Se ha dicho que Thomas Hobbes es el más grande filósofo político de la época moderna antes que Hegel. Entre sus aportes más importantes se encuentran los que hablaban de las formas de gobierno en la historia, desde los antiguos
hasta sus días del siglo XVII.
Con sus formulaciones, quedaban atrás Platón, Aristóteles, Polibio, Maquiavelo y Bodino, entre otros. A diferencia de sus predecesores, Hobbes no creyó que las formas de gobierno podían dividirse entre buenas y malas y tampoco que pudiera existir un gobierno mixto, es decir, un gobierno donde la soberanía se repartiera entre diferentes sectores sociales.
Hobbes creía que el poder era absoluto e indivisible, y por ello mismo ha sido considerado el gran teórico de las monarquías europeas de aquellos siglos. Hablar del Estado como forma de organizar a un país no era muy común por entonces. Maquiavelo había inaugurado, en cierta forma, esta tradición tan sólo unas décadas antes que Hobbes. Pero el filósofo inglés venía ahora no sólo a continuar este pensamiento moderno, sino a confirmar que el poder debía ser delegado en el Estado. Esto se llevaría adelante a través de un pacto social.
Suponía esta idea que, al ser “el hombre lobo del hombre”, para evitar desgarramientos sociales, debían concertar un pacto donde cada uno entregara su cuota de soberanía a un soberano y éste, con los derechos cedidos de forma irrenunciable, tendría la capacidad de poner orden y seguridad. De esta forma, Hobbes, nacido en abril de 1588, construía la más encendida justificación del absolutismo creada hasta entonces.
Recordamos la fecha de su fallecimiento, el 4 de diciembre de 1679, con una de sus máximas referencias a aquella figura poderosa, que sintentizó en la figura marina monstruosa del Antiguo Testamento, el Leviatán.
Fuente: Claudia Lavié, “El pensamiento político del Leviatán de Thomas Hobbes”, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2010, pág. 8.
«Dícese que un Estado ha sido instituido cuando una multitud de hombres convienen y pactan, cada uno con cada uno, que a un cierto hombre o asamblea de hombres se le otorgará, por mayoría, el derecho de representar a la persona de todos (es decir, de ser su representante). Cada uno de ellos, tanto los que han votado en pro como los que han votado en contra, debe autorizar todas las acciones y juicios de ese hombre o asamblea de hombres, lo mismo que si fueran suyos propios, al objeto de vivir apaciblemente entre sí y ser protegidos contra otros hombres.«
Thomas Hobbes
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