Autores: Felipe Pigna y Mariana Pacheco.
“Aconsejar a un país o universidad que no haga investigaciones fundamentales no aplicables inmediatamente es como invitarlo a empobrecerse o suicidarse…” Esto decía Bernardo Houssay en una conferencia que dio en la Universidad de Columbia en 1954, donde también afirmaba: “Es muy común en los países atrasados una desmedida preocupación por las aplicaciones inmediatas [de la ciencia], y por ello se suele alardear del criterio práctico y pedir que se realicen exclusivamente investigaciones de aplicación inmediata y útiles para la sociedad. Esta es una idea propia de personas incultas y de ambientes atrasados… Quienes expresan tales criterios ignoran –y esta ignorancia es muy grave y dañina– que todos los grandes adelantos prácticos provienen de la investigación científica fundamental desinteresada. La ciencia pura es sin duda la fuente que alimenta incesantemente las técnicas aplicadas…”[1].
Houssay sabía de lo que hablaba. Sabía que fue mediante el cultivo de la ciencia básica que Pasteur halló el papel de los microbios. Sabía que también así se descubrieron los antibióticos, la electricidad, los fundamentos de la radiotelegrafía, los motores eléctricos, etc.
El fomento de la investigación científica en el país fue uno de sus mayores desvelos, y sus esfuerzos quedaron plasmados en la creación de diversos institutos de investigación de fama mundial, donde se formaron varias generaciones de científicos. Creía con fervor en la importancia de la investigación científica y estaba firmemente convencido de que sus frutos debían servir en beneficio del país. Alguna vez escribió: “La ciencia no tiene patria, pero el hombre de ciencia la tiene. Por mi parte no acepté posiciones de profesor en los Estados Unidos y no pienso dejar mi país, porque aspiro a luchar para contribuir a que llegue alguna vez a ser una potencia científica de primera clase”.[2]
Su abnegación, su compromiso, su vocación de sacrificio marcaron el ritmo de una carrera meteórica. Houssay había nacido el 10 de abril de 1887. Estudiante precoz, a los 13 años ya había terminado el secundario, y en 1904 se recibió de farmacéutico. Más tarde, en 1911, se graduó con honores en la carrera de medicina con la tesis “Estudios sobre la acción de los extractos hipofisarios: ensayos sobre la fisiología del lóbulo posterior de la hipófisis”. No tardó en desempeñarse como médico en el hospital Torcuato de Alvear y atendía también en un consultorio privado, pero el ejercicio de la medicina no despertaría su pasión y pronto lo abandonaría. En 1917, Houssay decidió dedicarse exclusivamente a la docencia y a la investigación, y retomó sus investigaciones sobre la glándula hipófisis experimentando sobre ranas y perros.
Más tarde fue designado profesor titular de fisiología de la Facultad de Medicina y director del Instituto de Fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas, una entidad clave para el desarrollo de la medicina en el país. Al aceptar el cargo solicitó y obtuvo el consentimiento para realizar su trabajo con dedicación exclusiva.
En 1933, impulsó la creación de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias y no cejó en destacar lo crucial del desarrollo científico. En una conferencia pronunciada en 1939 decía: “Está de moda hablar de investigación, pero a menudo no se entiende lo que significa. La prueba de que no se le concede su debida importancia es que son raras las posiciones “full time” (…) No es un principio moral y decente querer tener investigadores por el heroísmo y sacrificio de algunas excepcionales voluntades férreas. Un país previsor no puede vivir de milagros o santos”.[3]
Tras el golpe del 4 de junio de 1943, Houssay firmó el manifiesto “Democracia efectiva y solidaridad americana”. El gobierno militar no tardó en interrumpir las tareas del Instituto de Fisiología y despedirlo, pero un año más tarde le ofrecería una amnistía, que Houssay rechazó con estas palabras: “No necesitamos ni queremos amnistías o perdones ya que entendemos no haber incurrido en faltas ni haber agraviado…”.[4] Más tarde un gobierno oscilante le ofrecería cobrar sus sueldos atrasados a modo de indemnización. Houssay se negó con vehemencia: “Me opongo completamente a toda reclamación de sueldos al gobierno. En mi país donde la difamación es una institución fundamental, se nos llenaría de todo con los comentarios…”.
“La ciencia no es cara; cara es la ignorancia”
En 1946 fue jubilado de oficio por decreto del poder ejecutivo. Por entonces ya había creado, junto a otros destacados científicos, el Instituto de Biología y Medicina Experimental. “Este instituto –sostenía– es una de las iniciativas más importantes realizadas en nuestro país para establecer un centro de investigaciones científicas desinteresadas, de carácter privado.” También había escrito, en 1945, Fisiología Humana, un tratado que se convirtió en un texto de referencia fundamental en la materia.
En 1947 obtuvo el premio Nobel de Medicina por sus investigaciones sobre la importancia de la glándula hipófisis en el metabolismo de los hidratos de carbono, descubrimiento que posibilitó nuevos avances en el tratamiento de la diabetes. También sus investigaciones sobre los factores humorales de la hipertensión arterial nefrógena constituyeron un gran adelanto para la medicina.
“La ciencia no es cara; cara es la ignorancia”, dijo alguna vez procurando convencer a los gobernantes de turno de que la ciencia, la técnica y la investigación son la base de la salud, el bienestar, la riqueza, el poder y la independencia de los pueblos modernos”. Una vez más sus esfuerzos fueron recompensados y en 1958 fue uno de los promotores de la creación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), la institución científica más importante del país, secuela del CONITYC, que se había establecido en 1951. Houssay dirigió el CONICET hasta su muerte, ocurrida el 21 de septiembre de 1971, cumpliendo con una de sus grandes aspiraciones: “La obra humana debe ser ininterrumpida durante toda la vida hasta que la detenga la muerte”[5]. En su homenaje el día del investigador científico se celebra en nuestro país cada 10 de abril, en recuerdo de su nacimiento.
[1] Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Vol. X, Nº 40, 1958.
[2] Andrés O. M. Stoppani, Bernardo A. Houssay y su tiempo, Buenos Aires, Anales de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, 2000, pág. 19.
[3] Andrés O. M. Stoppani, Op. Cit., pág. 12.
[4] Andrés O. M. Stoppani, Op. Cit., pág. 17.
[5] Andrés O. M. Stoppani, Op. Cit., pág. 24.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar