Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez nació en Caracas, en 1750, cuando el imperio español estaba en franca decadencia, intentando reformas de todo tipo para no quedar rezagado frente a Gran Bretaña, pero siendo aquellos años todavía jóvenes para creer que era posible la creación de un movimiento independentista.
Primogénito entre nueve hermanos, hijo de emigrados de las Islas Canarias, su familia no era española de “pura sangre”, ni siquiera criolla distinguida, pero supo su padre hacer fortuna en el comercio, hasta alcanzar una muy acomodada posición y acceder a relevantes cargos militares, a pesar de la resistencia de los notables locales, los “mantuanos”.
Así, Miranda logró iniciar de muy joven estudios universitarios antes de que su padre decidiera llevarse a toda la familia a España. La nueva realidad no impidió al joven y aventurero Miranda emprender un largo viaje, con sólo 21 años. Prusia, Italia, Suiza, Grecia, Turquía, Bélgica, Holanda, los países nórdicos, Francia, Estados Unidos e incluso la Rusia de Catalina La Grande figuran entre sus destinos a lo largo de tres décadas. En aquellos viajes no sólo surgieron numerosos apuntes, informes e impresiones, sino que Miranda pudo conocer directamente a los más distinguidos y poderosos actores, entre ellos a Napoleón, Washington, Catalina La Grande y Federico II de Prusia.
Pero Miranda no sólo supo codearse con lo más granado de la sociedad europea, en sus viajes también conoció la clandestinidad, la persecución y el campo de batalla. Después de luchar desde puestos de mando para el ejército español en Argel y en Norteamérica, en los ‘70, fue perseguido y apresado por los funcionarios inquisitoriales luego de que se frustrara la invasión de España a la Jamaica inglesa.
En este contexto se despertó su vocación latinoamericanista, que intentaría infundir entre los jóvenes patriotas, tal como lo hiciera por carta con Bernardo O’Higgins: “El orgullo y fanatismo de los españoles son invencibles. Ellos os despreciarán por haber nacido en América y os aborrecerán por ser educado en Inglaterra. Manteneos, pues, siempre a la larga distancia de ellos…”.
Uno de sus destinos más fructíferos fue París, en los años revolucionarios. Allí, Miranda llevaba una vida lujosa, concurriendo a los nuevos salones burgueses, pero también había iniciado contactos con los americanos que aspiraban a romper cadenas con España. Entre éstos, se encontraban los enviados de la recién conformada “Junta de Diputados de las ciudades y provincias de la América meridional”, que debían entrar en contacto con el patriota caraqueño para confiarle fundamentales misiones diplomáticas: conseguir el apoyo político, financiero y militar, de Estados Unidos e Inglaterra, concediéndole a éstos importantes beneficios comerciales en compensación.
El documento que selló esta misión se concluyó en París, con fecha del 22 de diciembre de 1797, y lleva las firmas de Miranda, del patriota peruano Pablo de Olavide y los delegados de la Junta, el venezolano José del Pozo y Sucre y el chileno José Manuel de Salas.
Por entonces, Miranda ya había volcado a papel extensas reflexiones para la vida independiente de un gran imperio que uniera el Cabo de Hornos y Mississippi. Pero el documento suscripto esta vez era, a diferencia de los escritos anteriores, un detallado plan de operaciones. No obstante algunos acuerdos alcanzados, la delicada realidad europea y norteamericana, con sucesivos planes de invasión, espionaje, guerra y paz, impidieron su ejecución.
Para recordar la conclusión de esta “Acta de París”, transcribimos alguno de sus fragmentos, eslabones fundamentales del camino independentista que tuvo a Miranda como uno de sus principales protagonistas, encabezando la revolución venezolana, antecediendo al libertador Simón Bolívar, en el mando de la naciente república.
Fuente: Francisco Miranda, Documentos Fundamentales, Biblioteca Ayacucho, 1992, págs. 65-69.
“Habiendo resuelto, por unanimidad, las colonias hispano-americanas proclamar su independencia y asentar su libertad sobre bases inquebrantables, se dirigen ahora aunque privadamente a la Gran Bretaña instándole para que las apoye en empresa tan justa como honrosa.”
Simón Bolívar
Fuente: www.elhistoriador.com.ar