, secundando la tarea del rector y de los decanos normalizadores, pueden tener en un plazo mínimo una gran Universidad, que les servirá para mejorar la condición de los acuerdos, y sobre todo para obtener, mediante los concursos, un profesorado de prestigio y de capacidad pedagógica. Yo siempre digo – se lo he dicho a los profesores – que solamente los docentes que saben mucho pueden obtener la disciplina en los claustros. El mal profesor es un germen de desorden.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar