Fuente: Adaptación del libro Los mitos de la historia argentina 3, de Felipe Pigna, Buenos Aires, Editorial Planeta, 2006, págs. 217-251.
No todo era infamia en aquella década de 1930. Hubo quienes se opusieron decididamente a que la historia dijera que nadie levantó la voz, que todos toleraron por igual aquel régimen fraudulento, represivo y corrupto inaugurado por el golpe de Uriburu y continuado por su colega el general Agustín P. Justo. Hubo quienes, a riesgo de su vida denunciaron valientemente lo que se estaba haciendo con el país, cómo se lo estaba hipotecando y cómo se le estaba marcando un rumbo dependiente y servil en beneficio de los intereses extranjeros asociados a una ínfima minoría, en detrimento del resto.
En aquella época de miseria, desocupación, de ninguneo del pueblo y de “fraude patriótico”, como llamaban los dueños del poder a su persistente práctica electoral, argumentando que trampeaban las elecciones para salvar a la patria de la chusma radical o socialista, hubo un movimiento obrero combativo que comenzó a recuperarse y a combatir el modelo económico y social vigente y hubo personalidades políticas de la talla de don Lisandro de la Torre que desde el Senado de la Nación denunció al riñón del poder dejando a la luz sus negociados más escandalosos.
La piedra de toque fue el Pacto Roca Runciman, firmado por el vicepresidente argentino, el hijo del “conquistador del desierto” en Londres el 1º de mayo de 1933. La histeria que había dominado a la clase dirigente argentina tras la firma del Pacto de Ottawa entre Gran Bretaña, sus colonias y ex colonias, que reducía notablemente la cuota de compra de carne argentina, la llevó a aceptar concesiones lindante con la deshonra y transmitir a la sociedad de la época y a la historia la inexacta versión de que no había otra alternativa que someterse a los designios de su Graciosa Majestad.
El 8 de septiembre de 1934, De la Torre sostenía en el parlamento: “el ministro argentino, señor Duhau, parece el ministro de algunos de los dominios británicos. El ministro de Agricultura sabe perfectamente que los frigoríficos constituyen un monopolio escandaloso; el ministro de Agricultura sabe perfectamente que realizan ganancias ilícitas; el ministro de Agricultura sabe mejor que yo que se quedan con la mitad de los cambios. Esta es obra del monopolio…; pero nunca se ha visto un gobierno como el actual y sobre todo un ministro de Agricultura como el actual, entregado desembozadamente a la tarea de impedir que comience, aunque sea débilmente, la exportación cooperativa. Incumplimiento de leyes; suspensión del cobro de multas; falta de fiscalización en el pago de impuestos, regalo de un 25 por ciento de divisas; tolerancia del apoderamiento de los beneficios en el cambio; ocultación de los bajos precios de compra de los novillos mediante la publicación de estadísticas inexactas; ignorancia igualmente oficial de los precios de venta; persecución a las compañías frigoríficas argentinas; regalo de la cuota del 11 por ciento durante dos años a los frigoríficos del pool extranjero; aceptación de que los argentinos sean inhibidos, que Inglaterra sea dueña de mantener un monopolio sobre la exportación del 85 por ciento de la carne argentina, eligiendo ella los importadores, condición deprimente esta última que no se ha atrevido a imponer ni a sus propios dominios” 1.
De la Torre denunció el acuerdo en el Senado por escandaloso y fue poniendo en jaque a aquel gobierno antipopular surgido del fraude. “El gobierno inglés le dice al gobierno argentino: no le permito que fomente la organización de compañías que le hagan competencia a los frigoríficos extranjeros. En esas condiciones no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones. Los dominios británicos tienen cada uno su cuota de importación de carnes y la administran ellos. La Argentina es la que no podrá administrar su cuota. No sé si después de esto podremos seguir diciendo: ‘al gran pueblo argentino salud’”. 2
Un notable historiador inglés señala el perjuicio causado a la Argentina por la firma del pacto del coloniaje, como lo llamó Jauretche: “Hasta la firma del pacto Roca-Runciman, la industria argentina de alimentos y materias primas era la más competitiva del mundo. Había demostrado repetidamente su capacidad para superar todas las grandes crisis mediante el aumento de la producción. Pero en 1932 Inglaterra siguió por un camino equivocado y la Argentina se prestó a ello. (…) No es cierto que la Argentina no tuviera alternativas. Si los intereses dominantes del país hubiesen levantado los ojos de la perspectiva inmediata, podrían haber visto las alternativas a lo que de hecho hicieron: una campaña en pos de nuevos mercados; un esfuerzo decidido para atraer capitales a la industria y para mejorar la infraestructura, con miras a reducir sus costos de producción y abrir el camino a nuevos mercados”. 3
Nada de esto se hizo y el pacto benefició a un pequeñísimo grupo de criadores invernadores vinculados al gobierno y a unos pocos frigoríficos extranjeros y perjudicó notablemente a miles de pequeños y medianos productores agropecuarios y los frigoríficos de capital nacional.
Lisandro, tomando las demandas de estos sectores y en defensa de los intereses nacionales, comenzó una prolija investigación sobre el negocio de la carne en nuestro país y denunció en el Senado al frigorífico Anglo por evasión impositiva, dejando al descubierto el entramado de la corrupción que implicaba directamente a funcionarios del presidente Justo: “Si en Estados Unidos, en Australia o en África del Sur, empresas extranjeras monopolizaran el comercio de carnes en esta forma, y despojaran a los productores de la mayor parte del fruto de su trabajo, creo, sin temor de exagerar, que verían muy pronto sus establecimientos destruidos. Y en cualquiera de esos países, si un ministro de Agricultura hiciera lo que hace el ministro nacionalista señor Duhau: entregar a los frigoríficos clandestinamente la cuota que por un tratado internacional estaba destinada a los ganaderos argentinos, y mantener esa situación meses y meses, correría serios peligros personales” 4.
De carne somos
La comisión investigadora creada en 1934 se encontró con todo tipo de trabas. Desde la negativa lisa y llana de las empresas británicas a abrir su contabilidad hasta la orden impartida por el ministro de Hacienda, Luis Duhau, a la Dirección General de Rentas de no brindarle la más mínima colaboración a los investigadores. Los frigoríficos Gualeguaychú y Grondona, de capitales argentinos, colaboraron con la comisión y el norteamericano Swift permitió a regañadientes la labor de los investigadores. Los ingleses estaban habituados a la impunidad más absoluta, así que decidieron no tomar muy en serio las denuncias de De la Torre, pero por las dudas decidieron contratar a abogados vernáculos con muy buenos contactos en el “foro”, como Horacio Beccar Varela. El frigorífico Anglo, a través del doctor Beccar Varela, hizo saber que la comisión investigadora no era bienvenida. Cuando se lo citó a declarar a Mr. Richard Tootell, el jefe máximo del Anglo, fue bastante escueto, sólo dijo: “No tenemos oficinas de costos ni llevamos planillas mensuales de costo”. Y concluyó con absoluta sinceridad: “Yo digo francamente que nosotros no queremos mostrar los costos privados”. Su abogado defensor fue más preciso, como consta en el informe de la comisión: “…manifestó el letrado (Beccar Varela) que la compañía se allanaba a satisfacer el pedido de la comisión por la presión de la fuerza pública; que no facilitaría en modo alguno el desempeño de la misión y se limitaría a hacer entrega de los elementos que se le solicitaran, a cuyo efecto los contadores serían atendidos por un empleado especial, a fin de evitar que se dirigieran al personal de la compañía; que no podían ser considerados bienvenidos y no se ofrecería ninguna colaboración que excediera los límites expresados; que si tenían algo que buscar lo hicieran por su cuenta y para ser más expresivo, agregó: ‘que podían buscar lo que les faltara por el suelo o por los rincones’”. 5
Harto de tanta impunidad, De la Torre pidió y logró el arresto del empresario inglés como extrema forma de presión, para que éste presentara la documentación solicitada. Estuvo preso varios días hasta que se comprometió a pedir a la casa central de Londres las planillas. Desde la capital del imperio contestó uno de los mandamases: Lord Edmundo Veste, dio “su palabra de caballero inglés” de que la documentación sería enviada de inmediato a Buenos Aires. Las autoridades locales liberaron a Tootell pero las planillas del caballero inglés nunca llegaron.
En las bodegas del Norman Star
El doctor Alfredo Palacios había recibido de tres trabajadores del Frigorífico Anglo la información reservada de que los documentos contables que con tanto afán buscaban se encontraban escondidos en un barco inglés anclado en el puerto, el Norman Star. Ellos habían hecho la estiba y no tenían ninguna duda de que allí estaba la prueba del delito. Palacios no tardó en pasarle el dato a De la Torre. Hubo que vencer muchas resistencias de poderosos intereses. Los ejecutivos del Anglo decían que al ingresar por la fuerza en un barco inglés estaban agrediendo al Estado británico, porque el hecho equivalía a allanar una casa en el territorio de Su Majestad. Pero ni el contador Yasky, un funcionario honrado e insobornable que sería una pieza clave de la investigación, ni don Lisandro se amilanaron: con la ayuda de la prefectura lograron ingresar al Norman Star y encontrar en sus bodegas lo que buscaban. Efectivamente, como le habían dicho a Palacios aquellos valientes trabajadores, los libros contables estaban allí, y lo que era muy grave, estaban ocultos en cajas de chilled y corned beef con el sello del Ministerio de Agricultura, cómplice evidente de la maniobra.
La documentación oculta en los cuarenta cajones de “carne enfriada” dejaba claramente comprobada la estafa al Estado nacional por parte de la empresa inglesa y detallaba como gastos empresarios los montos de los sobornos a los funcionarios públicos entre los que había encumbrados nombres del Poder Ejecutivo, y por lo tanto de la “alta sociedad” argentina.
El informe presentado el 27 de mayo de 1935 establecía que existía un total monopolio del comercio de las carnes por parte de los frigoríficos ingleses y estadounidenses. Se dejaba clara constancia de la resistencia de las empresas extranjeras a presentar su contabilidad, lo que a cualquier empresa nacional le hubiera significado severas sanciones.
El propio contador Yasky cuenta con lo que se encontraron en la investigación: “De ocho compañías investigadas, sólo la Armour había sido fiscalizada y otra, La Negra, estaba en trance de serlo. La Swift no había efectuado, en el año 1933, la retención del impuesto a los réditos sobre sus dividendos, sin que se diese una explicación satisfactoria, siendo además violatoria de la ley 11.682. La compañía Anglo declaraba 75.000 pesos nacionales de utilidades anuales, cuando en realidad sus ganancias en los últimos tres años llegaban a pesos m/n. 37.800.000. La Swift Internacional recibió de su filial La Plata, pesos m/n. 500.000 para pago de impuestos pero dedujo de ellos pesos m/n. 279.000 a efectos de revalúo por pérdidas, violando así nuevamente la ley, ante la presunta ignorancia de las autoridades, quienes inclusive declinaron la facultad de la Dirección de Réditos para hacer la liquidación de impuestos, delegándola en la propia compañía, todo ello avalado por el ministro de Hacienda, permitiendo así una evasión impositiva, penada por la legislación vigente. Asimismo el frigorífico citado debía al fisco la cantidad de pesos m/n. 135.000”. 6
Con las pruebas en la mano, Lisandro de la Torre daba comienzo a su notable intervención: acusaría directamente por fraude y evasión impositiva al frigorífico Anglo y aportaría pruebas irrefutables que comprometían directamente en el negociado a dos ministros del general presidente Agustín P. Justo: Federico Pinedo, de Hacienda, y Luis Duhau, de Agricultura. Así describía el diario socialista La Vanguardia el valor de las denuncias de Lisandro: “El senador De la Torre ha demostrado en su informe que el comercio de carnes enfriadas está monopolizado por un trust de frigoríficos extranjeros que operan en el país con la protección oficial del gobierno inglés y la complaciente tolerancia del gobierno argentino. Es un trust que gana sumas fantásticas. En el caso del frigorífico Swift, se sabe que con un capital de 45 millones de pesos ha ganado en cinco años 91 millones de pesos. Es un trust que defrauda a la Dirección de Impuesto a los Réditos, pues en el caso del frigorífico nombrado, la compañía Swift Internacional ha compensado las pérdidas de sus filiales de Australia, Nueva Zelanda y Río Grande, con las ganancias obtenidas por la filial argentina, sustrayéndose esas sumas de las ganancias efectivas y reduciendo el pago del impuesto a los réditos; todo ello con la complacencia del Ministerio de Hacienda. […] Pero donde el senador De la Torre hirió de muerte a uno de los ministros acusados, es al referirse a los ganaderos tratados con guante blanco por los frigoríficos. De las palabras del legislador santafesino se desprende que el ministro de Agricultura y sus parientes reciben de parte de los frigoríficos un trato excepcional. Sus novillos son clasificados para un destino que no tienen en la realidad y que es favorable para los vendedores; mientras en casi todas las demás compras los frigoríficos clasifican la hacienda dándole un destino también distinto al que luego tienen, pero esta vez desfavorable para el vendedor. […] El senador santafecino fue, en esta parte de su exposición, tan preciso y categórico, y dio tal cantidad de datos, fechas y precios, que creemos que al ministro de Agricultura no le queda otra solución que la renuncia. Por mucho menos han caído gabinetes íntegros en países donde existe un concepto cabal de ética política y administrativa”. 7
Asesinato e impunidad en el Senado de la Nación
Mientras tanto Lisandro de la Torre seguía con su prédica desde el Senado: “se dice que estoy solo. Eso puede ser cierto; estoy solo frente a una coalición formidable de intereses; estoy solo frente a empresas capitalistas que se cuentan entre las más poderosas de la tierra; estoy solo frente a un gobierno cuya mediocridad, en presencia del problema ganadero, asombra y entristece; y así, solo, me batiré en defensa de una industria argentina esquilmada e inerme, como me batí hace diez años en defensa de la industria de la yerba mate, que dos ministros poderosos habían condenado a morir, y como me batí hace dos años por la modesta industria del tomate que apenas empezaba a desarrollarse en las regiones más dignas de fomento”. 8
El debate fue subiendo de tono y la cara de los ministros imputados iba virando del color rojo al verde según las palabras de De la Torre. El primer incidente se produjo en la sesión del 21 de julio, cuando Duhau amenazó a Lisandro a los gritos: “¡Ya pagará todo esto el señor senador punto por punto!… ¡Ya pagará bien caro todas las afirmaciones que ha hecho!”. 9
Dos días después, en la sesión del 23 de julio se desencadenaría la tragedia. De la Torre seguía aportando pruebas contra los ministros Duhau y Pinedo y llamó mentiroso al primero a partir de entonces. Se suscitó una acalorada discusión entre los ministros de gobierno y el senador santafesino. Lisandro no escuchaba bien las palabras de su agresor, abandonó su banca y se acercó a Pinedo y a Duhau. Según el diario La Prensa, en un momento de su alocución Lisandro quedó “inclinado el busto y parado entre ambos pupitres, a muy corta distancia del ministro de Hacienda, a espaldas de él”. Fue entonces cuando Duhau empujó a De la Torre por la espalda y lo tiró al piso. En su huida apresurada, tropezó con un escalón y cayó también él. En esos momentos de confusión alguien disparó sobre Lisandro, pero hirió de muerte al senador santafecino Enzo Bordabehere, quien al advertir la maniobra se interpuso entre el agresor y don Lisandro.
El agresor comenzó a correr por los laberínticos pasillos del Congreso y entró a la sala de taquígrafos, donde pudo ser detenido por el agente Cofone. Tras la detención, Cofone y el subcomisario Florio le quitaron el revólver calibre 32 marca Tanque con cuatro balas servidas y dos sin usar. […] La policía pudo establecer que se llamaba Ramón Valdez Cora, de cuarenta y dos años, ex comisario torturador de Vicente López, con múltiples procesos por estafas, falsificación de documentos y extorsiones a prostitutas. La ficha decía que era afiliado al Partido Demócrata (o sea conservador) y hombre de confianza del señor ministro de Agricultura Luis Duhau.
En su declaración ante el juez Miguel Jantus, Valdez Cora confesó ser el autor material del asesinato de Enzo Bordabehere y que obró por impulso propio en un momento de ofuscación, en defensa de amigos políticos. Fue condenado a veinte años de prisión, pero quedó en libertad en 1953 por “buena conducta”. Los instigadores y responsables directos del crimen, como correspondía a gente “bien” de su “alcurnia y prestigio”, gozarían de la más absoluta impunidad.
Un Lisandro profundamente dolido anuncia el final del debate de las carnes: “Sería absurdo pensar que el debate sobre la investigación del comercio de carnes pudiera seguir con mi intervención, mientras subsistan en mi espíritu las dudas que mantengo acerca de que se trajo a este recinto un guardaespaldas, extraído de los bajos fondos, para gravitar sobre el resultado. Los indicios que existen son tan vehementes, que no me es posible prescindir de ellos. Si lo hiciera, faltaría al respeto y al afecto que debo a la memoria del doctor Bordabehere, y autorizaría a cualquiera a poner en duda la sinceridad de mi indignación… El primero en lamentar que mi contrarréplica, que por otra parte estaba muy avanzada, quede inconclusa, soy yo; pero tengo la tranquilidad de haber producido tales pruebas y haber hecho tales demostraciones, que no necesito más para afirmar en la conciencia pública la razón de todo lo que he sostenido en este debate”. 10
Referencias:
2 Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Senadores, 8 de septiembre de 1934.
3 H.S. Ferns, La Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 1973
4 En Juan M. Vigo, De la Torre contra todos, Buenos Aires, Editorial Nativa, 1974.
5 Informe de la Comisión Investigadora del Senado de la Nación, en Horacio N.
Casal, Los negociados, Buenos Aires, CEAL, 1971.
6 Samuel Yasky, Lisandro de la Torre de cerca, Buenos Aires, Ediciones Metrópolis, 1957.
7 La Vanguardia, año XLII, Nº 10.145, 21 de junio de 1935, pág. 1.
8 Lisandro de la Torre, Obras completas, Buenos Aires, Américalee, 1957.
9 Diario de Sesiones del Honorable Senado de la Nación, 21 de julio de 1935, pág. 255.
10 Lisandro de la Torre, Op. cit.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar